En 2024, tendremos dos inviernos: el meteorológico y el económico. El primero llega todos los años; el segundo, de vez en cuando. El último, si excluimos la etapa de la pandemia, no visitaba nuestro país desde 2013. En dicha fecha, finalizó la crisis generada por la Comisión Europea, al obligarnos desde mayo de 2010 a aplicar la austeridad en el sector público.
En el actual ejercicio, el país no caerá en recesión, pero en algún trimestre el PIB puede disminuir o mantenerse invariable. Una situación no observada desde el tercer período de 2013, si no tenemos en cuenta el primer semestre de 2020. A pesar de ello, en 2024 habrá creación de empleo, los trabajadores ganarán poder adquisitivo y España será una de las naciones de la zona euro donde más aumentará la actividad económica (1,2%).
Las principales causas de la llegada del invierno económico serán las siguientes:
a) la gran desaceleración de China. Entre 2011 y 2020, el país asiático constituyó el principal impulsor de la economía mundial, al crecer en promedio su PIB el 6,8%. En 2024, según el FMI, solo lo hará el 4,6%. Una perspectiva optimista, debido a la explosión de una burbuja inmobiliaria, a las mayores restricciones comerciales a sus exportaciones y al escaso crecimiento de la demanda interior de numerosos países desarrollados y emergentes.
La débil demanda de China prorrogará la crisis industrial actualmente observada en algunas naciones avanzadas y contagiará, aunque sea parcialmente, a su sector servicios. Debido a ello, en el actual ejercicio, los países más afectados por la negativa coyuntura económica serán los que su PIB dependa en mayor medida de la industria y sus exportaciones del Sudeste Asiático, especialmente del país presidido por Xi Jinping.
b) la crisis estructural de Alemania. En las últimas dos décadas, su modelo de crecimiento ha estado basado en la importación de gas muy barato de Rusia y la exportación de productos manufacturados al resto del mundo. En dicho período, destaca especialmente el incremento de su comercio con el Sudeste Asiático (principalmente con China) Europa del Este. En la actualidad, dos áreas con importantes problemas económicos.
En 2023, el país teutón cayó en recesión. En el actual ejercicio, continuará en ella, al menos durante los dos primeros trimestres. Los motivos principales serán una gran exposición a la evolución de la economía mundial, un modelo de crecimiento desfasado, la disminución del nuevo crédito bancario y el mecanismo conocido como freno a la deuda. El último impide incurrir al Ejecutivo anualmente en un déficit público superior al 0,35% del PIB, excepto en circunstancias muy excepcionales. Una disposición introducida en 2009 en la Constitución.
c) la completa repercusión del aumento de los tipos de interés del BCE. Entre junio y septiembre de 2023, el BCE aumentó en 10 ocasiones su tipo de interés principal y lo llevó desde el 0% al 4,5%. Dichos incrementos tendrán un negativo impacto sobre el PIB de 2024, al demorarse su plena repercusión sobre la economía más de 12 meses. No obstante, aquel será superior en el primer que en el segundo semestre.
Las principales partidas afectadas serán el gasto de las familias y la inversión de las empresas. En primer lugar, por la mayor dificultad para acceder a un préstamo. En segundo, debido al incremento del importe destinado al pago de las correspondientes cuotas mensuales. En tercero, por el aumento de las amortizaciones anticipadas.
d) una política fiscal contractiva. Desde mi perspectiva, la política fiscal debería ser contracíclica. En otras palabras, constituir un notable motor del PIB cuando la demanda del sector privado es escasa y suponer un freno a la actividad económica cuando aquella es excesiva. No obstante, mi criterio difiere notablemente del de la Comisión Europea.
A instancias de Alemania, el próximo año el órgano ejecutivo de la Unión Europea exigirá de nuevo el cumplimiento de las reglas fiscales a los países del área. Unas normas que no tienen en cuenta la coyuntura económica de dicha zona. Por tanto, al igual que hicieron en 2010, pueden contribuir decisivamente a generar, alargar o hacer más intensa una recesión, si la demanda mundial de bienes y servicios es débil.
Para cumplir dichas reglas, en 2025 el Gobierno deberá lograr un déficit presupuestario igual o inferior al 3% del PIB. Dado que en 2023 el desequilibrio en las cuentas públicas probablemente ascendió a un 4% del PIB, en el actual y próximo año el Ejecutivo habrá de efectuar una política fiscal contractiva. En otras palabras, aumentar los impuestos, reducir el gasto o adoptar ambas medidas a la vez.
Con la finalidad de conseguir dicho objetivo, el Gobierno tendrá que disminuir en un punto la anterior ratio. Una equilibrada senda de reducción del déficit público repartiría la mitad del ajuste entre los dos años. Por tanto, comportaría en 2024 un desequilibrio presupuestario equivalente al 3,5% del PIB. Así pues, en el actual ejercicio, la política fiscal contribuiría a disminuir la actividad económica en lugar de aumentarla, tal y como yo desearía.
e) un escaso crecimiento del gasto turístico. En 2023, el turismo constituyó el principal motor de la economía nacional. En el último año, España consiguió tres récords: número de turistas extranjeros, gasto realizado por ellos y dispendio efectuado por los residentes. El PIB turístico aumentó mucho más que el del país (7% versus 2,4%) y la aportación del primero al segundo fue de casi 0,9 puntos (el 36% del crecimiento económico).
En el pasado ejercicio, los tres anteriores récords constituyeron una magnífica noticia para la economía. En cambio, para el actual año, el efecto comparación la transforma en negativa. Desde mi perspectiva, en el mejor de los casos, en 2024 el PIB turístico aumentará un 2%, una cifra muy inferior a la del 2023. Por tanto, el principal motor de la actividad económica durante el último período dejará de serlo en el actual.
Mi anterior estimación del crecimiento del PIB turístico en el presente ejercicio está basada en los nuevos patrones de gasto de los hogares europeos durante los dos últimos años. Después de la pandemia, las familias han dedicado una mayor parte de su dispendio al ocio y una inferior al consumo de bienes, especialmente de los duraderos. De dicha variación, el turismo ha sido el sector más favorecido.
En definitiva, en 2024 el invierno económico llegará a España. En el actual ejercicio, existirá un fuerte viento en contra procedente del extranjero. Este llevará a nuestro país a crecer la mitad que en el pasado año (1,2% versus 2,4%). De las principales partidas del PIB, solo las importaciones evolucionarán favorablemente, al reducirse significativamente.
Al tener la desaceleración de España su origen en el exterior, en 2025 el PIB crecerá en mayor medida que en 2024. A ello contribuirán decisivamente la disminución de los tipos de interés en los principales países desarrollados, la conversión de EEUU en el gran motor de la economía mundial y la mayor aportación de los fondos europeos a la actividad empresarial. Por tanto, en esta ocasión, el invierno económico solo un durará un año, excepto si hay una desagradable sorpresa.