Por más que deje en mal lugar a la policía autonómica, por más que se estén riendo en toda España, y en media Europa, no hay que preocuparse demasiado por el clamoroso ridículo de ayer. Todos somos humanos. Todos metemos la pata. ¿Quién no hace el ridículo alguna vez en la vida, quién no traza planes que luego salen fatal?

El sofocón pasará, al conseller de interior, Joan Ignasi Elena, máximo responsable del fiasco, le quedan pocos días en el cargo; al comisario jefe, Eduard Sallent, no se le va a fusilar, sólo se le destituirá y se le dará un nuevo empleo en alguna estimulante comisaría en La Mina, donde pueda desplegar todo su savoir faire, todas sus percutientes sagacidades inductivas y deductivas en la persecución del crimen; y, en fin, las aguas volverán a circular, plácidas aunque turbias, por su cauce en el mejor de los mundos posibles, que es, como todos sabemos, Cataluña. Se restaurará la normalidad, o lo que nosotros entendemos por tal.

Ciertamente, el mosso (o los mossos) que ha ayudado a Puigdemont a escapar otra vez ante las narices de sus camaradas, que querían ponerle los grilletes después de su heroico discurso ante el Arco de Triunfo, en toda lógica cartesiana debe ser expulsado del cuerpo, y acusado de traición, si es que este delito todavía existe en nuestro ordenamiento, si es que Pedro Sánchez y sus leguleyos no han borrado del Código ese delito, siempre en bien de la reconciliación y la armonía universal… Sufro por ese mosso. Pero, dado que el episodio de ayer no es más que una derivada o un estrambote del procés, se le debería aplicar la amnistía automáticamente, y en consecuencia reincorporarlo al Cuerpo a la mayor brevedad.

Igualmente, el diputado Albert Batet; el secretario general de Junts, Jordi Turull, alias Tururull; Josep Rull, presidente del Parlament; la Geganta del Pi (Laura Borràs) y el resto de la cúpula de Junts que, a la vista de todos, han escoltado la nueva aparición y nueva fuga de nuestro Fantomas particular, de nuestro Houdini, deben ser encausados… pero de inmediato amnistiados. Por el bien de la reconciliación y el reencuentro entre todos los españoles. 

Veamos el esperpento de ayer desde el mejor punto de vista posible. Los Mossos fallaron, Houdini pudo montar su show impunemente, pero la verdad es que tampoco pudo cumplir su compromiso de asistir (y boicotear) a la ceremonia de Salvador Illa como nuevo presidente de la Generalitat, y con este nuevo fiasco difumina un poco más su aura entre los suyos. Puigdemont queda un poco como un pillastre, como un burlador, no como un hombre de Estado, mucho menos como un libertador. Todo permanece, pues, en el nivel de sainete, de provocación o de gamberrada, de carrera de un streaker, y a estas alturas una más no importa.

Entrego este artículo a las cuatro de la tarde de ayer, y a esta hora nada se sabe de Houdini, dónde se esconde, si habrá logrado cruzar la frontera, en el maletero de un coche, o tiritando en la nevera de un camión frigorífico cargado de reses muertas, por ejemplo. Si yo fuera Sallent lo buscaría en Cadaqués, en casa de Pilar Rahola, donde ya ha sido otras veces huésped. Y en concreto lo buscaría en la piscina, donde es posible que en estos momentos se encuentre refrescándose de la calorina de ayer en el Arco de Triunfo y relajándose del estrés de vivir como El fugitivo

Siempre puede Sallent ponerse un bañador y darse también un chapuzón, y disfrutar del momento, porque los días que vienen no van a ser los mejores de su vida… Ante todo, serenidad, comisario, mucha calma.