En nuestro mundo está prohibido comerciar con órganos o tejidos humanos. La donación de órganos o tejidos con propósitos de investigación, tratamiento o trasplante es un acto voluntario, solidario y no remunerado.
La donación de órganos a través del consentimiento informado es un protocolo bien definido y seguro que se lleva a cabo por profesionales sanitarios muy formados. Gracias a ello, muchísimas personas en el mundo pueden tener hijos, recibir nuevos tratamientos o curarse de enfermedades debido a la generosidad humana más allá, a veces, de la propia vida.
España es un país líder en solidaridad en donación de órganos y, en consecuencia, líder mundial en trasplantes durante los últimos casi 30 años, con el 20% de todas las donaciones de la Unión Europea y el 6% de las donaciones mundiales, cifras que denotan la generosidad de los donantes y la profesionalidad del sistema de los cuales debemos sentirnos orgullosos.
Estos días, la empresa Thermo Fisher Scientific ha llegado a un acuerdo con los descendientes de Henrietta Lacks, ante la demanda de su familia por el uso de sus células HeLa, extraídas sin su consentimiento para investigación en 1951, y que tantos avances han permitido a la vez que ingresos al laboratorio durante años.
Estos tejidos forman parte de nuestra identidad biológica, el ADN es el código. De hecho, en los últimos años, tener nuestro código genético secuenciado y almacenado informáticamente para nuevos diagnósticos genéticos, avances o incluso buscar pareja o nuestro árbol genealógico ya es posible. Nuestra identidad genética se encuentra en forma de bits almacenada en la nube o en el servidor de nuestra historia clínica para nuestro propio uso.
Hace dos meses que Sam Altman, CEO de OpenAI, la empresa del ChatGPT, lanzó su proyecto Worldcoin (“moneda mundial”) con el objetivo de crear la mayor base de datos de humanos autentificados del mundo a través de reconocer su iris. Uno de los objetivos de Altman es poder diferenciar los humanos de la inteligencia artificial, sobre todo porque con el lenguaje cada vez será más difícil y aquí es donde entra la biometría para certificar que solo los humanos somos humanos. Una identidad de humano de carácter mundial, mientras que Europa ha aprobado la creación de una Identidad Digital Europea, procedimentada, ligada a gobiernos y en nuestro caso al DNI.
El ofrecimiento del Worldcoin que se ha lanzado a más de 35 países ya cuenta con dos millones de personas identificadas a través de unos orbes situados en lugares estratégicos como centros comerciales, con los que escanean el iris y acto seguido envían al usuario un World ID, una identificación llamada pasaporte virtual y son compensados con 25 Worldcoin Tokens, que de momento tienen un valor cada uno de unos 50 euros.
Según Worldcoin, la identidad digital permanece en tu dispositivo bajo una identidad completamente privada, única y anónima, que las personas pueden usar en el mundo digital, sin necesidad de compartir ningún dato. También indican que a medida que la infraestructura sea más grande, permitirán que terceros la utilicen.
Tener que acreditar que somos humanos en la era de la inteligencia artificial quizás sea necesario, aunque no debería ser por encima ni de los valores ni de los humanos ni de las democracias.
No sé realmente qué harán Altman o sus inversores o sus descendientes con nuestra información biométrica, pero lo que sí sé es que, salvando las diferencias, ceder nuestra identidad, sea biológica o sea digital, es un acto de generosidad y, como tal, esta cesión debe estar protocolizada y controlada con la finalidad de avanzar como humanos, sea en tratamientos médicos o de datos y solo si estos se utilizan para un bien común, no vulneran nuestros derechos y respetan nuestra voluntad originaria. Así que pongamos sentido a la donación de órganos digitales.