No ayuda mucho a la autoestima independentista que Clara Ponsatí tache a todos sus líderes de cobardes, de sectarios, de autoritarios, de mentirosos y, en fin, de políticos de pacotilla que piensan solo en su propio beneficio y se sustentan en una prensa afín y subvencionada (de todo eso los acusó casi textualmente). No ayuda, aunque justo es reconocer que tampoco perjudica, ya que no dice nada que no supiéramos desde el inicio. Habrá ayudado, si acaso, a la propia Ponsatí, que debía de llevar tiempo estreñida -por su aspecto, siempre me lo pareció- con todo eso en su interior, hasta que por fin ha conseguido vaciar los intestinos. Y como hiede lo que ha soltado, por cierto.

Lo que uno se pregunta es cuál debe haber sido el recorrido intelectual -es un decir- de esta señora, para llegar hasta donde algunos estamos desde hace casi una década, que es cuando empezó la murga del procés. Quienes no nos debemos al govern de turno, dijimos entonces exactamente lo mismo que ahora parece haber descubierto la señora Ponsatí. Tal vez por su edad las conexiones cerebrales son un poco lentas, pero aun así, diez años me parecen muchos para darse cuenta de algo tan evidente como que Puigdemont, Rull, Comín, Torra, Rovira, Borràs, Junqueras y toda la tropa son tan valientes como inteligentes. Lo percibo yo a la primera, que no los he visto en mi vida más que por televisión, ¿cómo no percatarse de su cobardía y su necedad tras haber hablado con ellos una sola vez? Me imagino a mí mismo en la reunión en la que Junqueras y Puigdemont diseñaban el procés y les aseguro que al salir de allí no me acerco nunca más a ninguno de los dos ni para pedirles la hora, aquello debió de ser la sarta de disparates más ridícula que se ha planeado desde que Napoleón convenció a sus generales de invadir Rusia en invierno.

¿Clara Ponsatí se ha dado cuenta lentamente de que se rieron de todos los catalanes, avanzando cada día un poco en su percepción? ¿O, por el contrario, un buen día estaba encaramada a un guindo, se cayó, y con el golpe en la cabeza vio de sopetón que la habían tomado por imbécil a ella y a un par de millones más de catalanes? Sería bueno que nos aclarase este punto. Sostiene Ponsatí, entre otras lindezas, que sus entonces colegas mandaron el 1-O a la gente a enfrentarse a las fuerzas del orden mientras ellos se lo miraban desde casa, por televisión. Gran verdad, a fe. Lo extraño es que haya tardado una década en notar que ninguno de sus amiguetes sufrió ni un solo rasguño aquel día. Es más, ninguno de ellos salió en televisión encarándose a la policía (era ontológicamente imposible, no puede uno estar en el sofá de casa riéndose de aquellos a quienes ha mandado a "defender urnas", y estar a la vez defendiéndolas: puestos a elegir, mucho mejor en el sofá, cerveza en mano).

Demos la bienvenida a Clara Ponsatí al corral de la gente cuerda, que ya cuentan las Sagradas Escrituras que más contento está el pastor por el regreso de una oveja descarriada que por todas las que permanecieron en el establo. No está bien burlarse de ella por llegar con diez años de retraso al punto de partida, más vale tarde que nunca, sobre todo si tenemos en cuenta que hay algunos -cada vez menos, ya dijo aquel que no puedes engañar todo el tiempo a todo el mundo- que siguen creyendo en quienes les prometieron lo que sabían perfectamente que no conseguirían. Si nos reímos de la abuelita Ponsatí por razonar con lentitud -lentitud de años-, qué hemos de pensar de quienes, ni con el paso de los años ni con todas las mentiras que les han hecho tragar, dejan de mirar al cielo esperando ver caer la independencia en forma de maná. Respeto, por tanto, por Clara Ponsatí, que a lo tonto a lo tonto, ha visto que la tomaron por tonta.