Supongamos que Pedro Sánchez cierra un acuerdo con Junts per Catalunya, Esquerra Republicana, Partido Nacionalista Vasco, EH Bildu, Bloque Nacionalista Galego y Coalición Canaria. Y, una vez cerrado, ¿cómo se escenificará? La pregunta no es baladí, porque todos los partidos deben explicar lo acordado a sus electores y las palabras, los adjetivos y los sustantivos, tendrán un papel primordial. Ninguno, además, reconocerá que ha cedido, sino que todos sacarán pecho, porque dirán que lo acordado hubiera sido una quimera sin su participación.
Ese será el primer escollo. No será difícil que, una vez cerrado el acuerdo, todo se convierta en un guirigay. Segundo escollo. La cercanía de las elecciones vascas y gallegas, sin olvidarnos de las europeas, subirá el precio de la pugna entre los diferentes socios. Los catalanes y los vascos velarán armas para sacar tajada. En Euskadi, también el Partido Socialista, que puede convertirse en el árbitro que elija al próximo lendakari. Los gallegos también, no en vano Sánchez ha incluido a su candidato –Gómez Besteiro– en la comisión negociadora del PSOE con el objetivo de revalorizar a un PSdG, que no está en su mejor momento, para conquistar la Xunta al PP. Para lograrlo debe superar al Bloque que, hoy por hoy, es la segunda fuerza.
Tercer escollo. ¿Y Cataluña? Esto es harina de otro costal. Tanto ERC como Junts tratarán de colgarse todas las medallas que ríete tú de un mariscal soviético. La pugna puede ser de órdago, porque además tendrán que plantar cara a su insumiso frente radical que, se pacte lo que se pacte, lo denigrarán con lenguaje encendido. Y, seamos sinceros, se pacte lo que se pacte Puigdemont y Junqueras tendrán que explicar a los suyos por qué han rebajado sus pretensiones, convencerlos para que la desmovilización no ahogue sus expectativas.
Cuarto escollo. Sumar tiene al enemigo en casa. Podemos amaga con presentarse a las europeas por separado, lo que puede dejar a Yolanda Díaz en la encrucijada. Y Podemos cumplirá esta amenaza si Irene Montero no sigue en Igualdad, o Podemos no sigue en Igualdad. A Yolanda Díaz no le pesará hacer un pasapalabra y que el ministerio pase a manos socialistas y eso lo puede pagar caro. Su interés se centra en defender Trabajo porque la UGT le ha pedido al PSOE que asuma esa cartera. Y una última incógnita. ¿Se atreverá Podemos a hacer descarrilar un acuerdo de investidura? Son cinco diputados, más que suficientes para que se enciendan las luces rojas.
Quinto escollo. ¿Cómo lo afrontará el PSOE? Pedro Sánchez tiene dos frentes. El interno, con los dinosaurios revueltos y con algunas federaciones intranquilas esperando leer la letra pequeña. Y el externo, con un PP, de la mano de Vox, que montará una algarada en toda regla. Por cierto, Núñez Feijóo es todo un crack. Esta semana ha estado sublime. Primero afirmando que Sánchez solo cuenta con 121 diputados del PSOE para ser investido, para acto seguido afirmar que ya tiene cerrado el acuerdo. Sorber y soplar a la vez. Segundo, argumentando que pactó con Vox para evitar elecciones. O sea, que justifica a Sánchez, que quiere pactar para evitar una repetición electoral. ¿Quién es el Rasputín del PP? O no existe, o es un agente doble al servicio de Ayuso o directamente es un topo del PSOE. Feijóo no solo perdió la investidura, sino que sigue siendo el caballero de la triste figura que vaga errante. Este domingo culminará una semana de fracasos porque la manifestación convocada por la ahora sectaria Sociedad Civil Catalana no cubrirá expectativas ni comparándose con la realizada en Madrid y menos con la del 11 de septiembre.
Y todo esto sucederá si hay acuerdo. Imagínense que no se alcanza. El guion será parecido, pero todos se esmerarán en señalar como culpable al vecino. Todos serán responsables del fracaso, pero buscarán con avidez a un culpable para que las urnas lo castiguen. Pero, cuidado con lo que deseas. De momento, seguiremos esperando a ver cómo y quién le pone el cascabel al gato.