Cataluña hoy se la juega. Los catalanes deben decidir si quieren pasar página o reiniciar un proceso que nos ha hundido política, social y económicamente. Deben elegir entre Salvador Illa, un hombre tranquilo, centrado y solvente que toca de pies en el suelo, o Carles Puigdemont, un hombre taimado de sí mismo que asume un papel de mesías redentor. En esta ecuación no está Pere Aragonès porque los republicanos se metieron solos en unas arenas movedizas desde que el president convocó las elecciones. Y desde entonces no han salido quedándose fuera de la carrera presidencial.

Las encuestas corren por doquier y son para todos los gustos. La mayoría prevé una participación ligeramente superior al 63%, pero todos los demoscópicos aguantan la respiración porque un incremento que rebase el 65% puede dar al traste con todas las previsiones. Eso sí, el tablero está claramente definido entre Illa y Puigdemont, o el futuro de una nueva etapa o el retorno al pasado. El resto de los actores tendrán papeles secundarios, aunque las calculadoras están en estos últimos días echando humo.

En la calle Calabria reina el desánimo. Los resultados de Pere Aragonès no serán buenos, eso ya lo saben, pero lo peor llegará el día 12, cuando el escrutinio esté cerrado. Primera incógnita: ¿Seguirá Aragonès al frente de los republicanos? Y segunda, ERC ¿a quién dará su apoyo? El propio Aragonès reconoció esta semana su papel de muleta al decir que no entrará en un gobierno de vicepresidente, ergo reconocía su derrota. Los votos de ERC en la investidura serán fundamentales para decidir quién es el nuevo president, y tendrán que decidir si apuestan por el abrazo del oso de Puigdemont, o definitivamente quitarse los prejuicios de sumisión que han tenido desde la instauración de la democracia frente a la derecha de toda la vida.

No se acaban aquí las sorpresas. La izquierda más radical se asoma al precipicio. La CUP y los Comunes pueden perder buena parte de sus apoyos y su papel protagonista puede reducirse a cenizas. La izquierda antisistema ya no tiene la llave de una mayoría independentista en el Parlament, que cada día se aleja más, y los Comunes no tendrán apenas fuerza para imponer sus tesis en un posible gobierno tripartito y su liderazgo entrará en aguas turbulentas. Con Colau desaparecida y Yolanda Díaz en horas bajas, su futuro se augura movido.

En la derecha se aguanta la respiración. Vox resiste al PP e incluso algunas encuestas dejan en la cuneta el sorpasso del PP a la extrema derecha. Alejandro Fernández recuperará al PP del ostracismo pero, si no gana a Vox, su papel futuro quedará en entredicho. Y si gana también, porque durante toda la campaña el candidato ha tenido que sortear un sinfín de minas de fuego amigo. Su futuro como presidente del PP está en el alero. Feijóo en los últimos días de campaña se ha desatado con movimientos reactivos a las encuestas porque si Vox le roba la merienda en Cataluña, su liderazgo quedará enclenque. Estaría bien que en Génova hubiera alguien que pensara más allá del eslogan recurrente de luchar contra el sanchismo. De momento ni está ni se le espera.

Puigdemont pierde fuelle en estas últimas horas. Ganará a ERC, sí, pero el independentismo queda lejos de ser alternativa y sus resultados parecen alejarse de las primeras predicciones. Nadie quiere juntarse con Aliança Catalana, que entrará con fuerza en el hemiciclo, lo que le aleja de su ansiada presidencia y, es más, empuja a ERC a buscar acomodo con el PSC. Su papel puede quedar desdibujado, y veremos si cumple y abandona la política si no es elegido presidente. No sería bueno olvidar que Puigdemont es un bombero pirómano y que para combatir su fracaso dinamite la legislatura de Pedro Sánchez y bloquee a Salvador Illa.

Con todo este enrevesado escenario, todo queda listo para sentencia. La repetición electoral sigue vislumbrándose en el horizonte por los vetos cruzados, al tiempo que Illa se afianza como futuro y Puigdemont se aferra a la melancolía del pasado, convirtiendo su derrota del 2017 en épica. Falsear la realidad siempre se le ha dado bien.