Desde aquí felicitamos a Mikimoto y a Sergi Sol por sus nuevos cargos, remunerados con cien mil euros al año, como miembros del consejo de administración de Televisión Española, por recomendación del Gobierno de España. En las sesiones deliberativas se sentarán con Angélica Rubio, directora de El Plural, con Rosa Conde, exconcejal del PSOE en Madrid, y con otras personas, todas “cuota” de los partidos políticos que apoyan al Gobierno, justamente lo que necesita la televisión pública.
Sergi Sol fue el jefe de Comunicación de Oriol Junqueras durante el procés, y creo que es el autor de slogans de Junqueras como “Fem-ho, va…!” y “El junquerisme és amor”.
Dice la leyenda –pero mis fuentes no me lo han podido corroborar-- que este último lema se le ocurrió a él solo. Otros le discuten el mérito, y dicen que el lema, que llegó a imprimirse en mil camisetas, surgió como fruto espontáneo de un brainstorming celebrado en el máximo secreto, a altas horas de la noche, en el cuartel general de Esquerra, en la calle Calabria de Barcelona.
Corría el año decisivo de 2017. La historia se aceleraba. La calles hervían. En la sede de Esquerra se habían reunido en torno a una mesa de juntas los grandes capitanes, Rovira, Aragonès, etcétera. Se buscaba un lema potente, convincente, seductor, para un discurso que tenía que pronunciar Junqueras, pero no se les ocurría nada.
Barajaban alternativas como “El Junquerisme és victòria”, “El junquerisme és sacrifici” y “El junquerisme és independència”. Entre otras. Pero notaban que a estas frases les faltaba punch, les faltaba ese je ne sais pas quoi. “¡Necesitamos algo impactante de verdad!”, clamaba Rovira, exasperada. “¡Los de la CUP se han inventado lo de Ara comença el Mambo!”
Había avanzado ya la noche, las cafeteras estaban vacías, los ceniceros rebosantes de colillas, y en un momento dado, cuando ya el ventanal se teñía con el rosa del amanecer y estaban todos fatigadísimos por el esfuerzo mental y a punto de rendirse, salió Sergi Sol con una idea:
--¿Y qué os parece… qué os parece… A ver, si es una burrada, me lo decís…
--No, no, adelante, di, di.
--¿Qué os parece… “El junquerisme és amor”?
--Hurra, l’has clavada!
Actualmente Sol colabora en un digital, participa en tertulias televisivas y enreda donde puede. Ahora, en la televisión del enemigo del que quería independizarse, sí que l’ha clavada.
En cuanto a Mikimoto, no se merece menos que él la suculenta sinecura de TVE, aunque algunos le dirán que se ha vendido por un plato de lentejas.
--¡Ep! ¡De lentejas nada! –podrá responder-- ¡Por cien mil pavos!
En tiempos que Félix Riera dirigió Catalunya Ràdio, yo iba una vez al mes a los locales de la Diagonal a colaborar con un comentario, y mientras esperaba a subir al estudio me sentaba en la entrada, frente a una pared donde los empleados de la patriótica emisora colgaban carteles reivindicativos y avisos de fiestas y de bodas. La Mariona es casa!, Acomiadaments, no!! Etcétera.
Cada mes cambiaban los carteles, salvo una foto eternamente pegada a la pared con cinta adhesiva, una vieja foto en blanco y negro de Mikimoto joven, captado en el momento en que estaba levantándose de la silla para saludar muy devotamente a Jordi Pujol, durante una de las visitas que el expresidente de la Generalitat hacía a sus medios de comunicación para felicitarles por su inquebrantable sumisión. Una vez al mes yo me sentaba delante de aquella foto, que iba ajándose, mustiándose, pero seguía tercamente allí.
La observación de aquella foto me sumía en interminables y deliciosas ensoñaciones. Reconozco que mirando a Pujol y Mikimoto yo salivaba de placer. La cara de arrobo de un Mikimoto veinteañero, su expresión de devoción contemplando desde abajo al patriarca, era tan graciosa como el sereno paternalismo –quizá teñido del íntimo desprecio que suelen sentir los poderosos hacia sus siervos demasiado sumisos: eso ya no lo sé- con que el salvapatrias le miraba desde lo alto.
Luego Mikimoto medró, tuvo programas en TV3, donde alcanzó cierta notoriedad por llamar subnormal a la infanta Elena; luego le pagaron unas vueltas al mundo para que fuera encontrando a catalanes expatriados, que le explicaban cuánto se añoraban pero qué bien vivían en aquellos remotos y exóticos paraísos. Y finalmente se le asignó una frecuencia de radio para que hiciera buen dinero con una cadena que acabó vendiéndose a sus socios. Fue candidato de Junts pel Sí en 2015.
Ahora figurará, con Sol y otros pilares de la sociedad, en el consejo de administración de la televisión pública del enemigo. Pero creo que su mejor momento fue aquel, inmortalizado en una vieja foto, ya un poco roñosa y mustia, que cuelga en el vestíbulo de los locales de Catalunya Ràdio, en que el periodista insobornable se levanta a saludar a su natural señor.
Me pregunto si seguirá allí…