La están cocinando a fuego lento. Sabemos que la amnistía es el plato estrella del menú de la investidura; ahora bien, desconocemos si nos la servirán a palo seco o con guarnición; ignoramos si el precio a pagar incluye café, postre y chupito. Pero, observen, hay tantas miradas y expectativas alrededor del guiso del perdón que obviamos comentar otros asuntos de relevancia. Temas que, tarde o temprano, en el debate presupuestario, tendrán gran importancia. Pienso, por ejemplo, en las partidas de defensa, en las de seguridad o de protección social y civil.
Así las cosas, llegó, como cada año, la tradicional parada militar del 12 de octubre que discurre por las calles de Madrid. En esa jornada, algunos de nuestros patriotas azules, muy Pelayos ellos y Margaritas ellas, suelen abuchear al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; ese mismo día también, algunos de nuestros recién estrenados independentistas-dialogantes plantan al Rey y opinan que las Fuerzas Armadas son demasiado caras; sus desfiles, una exhibición imperialista y la celebración festiva del 12-O, un acto xenófobo. Unos y otros se consideran los genuinos portavoces de todo un pueblo e intérpretes, en exclusiva, de no se sabe bien qué modelo de país.
Gabriel Rufián, fiel a su modus operandi parlamentario, ha registrado en el Congreso de los Diputados una proposición no de ley para suprimir los desfiles y paradas militares en toda España. Lo justifica mentando el indeseable “trasfondo ideológico” del evento. Flanquea al portavoz republicano el plumilla Francesc Marc Álvaro. Ambos echan mano de un conjunto de tópicos arcaicos sobre el papel de los ejércitos, la colonización de América y el exterminio de los indígenas. Puro folclore pseudopacifista e hispanófobo lo que se destila de la propuesta no de ley presentada, intencionadamente, un 12 de octubre por los republicanos. Los de Pere Aragonès y Oriol Junqueras han de dar cada día la nota para contrarrestar el efecto mediático del galimático “compromiso histórico” que propone Míriam Nogueras.
La lucha por la paz y el antibelicismo no pasa por desenterrar viejos clichés contra el Ejército. Actualmente, nuestras Fuerzas Armadas no tienen nada que ver con las de la dictadura franquista. Hoy están sometidas a la autoridad civil que eligen democráticamente los ciudadanos en las elecciones generales. La ministra Margarita Robles, al igual que el resto del Ejecutivo, da cuentas periódicamente de su actividad en las Cortes. Incluso muchos de los que en nuestra juventud hemos abominado del militarismo subyacente en la sociedad, hoy reconocemos el cometido del Ejército en misiones de paz o ante los incendios y las catástrofes naturales.
El excomandante Juli Busquets, uno de los fundadores de la Unión Militar Democrática (UMD), nos dejó para el estudio su obra Militares y Demócratas. Lo publicó como complemento a su conocido libro El militar de carrera en España. Textos ambos de obligada lectura para todo aquel que pretenda opinar o aproximarse a un análisis riguroso del papel del Ejército en España. Algo parecido ha sucedido con la recuperación de la figura y el buen nombre de los guardias civiles que se mantuvieron leales al Gobierno de la República en 1936. El caso del general Antonio Escobar es paradigmático al respecto.
Los datos, las cifras y la práctica de nuestros militares desmienten las tesis de los que creen que todo sigue igual que antes del 78. Ahora bien, si lo que ERC busca en sede parlamentaria es escenificar para su público –cada vez más escaso y desmotivado– que rechaza el 12-O por sus reminiscencias franquistas y su exaltación del colonialismo tendremos un problema a medio plazo; si lo que ERC persigue es perpetuar hasta la náusea su competencia en clave patriótica con Junts, la legislatura española va a estar sumida en la inestabilidad y la catalana seguirá en la cuerda floja.
El rompan filas de ERC no es más que el ¡Viva Cartagena! de un cantante mediocre. Visto lo visto uno llega a la conclusión de que nuestro país necesita políticos hábiles y con una buena dosis de suerte. Le sobran, en cambio, políticos de fortuna. Mientras tanto, la cocina non-stop sigue abierta hasta finales de noviembre.