Hay padres muy raros. Lo de poner al niño a trepar a 15 metros de altura vestido como si fuera a pisar uva les debe de parecer la mar de bonito, y seguro que le hacen muchas fotos al chiquillo mientras se encarama a hombros de hombretones vestidos de igual manera. Y es también seguro que después las cuelgan en las redes sociales, para solaz de parientes y amigos, cosa que el pobre niño (o niña) no puede hacer todavía, porque no tiene edad para tener cuenta en Instagram, aunque sí la tiene para jugarse el físico delante de cientos de personas vociferantes, en una absurda competición. Por fortuna, parece que la niña de la Colla Vella de Valls, accidentada hace unos días en Vilafranca del Penedés, va a recuperarse, y es posible que sus papás hayan entendido que los niños deben de subirse como mucho a un tobogán. Aunque mucho me temo que esas advertencias de los dioses no van a servir de nada, y eso de permitir a los niños jugarse la piel no va a terminar hasta que un enxaneta muera en una caída.

Uno no ha asistido jamás a una jornada castellera, pero las ha visto por televisión, y si hay una característica común a los niños que se ven obligados a trepar hasta la cúspide el castell, es que todos ponen cara de asustados, de estar pensando “con lo bien que estaría yo en casa jugando con la Play, quién me mandaba hacer caso a mis padres y apuntarme a esta mierda”. He llegado a pensar que son niños que sacan malas notas y sus padres los castigan inscribiéndoles a una colla castellera.

-Aquí tienen a mi hijo. Que suba bien arriba, a ver si así en la próxima evaluación aprueba todo.

Suben acongojados, se les nota en la mirada. Por eso, en cuanto llegan arriba, alzan el brazo casi imperceptiblemente con un gesto veloz y se dan prisa en volver a bajar, descienden deslizándose como lagartijas, tal es el miedo que han pasado ahí arriba. Los niños no deberían conocer jamás el miedo, ya tendrán tiempo de encontrarse con él en la vida adulta ¿Qué sentido tiene hacérselo pasar a su tierna edad? Muy mal tienen que haberse portado esos niños castellers para ser castigados a sufrir correctivos tan crueles.

Seguro que saldrá alguien defendiendo ese uso de menores con el argumento de que también ha habido niños torero. En realidad, lo que más ha habido han sido enanos torero, los cuales acompañaban al bombero torero, no sé si todavía existe dicho espectáculo. Eso es otra cosa, un enano tiene tamaño de niño pero es un adulto que sabe dónde se mete. Tal vez esa sería la solución para la supervivencia de los castells. Ya que, por cuestiones de peso, el enxaneta ha de ser alguien de poco tamaño, podrían ejercer dicha función enanos en lugar de niños, ahora que se está limitando su participación en otros espectáculos (repito que ignoro si continúa en activo el bombero torero y su troupe de pequeños ayudantes, y no sé tampoco si siguen participando en espectáculos de circo, pero lo que es seguro es que se terminó lo de lanzarlos lejos como diversión, actividad que estuvo de moda en algunos países). Los enanos -he conocido algunos- tienen mala leche, si suben a la cima de un castell será porque les da la gana, no porque alguien se lo ordene, y mucho menos sus padres.

El peso de un enano es similar al de un niño, pero tiene mucha más fuerza, con lo que todo son ventajas, en cuanto una colla adopte esta solución y las demás vean los castillos que corona, todas harán lo mismo. Las tradiciones tienen que ir evolucionando, y aunque ahora nos pudiera parecer raro ver a alguien que padece acondroplasia haciendo de enxaneta, a la larga nos habituaríamos. Claro que, entonces, los papás no podrían enseñar las fotos de sus niños haciendo el ganso con cara de asustados, pero a cambio tampoco tendrían que acompañarlos al hospital con un ay en el cuerpo. Vaya una cosa por la otra y que sean los adultos quienes se jueguen el físico por mantener vivas las tradiciones. Los niños al tobogán y los enanos al castell.