¡Qué políticos tan divertidos! Esta semana en las Cortes de Castilla-León, Francisco Igea -el último de Filipinas- calificó de inaudito que el PP presentase un protocolo sanitario que ya está en vigor desde hace diez años. En su respuesta, el procurador del PP consideró que Igea les había insultado: “El otro día fascista, hoy inaudito”. No ha de sorprender el bajo nivel en lectura de muchas de nuestras señorías. San Jerónimo lo resumió muy bien en una de sus epístolas: “La ignorancia da confianza; el conocimiento, temor”.
Aunque siempre ha habido honrosas excepciones, históricamente los políticos conservadores han infravalorado el gasto y la gestión de instituciones públicas culturales. El actual gobierno andaluz es un ejemplo palmario de cómo enterrar una consejería de cultura en la de turismo. Qué mejor que un economista, que haya sido director de un servicio tributario o delegado de alguna multinacional hotelera, para ejercer de consejero de cultura.
La tesis de la rentabilidad económica del patrimonio histórico es uno de los fundamentos de la política cultural de la derecha. También existen otras gestiones con las que han reconvertido, a plena luz del día, centros de estudios y publicaciones en servicios de producción de encuestas a medida. Cuando los sociólogos se ponen al servicio del poder, el peligro es manifiesto. El socialista Tezanos y su CIS son ahora los arquetipos a imitar por los conservadores.
El otro modelo de gestión cultural es el identitario. Durante los últimos 40 años, los nacionalismos vasco y catalán han dedicado ingentes cantidades de dinero público a inventar la respectiva tradición nacional. En este sentido, Vox es un aprendiz de brujo de esas políticas culturales identitarias. Si antes fueron Cataluña o el País Vasco, ahora le toca a España. Y qué mejor que un torero como consejero de cultura del nuevo gobierno PP-Vox en la Comunidad Valenciana.
¿Fascista o inaudito? Ni una cosa ni la otra. El pacto entre los conservadores y los ultras es tan natural como el zumo de naranja. Es volver a echarle pulpa al líquido que desde 2015 había sido filtrado. Son parte del mismo cítrico. O ¿ya no nos acordamos de cuánto se celebraba que no hubiera un partido ultra y centralista español, porque sus fieles creyentes estaban dentro del PP?
El pacto PP-Vox reproduce la misma dinámica de los acuerdos o pactos -según el caso- del PSOE con los ultras separatistas, pero con una diferencia: hacerlo con estos últimos es de progresistas [sic]. Llegado a este punto lo mejor es no recordar lo que ha pasado años atrás y dejar abandonados a los creyentes de izquierda pululando en un eterno jardín de infancia.
Y ante tanta ignorancia, a los ciudadanos sólo nos queda elegir entre lo malo o lo peor. De un modo u otro, los engolados iletrados seguirán en el poder. Lo siento por Nuccio Ordine, pero en pleno siglo XXI el humanismo no está ni se le espera. Ni siquiera eso es inaudito.