La anciana que fue dada por muerta en un hospital de Zaragoza y cuando se disponían a enterrarla alguien se percató de que continuaba con vida, es la historia del procés. El procés es también algo viejo y anticuado, de hecho, tiene sus raíces en lo más anacrónico del nacionalismo, que ya es de por sí una doctrina pasada de moda.

También el procés estaba exhalando su último suspiro cuando llegó Pedro Sánchez y, justo antes de enterrarlo, le dio por insuflarle vida. Lo de Pedro Sánchez con el procés ha sido como esos doctores que vemos en las series de hospitales, que se resisten a dar por muerto al paciente y le enchufan una descarga eléctrica tras otra, para que reviva. Por más que los colegas les dicen “déjalo, ya está”, ellos siguen a lo suyo. La diferencia es que esos casi nunca consiguen nada, mientras que el presidente del gobierno español ha conseguido revivir milagrosamente el procés. Más que un doctor que no se da por vencido, lo que parece Sánchez es el mismo Jesucristo, que hasta ahora había sido el único capaz de hacer revivir a los muertos. Levántate y anda, le espetó Sánchez al procés, y a éste le faltó tiempo para obedecer.

Estábamos todos escogiendo el traje negro para el entierro, incluso los propios líderes procesistas tenían ya preparadas las palabras que pronunciarían en el funeral y el hoyo estaba a punto, cuando Pedro Sánchez interrumpió el responso gritando “¡está vivo!”, y guardamos trajes y discursos para mejor ocasión. Los catalanes nos las prometíamos muy felices con un futuro sin procés, bien pensado incluso el presente carecía ya de procés y empezaba a pintar bien, pero ya se sabe que poco dura la alegría en casa del pobre, así que, de pronto, mira por donde, a Sánchez le dio por resucitarlo. Para ello, no hay mejor sistema que eliminar de un plumazo todos los delitos que cometieron sus líderes, de forma que puedan empezar de nuevo a cometerlos y a arengar a sus fieles a hacer lo propio. A ello, a la resurrección del procés, se está empleando Sánchez a fondo, como buen estadista. Hay que reconocer que no repara en medios para conseguirlo, y cada declaración pública que realiza desde hace unas semanas, está perfectamente pensada para revivirlo. Uno escucha hablar a Sánchez y lo imagina sudoroso, en cuclillas, aplicando la respiración artificial al procés, golpeándole el pecho para que su corazón vuelva a latir, sin rendirse aunque haga horas que todos los demás desistieron. Este sanitario que tenemos de presidente es incansable, sus esfuerzos merecían que el procés reviviera, como así ha sido.

La anciana de Zaragoza tuvo una resurrección efímera, puesto que al poco de volver a la vida, la abandonó de nuevo, es vez de manera definitiva (seguro que antes de enterrarla se aseguraron bien). En cambio, el procés, una vez resucitado, no será fácil que vuelva a palmar, hay muertos que si regresan a la vida se aferran a ella con determinación bovina. Lo peor de lo que se avecina no serán los políticos independentistas, que ya han demostrado sobradamente que no son capaces de nada. Lo peor serán las masas que volverán de nuevo a dar la brasa, y de nuevo esteladas en los balcones, y de nuevo una TV3 dedicada íntegramente al tema, y de nuevo carreteras cortadas, y de nuevo el grito tartamudo de “in-inde-independencia”, y de nuevo “els carrers seran sempre nostres”. A Sánchez todo eso le queda lejos, ya se apañarán los catalanes, él ha sido capaz de resucitar a un muerto. A ver quién lo supera, eso no se lo va a quitar a nadie, quedará para la historia.