La resistencia del partido naranja a desaparecer molesta a muchos. Molesta a todo el espectro nacionalista porque Ciudadanos ha sido siempre para ellos una especie de bestia negra indomable, con imposible encaje en esa España casposa que se obsesionan por dibujar. Molesta al PSC porque sabe muy bien lo arriesgado que resulta que sus votantes cuenten con una alternativa asumible cuando el nacionalismo, que tantos complejos les genera, pisa el acelerador. Molesta también al PP porque, dada la deriva identitaria del socialismo, ve en los votantes naranjas el mejor caladero electoral. Más aún cuando observamos a figuras relevantes del partido liberal sumarse a sus listas, priorizando así su carrera política inmediata sobre la coherencia ideológica.
Sin embargo, la evidente fragilidad de Ciudadanos no impedirá que en los próximos comicios autonómicos arranque un buen puñado de votos. Los motivos, a mi modo de ver, son múltiples. Destaco algunos.
El primero, su apuesta desacomplejada por una Cataluña plenamente integrada en la España constitucional. Su defensa de todo lo que nos une al resto de conciudadanos españoles, en especial la lengua común. Su respeto por la Monarquía Parlamentaria, por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y por los símbolos nacionales, sin dejar nunca de lado los autonómicos y los europeos, como se advierte en su conocido corazón tribandera. Su reivindicación constante de una tarjeta sanitaria única y de los mismos servicios para todos, acompañada del tan necesario historial clínico unificado.
Subrayo el tema de la lengua. Con Ciudadanos se abrieron las ventanas, se normalizó, y no es algo menor, el uso del español en el Parlament. Hasta entonces lo habitual era el desprecio insolente a quienes trataban de usarlo. Baste recordar aquella crónica publicada en la portada de La Vanguardia el 31 de octubre de 1996: "Una veintena de diputados de CiU, ERC y el grupo mixto abandonaron ayer el hemiciclo del Parlament ante una intervención del diputado del PP Julio Ariza hecha en castellano (…) Fuentes del PP califican esa comparecencia de provocación". Ahora ya no hay marcha atrás. Ni el PSC se atrevería a no realizar intervenciones en español. Incluso han copiado la propuesta de Ciudadanos de una escuela trilingüe, aunque al defenderla no desborden precisamente ni coherencia ni convicción.
Un segundo motivo para votar al partido naranja son sus múltiples iniciativas orientadas al fomento de la calidad democrática. Ciudadanos es el único partido que ha apostado con firmeza por un modelo de gobierno profesional para los medios públicos y el Poder Judicial. Recordemos el durísimo discurso de Guillermo Díaz en el Congreso cuando PSOE, PP, UP y PNV reventaron el concurso público de RTVE para repartirse las sillas del Consejo de Administración antes de que concluyeran las comparecencias parlamentarias de los candidatos. En el Boletín Oficial de las Cortes Generales están las proposiciones de ley impulsadas por este partido para reformar el sistema de elección de los vocales del CGPJ en la línea de las continuas recomendaciones del Consejo de Europa. Ni socialistas ni populares, por más que lo anunciasen en campaña, han querido renunciar nunca a su capacidad para realizar nombramientos en favor de los jueces.
En términos de calidad democrática, Ciudadanos ha pedido la supresión de los aforamientos, ha rechazado de plano los cordones sanitarios, ha condenado todas las formas de violencia, ha defendido la neutralidad política de los órganos de gobierno de las universidades, ha pedido respeto a la memoria de todas las víctimas (de la Dictadura y del terrorismo). En el Parlamento Europeo ha combatido como nadie los embates nacionalistas contra nuestra democracia, incluidas las conexiones con Rusia. Sin olvidar que lograron expulsar al entonces PDeCAT del grupo liberal. Siempre han tenido tiempo para escuchar las peticiones de las entidades cívicas constitucionalistas catalanas. Han dado voz a sus reivindicaciones y han trabajado con firmeza hasta lograr, por ejemplo, que una misión del Parlamento Europeo constatase los abusos de las políticas lingüísticas en nuestras escuelas.
Un tercer motivo para seguir apoyando al partido naranja es la imperiosa necesidad de que exista una fuerza política moderada, capaz de tender puentes en tiempos de trincheras. Por más que considere un grave error no haber tratado de pactar con el PSOE tras las elecciones de 2019 (si no era posible, que no quedase por no intentarlo), eso no impidió a Ciudadanos actuar con responsabilidad durante la pandemia, apoyando, por ejemplo, las prórrogas de los estados de alarma o la reforma laboral. O aquí, en Cataluña, la reciente ley de medidas extraordinarias contra la sequía.
Los errores de Ciudadanos, algunos ciertamente relevantes, son de carácter estratégico, debidos, a mi entender, a la falta de altura de algunos de sus líderes, que no supieron (o no quisieron) leer lo que se esperaba del partido en momentos clave. Pero el ideario esencial no ha variado y no hay ninguna otra fuerza política que lo represente de cara a los inminentes comicios. Si, como espero, logran representación parlamentaria, sería una nueva oportunidad para repensar un espacio político clave para desafiar esta insoportable ola de polarización y populismo que padecemos.