La cita conventual de los barones del PP se celebró en el Palacio de los duques de Pastrana, en el Paseo de la Habana de Madrid, construido por el financiero francés Guilbou Rives. Es el antiguo Colegio de los Ciegos, hoy propiedad de la ONCE y acaso Núñez Feijóo pensaría que el edificio, ni barroco ni Sabatini, lo tiene todo en su sitio: fachada columnar de impávido abolengo e interior adocenado. Digamos que mucho celofán para una especie de nuevo ministerio en el viejo Chamartín remodelado. Ideal para un aterrizaje forzoso de los presidentes territoriales de la derecha, aspirantes a taifas pensando en los beneficios del modelo catalán. Y claro, nada mejor que un buen desengaño, si se quiere frenar el entusiasmo de los que querían negociar con Moncloa sin pasar por Génova.

Es el lugar en el que, el pasado viernes, Núñez Feijóo les habló casi en susurros a sus barones de una hipotética moción de censura del PP contra Sánchez, pactada con Junts, si el Gobierno no consigue aprobar en el Congreso los Presupuestos Generales de 2025. De momento parece imposible que el PP, sin desprenderse de Vox, pueda pactar con Junts, aunque el soberanismo conservador catalán practique a conveniencia esta cosa fea de la xenofobia.

Oficialmente, la oposición utilizó el blasón de Pastrana para lanzar la declaración España entre todos, en la que denuncia la financiación singular de Cataluña pactada con ERC y solicita al Gobierno transferir 18.000 millones de los fondos Next Generation de la UE a los gobiernos de las autonomías. Feijóo dice que esta cantidad limaría la deuda de las comunidades, “un dinero que no es de Sánchez, sino que es de todos los españoles, una deuda de las comunidades que es de las comunidades”, en palabras inconexas. Un batiburrillo sintáctico impropio, una vez más, de un partido de cuadros con muy buenos dirigentes que no están ni en Génova, ni en Faes ni en la Plaza del Sol.

Esta derecha pensante y ausente -y necesaria- dice que “vamos de Pinto a Valdemoro”; en realidad van de Borja Semper, el poeta, a González Pons, novelista de infiernos, adolescencia y erótico tronío. También van de Miguel Tellado, martillo de herejes, a Dolors Montserrat, dama de timbre desmedidamente eufórico. Se pierden en la queja, malbaratan la ventaja de cuatro millones de votos que les otorgaron las últimas elecciones autonómicas y municipales. Tampoco tienen memoria. Como se ha dicho, no se acuerdan ya del programa de Alicia Sánchez Camacho, en las catalanas de 2012, cuando el PP catalán hablaba literalmente de la financiación singular, un argumento del llorado Josep Piqué.

Entre los muros del Pastrana, la historia revela que Ruy Gómez de Silva, señor de Pastrana, duque de Estremera y Adelantado de Cazorla, fue Sumiller de Corte. Son este tipo de sombras del pasado las que le van a Feijóo y, mientras nos perdemos en nimiedades territoriales sin aceptar que España es un modelo federal desde 1978, Europa vacila ante el informe de Mario Draghi (salvador del euro), que exige inversión pública y deuda mancomunada a gran escala para sacar a Alemania, la locomotora, del bache. El mundo liberal del PP Europeo pone trabas y Feijóo hace su último Rajoy en el palazzo ducal.