La junta de accionistas que la papelera barcelonesa Miquel y Costas & Miquel celebra el próximo 23 de junio marcará un hito en su historia secular. Jordi Mercader Miró, líder durante los últimos 31 años, transmite el bastón a su hijo Jordi Mercader Barata, que hasta ahora desempeñaba el puesto de vicepresidente ejecutivo.
De esta forma, el nuevo mandamás de la casa concentrará la jefatura institucional y las máximas funciones gerenciales. En la misma reunión se propone a la asamblea general la designación del incombustible Narcís Serra como miembro del consejo.
Mercader padre y Serra se conocen de antiguo. El primero formó parte de la escudería del segundo, cuando este último se encumbró a la categoría de ministro por obra y gracia de Felipe González.
Don Narcís no es un chaval de pantalón corto. Lleva a cuestas 80 años. Justo los mismos que Jordi Mercader, quien maduraba la retirada desde hace tiempo, pero nunca encontró el momento propicio para dar el paso. Ahora, por fin, ejecuta el relevo y se jubila. No obstante, sigue ligado a la empresa en calidad de consejero. Y además, conserva su condición de ser el socio más importante de la casa, con un decisivo 17% del capital.
Miquel y Costas es una de las compañías más antiguas de su ramo en España y en el resto de Europa. Los archivos de la casa albergan documentos probatorios de que el linaje Miquel ya fabricaba papel en 1727, en el municipio de La Riba (Tarragona).
Cinco lustros después, la saga se asienta en la zona de Capellades, en la cuenca del río Anoia, y aborda la explotación de un molino para producir papel de fumar. A finales del siglo XIX, la entidad ya es un pequeño gigante. Exporta el 90% de la producción a América. Con el cambio de centuria, adopta el título de Miquel y Costas & Miquel. En nuestros días, los mercados foráneos siguen acaparando el grueso de las ventas con un idéntico 90%.
La firma cotiza en bolsa desde 1978. La encabezó, hasta mediados de los años ochenta, el notario Enrique Gabarró Samsó, casado con Madó Miquel, de la estirpe fundadora de la papelera. El jurista era todo un personaje, de vasta cultura, actividades polifacéticas y una humanidad desbordante.
Entre otras muchas ocupaciones, abanderó los aparcamientos Saba; la azucarera Industrias Agrícolas, predecesora de Ebro Foods; la química Foret; y la financiera Crédito y Docks. Asimismo, cultivó excelentes relaciones con el Banco Central de Alfonso Escámez y fue consejero de su subsidiaria catalana, la aseguradora Vitalicio.
El mandato de Gabarró en Miquel perdura hasta 1987, cuando súbitamente, por razones personalísimas, se desprende de su paquete accionarial y lo traspasa a la entidad pública Banco Exterior, que ya era accionista relevante y principal financiadora. El banco hace valer su posición hegemónica. Nombra vocal del consejo a Jordi Mercader Miró y a continuación lo catapulta a la cima del órgano de gobierno.
Experiencia no le falta al flamante mandamás. Antes ejerció de alto ejecutivo de otra corporación del mismo ramo, la leridana Industrias del Papel y la Celulosa SA (Inpacsa), feudo de José María de Porcioles, alcalde de Barcelona.
Asimismo, presidió sucesivamente Tableros y Derivados de la Madera, la Empresa Nacional Bazán y, en el periodo 1988-1990, nada menos que el todopoderoso Instituto Nacional de Industria.
El balance de las tres décadas de Mercader al frente de Miquel y Costas puede resumirse en que arrojan resultados muy fructíferos. La empresa reparte buenos dividendos. Los de 2022, por ejemplo, rozan los 17 millones. A la vez, las ventas muestran una trayectoria claramente alcista. Se multiplican hasta rondar los 340. El beneficio suma 31. Y el importe de la capitalización en bolsa alcanza la respetable cantidad de 475 millones.
El acervo productivo de Miquel y Costas abarca nueve fábricas. En ellas se elaboran papeles para el ramo del tabaco, en particular la conocida libretilla para liar Smoking, boquillas y otros artículos especializados para el sector de los cigarrillos. También manufactura pequeñas bolsas de té, pajitas para bebidas y papeletas electorales.
Miquel y Costas se aproxima a sus primeros 300 años de vida. Se pueden contar con los dedos de las manos las compañías catalanas que lucen semejante longevidad.