A los hooligans de Juego de Tronos nos entusiasmó sobremanera el capítulo final de la tercera temporada de la serie de los siete reinos. La boda roja, o boda de sangre, fue todo un giro de guión y donde nada era lo que parecía. El resultado fue una masacre total que acabó con el rey del norte, Robb Stark, candidato al Trono de Hierro controlado por los Lannister. En ellos se apoyó Lord Walder Frey para vengar la afrenta de Stark de no casarse con su hija, y durante el banquete no quedó ni rastro de la casa Stark, porque todos y cada uno de ellos fueron asesinados. El capítulo no tiene desperdicio ni narrativo ni visual porque las imágenes tienen una crudeza inusual.
Pues, visto lo visto, el capítulo de la boda roja parecerá un juego de niños si lo comparamos con el congreso de ERC. En los últimos días, las acusaciones están subiendo de tono, en privado por supuesto, pero también en público. Ya no sólo vuelan los cuchillos por actuaciones políticas concretas, sino por llamadas telefónicas a militantes que cuestionan temas personales de los rivales.
Marta Rovira hizo esta semana una actuación estelar encarnando el papel que más le gusta, además del papel de telefonista a militantes, que es el de Zarina ofendida. Insinuó que ella nada tenía que ver con la estructura B, creyendo que militantes, votantes, periodistas y ciudadanos en general estamos sin un hervor y que nos creemos que ella, la pobre Zarina, no sabía nada de la estructura que estaba controlada por personas de su entorno más inmediato. El establishment de ERC ha salido en tromba en favor de Nova Esquerra, y también el genio y figura de Ernest Maragall, que se niega a salir por la puerta de atrás que eligió para irse tras su fiasco personal y político, y contra Junqueras. Lo más suculento es Xavier Vendrell, que acusó a Junqueras de esconderse en el Monasterio de Montserrat. Bueno, la Zarina se fue más lejos, a Suiza concretamente. Junqueras, a lo mejor, sólo quería evitar ser detenido delante de sus hijos. Visto lo visto, no le faltó razón.
El debate político es inexistente, y su máximo exponente lo dijo Rovira. Que los Comunes votaron contra los presupuestos porque ERC -por culpa de Junqueras, of course-, pactó con Collboni en Barcelona, lo cual provocó el adelanto electoral. Que yo sepa, Aragonès convocó las elecciones porque pensaba que iba a ganar gracias a su gestión. De hecho, eso sólo se lo creían él y su equipo de campaña, liderado por Sergi Sabrià, un hombre muy cercano, pero mucho, a Marta Rovira. Vamos, que Aragonès no tenía por qué convocar elecciones, podía haber reactivado la negociación de los presupuestos y renegociar con los Comunes. No lo hizo, y en su lugar convocó elecciones para que luego los roviristas boicotearan un acuerdo de su grupo municipal en Barcelona con el numerito de los militantes llegados en coche oficial al lugar de la asamblea. Realmente penoso.
La gran acusación de Rovira es que Junqueras actuaba al margen de la ejecutiva. Lo del circo de grupos de WhatsApp fue enternecedor. ¿Qué hacía la secretaria general ante estos grupos? ¿No decir nada? ¿O crear otros paralelos? Queda todavía un mes y medio para el congreso y cada día se asemeja más a una boda roja. Incluso Rovira ha hablado de ruptura. Condición para que no haya ruptura: que Junqueras dé un paso al lado, y ella saca pecho diciendo que lo ha dado. Olvida, eso sí, decirnos que se queda a vivir en Suiza, y no es un tema menor. Que la todavía secretaria general hable de ruptura ennegrece más el horizonte. Como lo ennegrece el silencio de Oriol Junqueras sobre el pacto alcanzado con el PSC.
Puedo compartir que el procés ha quemado los liderazgos. Artur Mas, Miquel Iceta, la extinción de Ciudadanos, Xavier Domènech de los Comunes, e incluso Ada Colau; pero también en el mundo independentista, incluido Puigdemont, que se autodefine como deidad egipcia, pero poco más, y no tiene ninguna intención de seguir viviendo del momio. Rovira y Junqueras, ciertamente, deberían dar un paso al lado; pero sin un mínimo liderazgo, ERC puede acabar engullida en el remolino.
Junqueras no es un liderazgo de futuro, pero sin lugar a dudas es un liderazgo de transición, porque ERC necesita tiempo y sosiego. El fracaso del procés es de todos, incluida Rovira, que chillaba y gritaba por los pasillos de Palau. Ahora nos cuenta que no había nada preparado. ¿Qué había preparado ella, más allá de su tocata y fuga a Suiza? ¿No tenía ninguna responsabilidad? Que fácil es ver la viga en ojo ajeno y no en el propio. Lo mejor es flagelarse en público y considerarse la Zarina ofendida y anunciar la boda roja. La cosa está en saber quiénes son los Lannister, los Stark y los Frey. Todo un sudoku y nada sencillo; y, como diría un gallego, manda carallo.