La hoja de ruta que Salvador Illa ha aplicado durante su primer mes de gobierno es exactamente lo que piden la mayoría de los catalanes: reconstruir la Cataluña previa al Procés. Aquella que despertaba una cierta admiración. Despacito y con buena letra, el president ha configurado un Govern sin estridencias; ha cambiado la cúpula de los Mossos d’Esquadra; ha tejido puentes con la iglesia católica en Poblet y Montserrat; ha visitado al Rey, y ha redirigido los esfuerzos de la ‘diplomacia’ catalana a buscar consensos con las comunidades autónomas en vez de requerir el apoyo de las huestes bolcheviques del río Volga. 



Sin embargo, ha aparecido una piedra en el zapato del president que perturba su intención de evitar conflictos en Cataluña: la OPA hostil del BBVA sobre Banco Sabadell. Aunque Illa ya se pronunció en el momento del lanzamiento de la OPA (incomprensiblemente anunciada a dos días de las elecciones catalanas) y que el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, no esconde su antipatía por la operación, lo cierto es que Illa evita un tema que levanta ampollas entre el empresariado catalán.



Antes de las elecciones, el president afirmó que “el mismo nombre hostil ya indica que no vamos por buen camino”. Y como es poco dado a cambiar de opinión, seguramente sigue pensando lo mismo, pero la OPA hostil del BBVA se ha convertido en una piedra en su zapato. Durante los últimos días, la prepotencia del presidente del BBVA, Carlos Torres, le ha llevado a visitar Cataluña sin prepararse y los accionistas de Banco Sabadell le vapulearon en un encuentro celebrado en Esade. “El Sabadell es como el Barça, es más que un banco, es un sentimiento y eso no está incluido en su oferta señor Torres”, aseguraba Joan Corominas, hijo del expresidente del banco.



Frente a la agresividad de los accionistas, Torres prometió mantener un centro operativo en la actual sede del Sabadell en Sant Cugat, e incluso utilizar durante un tiempo la marca Sabadell -no está claro que Competencia aceptara por las buenas una fusión- para el mercado de pymes donde el banco catalán es líder. Pero el problema del BBVA es de credibilidad. 

Como un elefante en una cacharrería, así podríamos definir la “historia” del BBVA en Cataluña. Desde 1988, el BBVA ha aprovechado las situaciones delicadas del mercado bancario español, y del catalán en particular, para comprar a precios de derribo. Primero, compró Banca Catalana por una peseta, luego, compró Caixa Sabadell, Caixa Terrassa y Caixa Manlleu (UNNIM) por un euro y, finalmente, adquirió Caixa Catalunya -ya fusionada con las cajas de Tarragona y Manresa- a cambio de recibir ayudas públicas que nunca ha devuelto por valor de 14.000 millones de euros. ¿Qué hizo a cambio el BBVA? Vendió el edificio de Banca Catalana en la Diagonal; la sede de BBVA en la Plaza Cataluña y cerró las sedes de Sabadell, Terrassa, Manlleu, Manresa, Tarragona, borrando del mapa toda la tradición bancaria de la región. Siempre prometió compartir operativas y nunca cumplió sus promesas.

Todas estas entidades desaparecidas tenían una relación estrecha con sus comunidades, ya que tradicionalmente apoyaban proyectos locales y gestionaban buena parte de los ahorros de los catalanes. Ya no queda nada. Todas estas entidades tenían cientos de oficinas y miles de empleados. Ya no queda nada, y si prospera la OPA quedará menos porque Torres habla de todo menos del impacto en las plantillas. Todas estas entidades estaban vinculadas a muchos proyectos y obras sociales. Ya no queda nada.

Esta semana un corresponsal anglosajón me preguntaba: "¿Qué tendría Torres que ofrecer para que la OPA saliese?" La respuesta es sencilla: credibilidad, una credibilidad que no tiene. Y sin credibilidad, la única opción que le queda es ofrecer más dinero y negociar, algo que el presidente del BBVA ha asegurado cien veces en público que no hará. El president de la Generalitat no puede mantenerse al margen de esta polémica, porque las piedras en el zapato molestan y lo mejor es sacarlas de inmediato. Como dice el mismo Illa la incertidumbre no es la mejor receta para construir la nueva Cataluña.