El 1 de octubre es el día oficial de los pueblos más bonitos de España, pero en los calendarios con santoral se recuerda a Teresita canonizada por Juan Pablo II y que, según Pío X, fue “la santa más grande de los tiempos modernos”. Son hechos históricos, dirán los fervorosos consumidores de larguísimas cronologías desde los orígenes de la Humanidad hasta los albores del siglo XXI.
Antes fue en “temporamas”, ahora es en Wikipedia donde se registran los acontecimientos, los nacimientos, las celebraciones y el santoral que se puede recordar, los que no están incluidos parecen que no existen. Quizá sea esa una de las razones en la que se fundamenta el último Puigdemont, cuando afirma que harán falta muchas gomas de borrar para olvidar la trascendencia del 1 de octubre de 2017.
En la versión en español de la enciclopedia internauta se incluye en ese día la celebración del referéndum de independencia “considerado ilegal tras haber sido suspendido por el Tribunal Constitucional”. En Viquipèdia se registra la versión catalanista del acontecimiento, separado de los del resto del mundo y agrupado en los sucedidos en los Països Catalans: “Se celebra el Referèndum sobre la independència de Catalunya amb més de 2 milions de votants i amb violència per part del Cos Nacional de Policia espanyol i de la Guàrdia Civil Espanyola” (sic).
En su última homilía, Puigdemont precisó por qué ese día es una referencia histórica: “El referéndum del 1 de octubre es un hecho tan contundente que intentar hacer política prescindiendo de él es faltar al principio de realidad”. Y añadió que “no hay suficientes gomas de borrar para eliminarlo de nuestra historia ni prescindir de él cuando nos planteamos el futuro de nuestra nación”. Es sabido que todos los nacionalismos -sin excepción- tienen como principio básico e inexcusable usar y abusar de la historia. Su gran especialidad es convertir datos acerca del pasado en incuestionables hechos históricos que legitiman su ideología identitaria, racista, sectaria y excluyente.
Como decía Edward H. Carr, los datos son la materia prima del historiador más que de la Historia: “La necesidad de fijar estos datos básicos no se apoya en ninguna cualidad de los hechos mismos sino en una decisión que formula el historiador a priori”. Dicho de otro modo: “Es el historiador quien ha decidido, por razones suyas, que el paso de aquel riachuelo, el Rubicón por César, es un hecho que pertenece a la Historia”.
Si la condición de hecho histórico depende de la interpretación del historiador, es fácil de imaginar cuál es la selección y calificación de tales hechos si es un historiador nacionalista. Y no digamos si es un político. El resultado es un fetichismo simplón que se podría corregir con una sencilla goma de borrar.
El referéndum del 1 de octubre es un dato, pero si se considera que se debe recordar como un hecho histórico, no estaría de más subrayar que fue un mayúsculo error de muchos políticos y de miles de ciudadanos que confundieron democracia con identidad y tribu con pueblo y nación.