Vivo sin vivir en mí, que diría la santa aquella. Estoy de los nervios desde que me he apuntado al sorteo del viaje a Bruselas que organiza Junts para conocer ni más ni menos que a Puigdemont, Comín y Ponsatí. Hasta que no sepa si la fortuna me ha sonreído y seré digno de tal honor, esto es un sinvivir. Tríos, los hay muchos, desde Los Panchos hasta Los Tres sudamericanos, pasando por el La La La, las Trillizas de Oro y todos los tríos que cada pareja decida organizar para salir de su rutina conyugal, pero ninguno como el trío que fue capaz de engañar a miles de catalanes casi sin despeinarse. Estoy seguro de que sólo con conocerlos y poder charlar un rato con ellos, equivale a una master class de la estafa. Tal como están los tiempos, debe de ser mucha la gente que ha decidido tomar parte en el sorteo, a todo el mundo le vienen bien unos consejos sobre cómo vivir de gorra a costa de los demás, o sea que no tengo muchas posibilidades de estar entre los afortunados, aunque la esperanza es lo último que se pierde. En cambio, lo primero que se pierde es la vergüenza, como demuestran precisamente los componentes del trío que espero visitar en Bruselas.
No a todos nos mueve el ansia de aprender. Los más fieles entre los fieles quieren también acercarse a Puigdemont, pero en su caso porque están convencidos de que sana a los enfermos únicamente con tocarlos y que, si se lo propone, convierte el agua en vino, aunque sea un triste vino belga. Yo, más prosaico, me conformo con aprovechar el encuentro para formarme en el arte del engaño, que eso nunca se me ha dado muy bien, de ahí que hoy en día uno sea un divorciado sin ni siquiera custodia compartida. Y sacar dinero a los demás, claro, que eso también me gustaría aprenderlo, y dónde mejor que al lado de Puigdemont y su cuadrilla, unos maestros del sablazo.
Lo de visitar el Parlamento Europeo me sobra, puesto que cuando uno ha visto un parlamento, los ha visto todos: son siempre un montón de escaños ocupados por políticos que cobran por sentarse en ellos y hacer como que se preocupan por los ciudadanos que no cobran ni una décima parte de su sueldazo. Ojo, si hay que disimular y hacer como que me interesa, así lo haré, que uno sabe comportarse allá donde le invitan, pero a ver si la visita se termina pronto y vamos a lo que interesa, que es conocer a Puigdemont.
- President (en Cataluña se llama President a todo el mundo que haya ostentado el cargo, como si en España llamaran presidente a Rajoy o a Zapatero cada vez alguien se les dirigiera), cuando termine usted de sanar enfermos, me gustaría que me explicara cómo hacerlo para que la gente siga poniendo dinero en cosas como el Consell de la República, cajas de resistencia, y otros tocomochos.
- No hay mucho secreto, amigo Bota, se trata sólo de procurar que las víctimas del engaño sean catalanes, esos se lo creen todo, como demuestra la historia.
-Gracias, President (hay que insistir en el tratamiento, masajear el ego suele gustar mucho).
Lo raro del sorteo es que el fabuloso premio, o sea el viaje a Bélgica con todos los gastos pagados, sea el 6 y el 7 de marzo, miércoles y jueves. Un fin de semana nos habríamos apuntado muchos más, aunque uno debe comprender que Puigdemont y su banda prefieran tratar con la plebe los días laborables y guardarse para sí los festivos, Una cosa es simular que te importan los catalanes de a pie, y otra aguantarlos un sábado y un domingo, con la de cosas que uno puede hacer en Bélgica los fines de semana, en lugar de aguantar pelmazos sólo porque han ganado un sorteo.