Modus operandi: del PP iniciático al PP puro y duro; de ahí a Ciudadanos y ahora, finalmente, en Vox. Cuando ha quedado claro que la política es el arte de sobrevivir, Carina Mejías vuelve a la política y deja su trabajo en de beBartlet, una agencia de asuntos públicos que se define “construyendo espacios para la transformación, buscando soluciones, contribuyendo al debate público de calidad y generando alianzas”. Vamos todo lo contrario de lo que hace Vox, un partido sectario que menoscaba principios democráticos y exige a cambio cuotas de poder. Un partido que no hace, sino que deshace, pero que no se va sin cobrar.
Vox ya es un aluvión de liberales desertores, una formación radical como la que celebró durante la República Pío Baroja, a fuer de volcar rencores, a pesar de ser y seguir siendo, el mejor novelista español de siempre. En Vox solo falta Albert Rivera, que no hace mucho entraba en su bufete cantando “hace tiempo que vengo al taller y no sé a qué vengo...”, hasta que lo echaron.
¿Por qué puerta ha entrado Carina en Vox? ¿En cuál de sus dos almas se acomoda: en la Jorge Boxadé o en la de Espinosa de los Monteros? ¿En la de Roberto Farinacci o en la del Conde Ciano? Farinacci y Ciano fueron las dos vías de Mussolini, hasta que, el segundo, yerno del Duce, acabó fusilado por presiones de la Alemania del Eje. Carina es Carina. La ha perseguido Boxadé, el comisario político de la formación ultra; el vicepresidente político de Vox y líder de la delegación del partido en el Parlamento Europeo; el hombre que se lleva muy bien con Alternativa por Alemania y confraterniza con el húngaro Orban, un personaje digno de una novela de terror por sus afinidades xenófobas y anti inmigración.
En un país ideal, Boxadé sería miembro de la cámara de los comunes mientras que Iván Espinosa de los Monteros estaría en la de lores. El primero es el arma arrojadiza del jefe mientras que el segundo, sabe esperar porque conoció la pausa a la sombra de su padre, Carlos Espinosa de los Monteros y Bernaldo de Quirós, que fue presidente del Círculo de Empresarios de Madrid -la auténtica orla española del Ibex 35-, partenaire español de Mercedes Benz y promotor principal de Marca España. Ivan tiene el toque de colegio de buena cuna y sabe zafarse de su partido en los momentos de zozobra, frente a Boixadé el emergente que va a por faena: ficha y dicta sentencias.
Carina, pelín déspota con los de casa, lleva incorporado el toque castrense de su marido militar, pero ofrece siempre su sonrisa franca ante los medios. Gana enteros a campo abierto y no sé muy bien si sabe que se ha metido en un avispero de no te menees. Ahora conocerá el centralismo partitocrático de Vox; los ingresos, las donaciones y los sueldos se deciden en la montería de Abascal, el jinete ribeteado de azul sobre los páramos de la Sierra de Guadarrama.
Don Santiago le ha robado a la historia la determinación de las Juntas de Ofensiva, la mirada frontal de los que están dispuestos a todo con tal de proteger a la última de las Cruzadas. Él es el gentil caballero/ que te adora sin verte/.... y que viene de lejos/ vendedor de la muerte a encenderte los labios con un beso de amor, dicen las antífonas de Rubén Darío. ¡Achtum! Carina.
La nueva dama de Vox tiene cintura; le viene de Daniel Sirera, el líder pepero catalán con el que ella empezó. Abogada de profesión, Carina ha sido diputada en el Parlament, concejal en el Ayuntamiento de Barcelona y diputada en el Congreso. No hay ninguna duda. Cada tarde, antes del crepúsculo, Boixadé enciende un habano, mientras los chicos de Ciudadanos se van incorporando a Vox, de uno en uno y con una sonrisa de lado a lado. Vuelven a casa, a la indómita raza, al fuego sagrado. Vamos