Sánchez es un político refractario, hasta ahora ha rehusado cumplir cualquier promesa u obligación, excepto una: seguir construyendo el muro a las dos derechas españolas, la ultra y la liberal conservadora.
Amparado en esa oposición a la oposición, la manera de (des)gobernar del presidente es utilizar los resortes del sistema democrático, como nadie lo ha hecho hasta ahora, para beneficio suyo, de sus colegas y de sus socios.
Si no fuera porque lo último es perder la esperanza de una inminente regeneración --venga de las filas socialistas o de los electores-- que arrase e invalide este modo de actuar, parece que la resistencia sanchista ha mutado en una imparable deriva fascistoide. Necesita autoblanquearse y puede que --con ese fin-- culmine en un referéndum (monarquía o república).
Las evidencias se acumulan. La excusa de que Sánchez es el elegido para frenar el avance ultraderechista le ha permitido colonizar las instituciones mediante el uso y abuso del decreto ley. Estas maneras autoritarias de gobernar desprecian la esencia de la democracia parlamentaria. El último episodio lo han protagonizado el Gobierno y sus socios con la vergonzosa sesión del pasado miércoles.
Medio ocultos en una sala, la diputada naciolcatalanista Calvo i Gómez tuvo a bien advertir al socialbreakdancista Simancas que la ciudadanía no iba a entender que se suspendiera el pleno. Era constante el goteo de víctimas en Valencia y la sesión se reanudó sólo para votar el decretazo “antidemocrático” para controlar RTVE.
El atisbo de sensatez de Pilar Calvo se esfumó con el suave portazo que dio a los periodistas Cruset Domènech, su gesto dejó claro que estaban lavando trapos muy sucios. Al fondo, la sonrisa de Simancas era estremecedora. La DANA lo tapa todo, debieron argumentar algunos de los promotores de la sesión interrupta, quizás sin conocer aún la magnitud de la tragedia.
Vista la vergonzosa premeditación y presunta alevosía con la que ha sido elegida la lista “progresista” de los 11 candidatos ¿sería mucho pedir que algunos o algunas tuvieran a bien renunciar a su cargo y a los 100.000 euros de retribución anual?
¿No hubiera sido más digno elegir esa lista otro día y que fuera directamente proporcional a la composición del Congreso? Si no se respetan los resultados de unas elecciones, ¿a dónde van a parar las papeletas de los votantes? Ya tenemos bastante con que las del Senado vayan a la basura.
Sería también muy higiénico que la ciudadanía conociera con detalle el currículum periodístico de los candidatos (periodistas independientes, dicen) antes de ser votados. Alfabéticamente esta lista de la vergüenza la encabeza el inefable ultra Mikimoto. ¿Cómo olvidar el excelso servicio al nacionalcatolicismo de este fanático?
Después de la costosísima manipulación de la historia de 1714 que elaboraron este vocero y sus secuaces, van y lo premia la coalición “progresista” con un sillón en el consejo del medio público del Estado represor. Cuesta imaginar, por ejemplo, a Rosa León o a Mercedes de Pablos sonriendo en el consejo ante esta simpática representación del totalitarismo más dañino. Menuda falacia es el muro sanchista.
Mientras los españoles miran esta semana al cielo encapotado con un más que justificado temor, los participantes en el pleno de la vergüenza --y no sé cuántos agraciados con el sillón-- han levantado la vista para dar gracias por la maldición meteorológica, el inesperado aliado que ha tapado las descaradas maniobras fascistoides del Gobierno y sus socios.
Y se justifican que con la derecha hubiera sido peor el control de RTVE. Aunque esta decreto-legislatura sobreviva hasta 2027, estos políticos no dan para más. Y, ante tanto despropósito, España llora por la brutal tragedia y se lamenta por el enorme vacío en la cabeza.