Las prisas no suelen ser buenas consejeras. Y en política, mucho menos. Salvador Illa se ha aplicado este cuento y ha ido configurando su gobierno. Desde consellers hasta los jefes y jefas de máquinas. Sin estridencias, con paso corto y lanzando mensajes. El primero, en Interior, con cambio total en la cúpula policial. Lo anunció en campaña y lo cumplió. Pero la llegada del Mayor Trapero y el cambio en los mandos policiales evidencia, sobre todo, que van a cambiar las cosas en esta legislatura.
Segundo mensaje, inversiones cerradas para una nueva desaladora en el Empordà, ampliar la de Tordera y construir la del Foix ya planificada. O sea, actuar en el norte -Empordà y Tordera- para paliar la sequía de Girona y asegurar el abastecimiento de Barcelona sin dejar a la industria y al sector primario al pairo, y actuar en el sur -Foix- para garantizar el agua al litoral del sur de Barcelona y el norte de Tarragona. Y por qué no decirlo, poner una pica en Flandes para hacer algún tipo de interconexión con el Ebro. La cercanía lo permite. Ahora no está sobre el papel, pero no lo descarten. La sequía es un problema y, para Illa, una prioridad ampliando las infraestructuras previstas. Porque la sequía se agravará año tras año y habrá que prepararse.
Seguridad y sequía han sido los dos primeros mensajes y han potenciado la imagen de seriedad del nuevo gobierno y afianzado esa misma imagen del presidente. “Ojalá Illa dure al menos siete años”, me decía un empresario en estos días. Y un tercero, Illa quiere ocupar el centro político abandonado por el independentismo. Miquel Samper, Sònia Hernández y Francesc Xavier Vila son sus máximos exponentes, pero también en eso que se ha mal llamado sottogoverno.
Sólo una equivocación, desde mi punto de vista, en estas semanas. La dimisión de Alfons Jiménez como jefe de gabinete de la consellera Sílvia Paneque. Su pecado es que son pareja. Mi pregunta es: ¿y?. Jiménez es secretario de organización del PSC de Girona y uno de los que resistieron la homogeneidad que quiso implantar el independentismo en Girona. Y lo hizo con Paneque. Entonces no pareció problema. Hoy sí. No fue un error nombrarlo, el error fue no prever el barriobajero ataque de Junts y encima comprarlo, y dimitir. Jiménez no es un paracaidista, es un actor político con todas las letras y todos los sentidos. Aquí, se ha pecado de infantilismo.
Que la acusación la haga Junts tiene su guasa porque de momento no han dicho nada de los hijos de Pujol, ni de los entramados familiares que se construyeron en la Generalitat durante más de 20 años a la sombra de la gran Convergència. Hijos, hijas, nietos, nietas, primos, primas, tíos y tías, que no tenían nada que ver en política acababan con mando en plaza. Ahora se nombra a un hombre fuerte del PSC como jefe de gabinete de la consellera y, como es su pareja, se rasgan las vestiduras. En fin, es lo que tiene la mediocridad. Por eso mismo, no tenía que dimitir Jiménez y espero que el president enmiende su error.
El nivel de la oposición es este. Liados como están en sus problemas internos han lanzado la soflama populista para salvar los muebles. Yolanda Collboni, hermana del alcalde de Barcelona, también ha sido blanco de críticas hechas con mala fe y por ignorancia, no lo duden, porque Yolanda lleva años en diferentes salas de máquinas del PSC, al margen de la carrera política de su hermano. Y como esta oposición no tiene más argumentos, porque hoy llamarla oposición es por educación, ha tirado del insulto fácil, de la comparación extemporánea y de la mediocridad para criticar algunos nombramientos. El blanco preferido ha sido Cristina Farrés, responsable de Comunicación del Govern, una periodista de raza y directora hasta ahora de Crónica Global, que arrastra la culpa de ser hermana de la alcaldesa de Sabadell. Los ignorantes, los tontos de las profundidades del lodazal y los resentidos que no fueron nombrados ministros de economía y se lanzaron, enrabietados y por venganza, en brazos del independentismo más irredento -las tres condiciones no son excluyentes- no tienen más argumentos.
Sea como fuere, Illa va despacito y haciendo las cosas con buena letra. Su gobierno no tendrá los primeros 100 días de gracia. En Cataluña sí, porque la oposición ni está ni se la espera hasta que diriman sus propios conflictos, pero Madrid -todo Madrid diría yo- está preparando sus Cañones de Navarone apuntando a la plaza Sant Jaume. Sánchez ha preferido consolidar a Illa en Cataluña porque es la garantía de que aquí las cosas pueden cambiar, y a mejor, volviendo a la certidumbre, a costa de su propia estabilidad. Ahora le toca a Illa guiar el barco para hacer posible esta estabilidad que Sánchez necesita. Mañana nos contará cosas en TV3 en horario de máxima audiencia y antes, a primera hora de la tarde, se reunirá con la cúpula de Foment del Treball. Dos nuevos mensajes, y van cuatro, invitando a una nueva manera de dar el pistoletazo de salida al curso político.