El que no esté atrapado que tire la primera piedra. Ebrios de retórica, muchos de nuestros políticos son incapaces de reconocer que están pillados en el laberinto de sus palabras. Cuando Pere Aragonès, desde la tribuna del Parlament, llama a sumar esfuerzos para hacer posible “la resolución del conflicto con el Estado represor”, levita satisfecho sin pensar que genera conflicto; cuando una resolución de ERC y Junts intenta condicionar, con planteamientos maximalistas, la investidura de Pedro Sánchez, sus promotores muestran satisfacción, pero saben que es un brindis al sol. Hay gesticulaciones que devienen obscenas en sí mismas porque todo el mundo sabe a qué obedecen. Enzarzados en una batalla a cara de perro andan los de Puigdemont y los de Junqueras pugnando por capitalizar los réditos que consigan obtener de sus negociaciones con el PSOE. Los republicanos no soportan ir a rebufo de los de Waterloo y estos ansían venganza. Se cumple un año de la ruptura del Ejecutivo catalán. Las consecuencias de esa enfermiza pelea por la hegemonía en el seno del cosmos secesionista pueden llevar al país a unas nuevas elecciones en el mes de enero. Es una obviedad demostrada que a los gerifaltes independentistas les importa un carajo la salud de la democracia española. Ellos medran y callan ante todo tipo de despropósitos. El pasado 1-O, desde la ANC convocaron una manifestación en la plaza Urquinaona con la ilusión de que algunos mozalbetes osaran levantar el asfalto –añoranzas del 68— a la búsqueda de adoquines y luego de playa. Son tan pueriles que piensan que el movimiento ha de hacerse ver para hacerse valer.
Atrapados también lo están los jeltzales entre socialistas y Bildu; los de Núñez Feijóo, entre las cacicadas de Vox en provincias, el sector duro del PP y las chulapadas de Isabel Díaz Ayuso. Atrapada está, a tres bandas, la vicepresidenta Yolanda Díaz con Unidas Podemos e IU. Y, por qué no decirlo, pillado está el socialismo hispano rumiando si vale la pena tanta mudanza y reforma si, como parece, los del llavín de la investidura prefieren vivir en una reserva. No en vano la presidenta de la ANC, Dolors Feliu, propone que, de forma automática, y tras la consecución de la amnistía, el Parlament proclame de inmediato la segregación de Cataluña del Reino de España. La política de este país tiene algo de escape room. Quizás por ello muchos ciudadanos manifiestan estar hartos, atrapados también en la nada de un debate territorial en el que donde dije digo, digo Diego.
Ardo en deseos de oír lo antes posible al presidente Pedro Sánchez explicar su propuesta de acuerdo político para armar la investidura. Suele ocurrir que en ausencia de una voz autorizada otros, seguramente de buena fe, intentan cubrir huecos de discurso con sus propias ideas u ocurrencias. Hace un par de días, el diputado del PSOE Óscar Puente, en declaraciones a la COPE, afirmó que veía inviable un referéndum de autodeterminación en Cataluña. La pregunta venía al hilo de las soflamas que a lo largo de estas últimas semanas han pregonado los independentistas catalanes. Pero, acto seguido, el pucelano se sacó de la manga un pensamiento híbrido capaz de confundir a propios y extraños. Llegó a afirmar que en la Constitución española sí cabe “una consulta para valorar un marco de consulta”. Galimatías de difícil comprensión que puede abrir la puerta a interpretaciones interesadas o torticeras. Me cuesta imaginar a Salvador Illa y a los socialistas catalanes descifrando ese trabalenguas. Que hable Pedro Sánchez y luego ya veremos qué hace cada cual. Una cosa es estar atrapados buscando salidas y otra, vivir eternamente confundidos. Ya vale.