Puesto que hoy en día los padres se desentienden de la educación de los hijos, son las entidades ciudadanas quienes deben asumir esa función. Es lo que ocurrió en la fiesta mayor de Granollers, que la peña Els Blaus de la localidad tuvo que organizar un taller de lanzamiento de cócteles molotov, en vista de que en casa las familias no enseñan a los niños ni los más elementales rudimentos de guerrilla urbana. De no ser porque la fiesta mayor de la Granollers es pedagogía además de diversión, los niños de esta ciudad crecerían sin saber cómo lanzar contra un agente de policía un artefacto incendiario que pueda acabar con su vida.
La culpa no es solo de los padres -lo cual no significa que puedan eludir su responsabilidad-, es que tampoco en el colegio se enseña a los jóvenes a agredir a las fuerzas del orden. No es solo que los cócteles molotov estén incomprensiblemente fuera del currículum escolar, es que ni siquiera hay actividades extraescolares en las que puedan aprender a empujar contenedores contra la policía o a construir barricadas, acciones que también estaban incluidas en el cursillo que tuvo lugar durante la fiesta mayor.
Así las cosas, y para evitar que al llegar a la adolescencia los niños de Granollers sean incapaces de matar, o por lo menos herir gravemente, a los integrantes de las fuerzas de orden -o a quien sea-, tuvo que ser una entidad privada la que asumiera esa importante función. Lo hizo, además, de modo totalmente altruista, por el simple placer de enseñar al que no sabe, no había más que ver con qué alegría celebraban que un niño acertara de pleno al monigote que simulaba ser un agente, no sabría decir si se veía más felices a los niños o sus instructores, tanta era la ilusión de unos y otros. Más de un participante en el cursillo debió salir de ahí dispuesto a pasar del simulacro a la realidad, esperando cruzarse con un guardia municipal no ignífugo en el camino a casa, eso para un profesor es lo máximo, no hay dinero que lo pague. Es de esperar que esta labor pedagógica se vea recompensada en forma de subvenciones del ayuntamiento y de la Generalitat.
Todo es empezar, pero las cosas no pueden quedar ahí. Atacar a la policía con cócteles molotov es una actividad que a los niños les sirve para quemar -con perdón- adrenalina, pero no les reporta beneficios económicos. En las fiestas del año próximo, los que hayan superado con nota la prueba de alcanzar al muñeco policial con el artefacto incendiario, aprenderán a atracar bancos, sea mediante butrón, sea asaltándolo a punta de pistola tomando rehenes. Dependerá de las preferencias de cada alumno, a esas edades es mejor dejarles un poco de libertad de elección, ya tendrán tiempo cuando sean mayores de entender que no siempre es posible escoger, que la vida a veces no ofrece alternativas y hay que jugar con las carta que te da.
Seguro que Els Blaus, que han demostrado estar atentos a las necesidades de la infancia de Granollers, ya están preparando los nuevos cursos a impartir el año que viene. La guerrilla urbana es divertida, lo que ocurre es que a la larga carece de incentivos, quiero decir que ver cómo se quema vivo un agente puede tener su gracia, pero a la que lo has visto unas cuantas veces, pierde interés, lo saben bien los organizadores del cursillo. En cambio, atracar bancos, secuestrar hijos de millonarios, exigir impuestos revolucionarios, extorsionar bajo amenazas de muerte y torturar a ancianas hasta que confiesen donde guardan las joyas, son actividades que, además de proporcionar diversión a los niños que se apunten a las mismas, conllevan beneficios monetarios. Siempre es positivo que los niños lleguen a la edad adulta sabiendo cómo ganarse la vida, que no todo ha de ser guerrilla urbana en esta vida.