En el campo de la “guerra cultural” que agita la izquierda woke en España, tras la embestida del generismo a la biología y a las mujeres con la ley trans, está a punto de abrirse otro frente: la descolonización de los museos.
Lo acaba de anunciar el nuevo ministro de Cultura, Ernesto Urtasun, en su primera comparecencia en el Congreso. En palabras suyas, se trata de “superar un marco colonial, o anclado en inercias de género o etnocéntricas” que, supuestamente, impregna a los 16 museos de titularidad estatal y gestión directa.
El ministro de Sumar no dio más detalles, pero se refirió a la necesidad de adaptar las colecciones de los museos a los “cánones actuales” para superar prácticas que “han lastrado, en muchas ocasiones”, la visión del patrimonio, de la historia y del legado artístico del país, por lo que se ha marcado el objetivo de “establecer espacios de diálogo e intercambio que nos permitan superar este marco colonial”.
Aparentemente, pretende “visibilizar y reconocer la perspectiva de las comunidades y la memoria de los pueblos de los que proceden los bienes expuestos”, pero quién sabe, cuando se entra en el jardín de la descolonización se puede acabar ejecutando cualquier disparate para argumentar que se hace algo que estaba pendiente y que por fin se hará justicia con los pueblos sometidos por España y Occidente.
Sobre este tema les recomiendo la lectura del libro de Helen Pluckrose y James Lindsay, Teorías cínicas (Alianza, 2023), cuyo subtítulo ya lo dice todo: “Cómo el activismo académico hizo que todo girara en torno a la raza, el género y la identidad… y por qué esto nos perjudica a todos”.
La obra hace un exhaustivo repaso a teorías que llevan años marcando la agenda no solo académica, sino también política de la izquierda, como la teoría queer, que ha triturado los conceptos mismos de sexo, género y sexualidad, o la teoría crítica de raza, que pretende acabar con el racismo “a base verlo en todas partes”, como irónicamente subrayan los autores.
Este enfoque posmoderno en el que todo se interpreta a la luz de los agravios sociales o culturales, de las relaciones de poder, de privilegio o sometimiento, conduce a políticas identitarias y a prácticas de cancelación o al señalamiento personal en cuanto alguien afirma ideas que se interpretan como sexistas, racistas o transfóbicas, cuando en realidad discrepa desde postulados liberales universalistas. La campaña contra J. K. Rowling, autora de la saga Harry Potter, es uno de los casos más conocidos.
La propuesta de Urtasun es evidente que refleja otra de esas teorías cínicas que examinan Pluckrose y Lindsay, la teoría poscolonial cuyo propósito es, claro está, descolonizarlo todo, y que incluye la retirada de estatuas e imágenes coloniales que ahora se han vuelto ofensivas y eurocéntricas.
Realmente, será interesante ver qué propone concretamente el Ministerio de Cultura para el Museo de América o el de Antropología. Lo tiene difícil. El ministro se enfrenta a un problema que no existe. Primero, porque lo que hizo la monarquía hispánica en América o el Pacífico no tuvo nada que ver con el colonialismo europeo del siglo XIX. Incluso se podría argumentar que España en realidad no fue un país colonial y que resulta imposible devolver algo que no nos hemos llevado.
Y, segundo, es falso que en los discursos narrativos de los museos españoles no se preste atención a las piezas que reflejan la cultura, el simbolismo y la religiosidad de los pueblos precolombinos o que los pueblos indígenas no estén debidamente representados, aunque sin duda todo es susceptible de mejorar. En realidad, lo de Urtasun es puro artificio, ideología woke que quiere abrir otro frente de batalla, y nulo interés por difundir el papel que España jugó en el mundo.