Cuentan que esa fue la respuesta que le dieron a la reina Victoria cuando se interesó por el resultado de la regata de la Copa de las Cien Guineas cuando esta tocaba a su fin y solamente se veía al barco estadounidense aproximarse a la meta. El barco América ganó una competición que arrancó en 1851 y que hasta 1983 nunca perdieron los norteamericanos.
Hemos gozado durante casi dos meses del evento deportivo con más historia de los que ahora se realizan, añadiendo otro gran evento al historial de una ciudad cada vez más mítica. No deja de ser sorprendente que la, sin duda, peor alcaldesa [Colau] que hemos tenido en nuestra historia aceptase que nuestra ciudad, que no la suya, acogiese uno de los eventos que pasarán a los anales de nuestra historia. Afortunadamente, ya no la tenemos ni siquiera calentando escaño en el consistorio, aunque como no podía ser de otra manera, sus huestes han intentado protestar, algo que su lideresa aprobó, supongo que por error.
A pesar de tener la ciudad patas arriba por unas obras tan numerosas como innecesarias, la Copa América (o del América) ha significado un nuevo gran éxito organizativo y aunque la progresía quiere minimizar el impacto de la competición deportiva en funcionamiento más antigua del planeta, más de 1.200 millones de personas han visto algún día en sus televisores surcar el mar Mediterráneo con el fondo de la ciudad de Barcelona, no está mal como campaña de imagen. Y la mayoría de países que nos encantaría tener más turistas: Nueva Zelanda, Estados Unidos, Suiza, Reino Unido, Italia y Francia. Poco turista de bocata y mucho de evento corporativo y hotel caro, no está nada mal.
No ha sido un espectáculo multitudinario, la vela no lo es a pesar de ser el deporte en el que España ha conseguido más medallas olímpicas en su historia (22, 14 de oro), toda vez que en las zonas habilitadas para ver las regatas han pasado más de 2,5 millones personas. Y sobre el impacto económico real solo hay que preguntar a hoteleros, restaurantes, empresas de cátering y vehículos con conductor, eso por no hablar de la experiencia única de la que han gozado varios cientos de ingenieros españoles. El aeropuerto ha reportado más de un 10% de incremento de movimiento en septiembre e imagino que en octubre será superior. Y si nos centramos en los vuelos privados será mucho más. Más movimiento en el sector de calidad, que es lo que queremos.
La Copa América conjuga altísima tecnología con tradición, barcos que literalmente vuelan sobre el agua con velocidades 3 o 4 veces superiores a la del viento que los propulsa que alcanzan picos de velocidad por encima de los 100 kilómetros por hora, una velocidad impensable hace solo unos pocos años. Quien no conoce el mundo náutico no puede entender lo que significa que un barco a vela sobrepase los 100 kilómetros por hora. Y quien lo conoce, casi no lo puede creer. Un velero de competición, de regata, no supera los 40 kilómetros por hora por más viento que sople. Estos más que doblan esta velocidad gracias a su tecnología de “vuelo”.
Se trata de un evento único, capaz de unir atletas de élite e ingenieros de alta competición con aficionados a la vela más humilde. El encuentro de 350 patines a vela es la mejor expresión de esa unión de lo más sofisticado con lo más sencillo, embarcaciones que parecen de otro planeta con otras que, por no tener, no tienen ni timón, siendo guiadas por el viento y el peso del tripulante. La cantidad de personas agolpadas en el Port Vell, en la playa del Bogatell y en la plaza del Mar, además de en las playas, los días clave de la competición, es incontestable.
La iniciativa fue privada, empujada por Barcelona Global cuya anterior presidenta, Aurora Catá, ha seguido su tarea formando parte del comité organizador, reforzado por más de 2.000 voluntarios y luego apoyado por las administraciones, un espíritu que no deberíamos abandonar. Se han introducido por primera vez en la historia dos competiciones en paralelo, una competición para jóvenes entre 18 y 25 años y otra para mujeres. Varias marcas catalanas han brillado, entre otras Cupra, omnipresente en la competición, y Puig, patrocinador principal de la regata de mujeres.
Mucha gente “importante” sabe que en Cataluña se produce cava y Corpinnat, y que el Prosecco, aunque también se produce en el Penedès, es casi accidente empresarial. Hemos contado entre nosotros con presidentes de bancos, de aseguradoras, de compañías de moda, de marcas de lujo… y nuestro Rey ha venido dos veces a ver la competición, una de ellas desde un portaviones. Barcelona, de nuevo, puede sentirse orgullosa de haber sido una excelente anfitriona de un evento de estas características, de haber demostrado la enorme capacidad para organizar y gestionar sin que haya habido ni problemas ni incidentes. La marca Barcelona vuelve a brillar a pesar de los intentos de algunos de llevarnos hacia atrás, es su increíble esfuerzo de cuanto peor mejor.
Nos tenemos que acabar de quitar toda la caspa que durante hace años nos ha impedido soñar. Ahora hay que ir a por la siguiente edición, sin complejos. No nos han dicho que no, nos han dicho que no nos durmamos, que pensemos cómo incluir el puerto del Fórum, Castelldefels, Sitges, Vilanova, Badalona y Mataró y, sobre todo, que montemos un equipo 100% español, como ya lo hubo en Valencia, por cierto. Además, tenemos que mover más la imagen del torneo en nuestros medios, esto no es solo para guiris.
Si queremos, si nos movemos, tenemos opciones. ¡Ahora, si pensamos que ya lo hemos hecho todo, otros se moverán, nos pasa siempre… suerte que Madrid no tiene mar! Tenemos que atraer cuantos más partidos mejor del Mundial de Fútbol y hemos de pelear por la Ryder Cup, otro evento único y que no lo tenemos ya porque no nos ha dado la gana. Hay que ser muy manipulador para usar la sequía como excusa para no acoger la Ryder Cup. Dejemos atrás el doble sexenio negro, negrísimo, uno de los peores de nuestra historia, y peleemos por el futuro con ilusión.