¿Es una impresión mía o nadie se toma muy en serio a Unidas Podemos, salvo sus votantes? Veo reinar la alegría y el jolgorio en el partido tras la aprobación de la llamada ley trans, pero no aprecio el mismo ánimo celebratorio en ningún otro colectivo político. Pedro Sánchez trata a Irene Montero como si fuese la responsable de un chiquipark e insiste en enmendar la famosa ley del solo sí es sí, gracias a la cual han salido a la calle más de 50 violadores que seguirían entre rejas --a lo que se añade otro medio millar de rebajas de penas-- de no haber tirado adelante la reforma de la que tan orgullosa está la señora Montero, que sigue blasonando de ella y echándoles la culpa de sus funestos resultados a los jueces, que son todos unos machistas y unos fachas. Si es preciso, Sánchez recurrirá al apoyo del PP para reformar la ley de marras, y no parece importarle mucho que su socio de gobierno se pille un rebote, achacando sus ganas de hacerse notar a cuestiones electorales (Podemos ha bajado unas décimas en la última encuesta de intención de voto).
Evidentemente, si en las próximas generales el PSOE puede gobernar en solitario, Sánchez asestará a la señora Montero y a su partido la misma patada en el trasero que recibieron en su momento sus leales Adriana Lastra y José Luis Ábalos, que parecían los presidentes de su club de fans, aunque no les sirviera de nada. Sánchez va siempre a su bola, y si, para deshacer el entuerto legal de los de Podemos con lo del solo sí es sí tiene que recurrir a Núñez Feijóo, lo hará sin dudarlo: primero yo, después yo y al final yo. En cuanto deje de necesitarlos como socios de gobierno, se deshará de ellos en un decir Jesús.
Tras salirse con la suya con la ley trans, Montero sigue insistiendo en que su ley del solo sí es sí es impecable, motivo por el que se resiste a sumarse a la reforma emprendida por Sánchez ante la evidencia de que estaba mal redactada y obligaba a los jueces a tomar decisiones que habrían preferido no tomar. Montero confunde la fortaleza moral con la rabieta infantil: se le ha metido en la cabeza que su ley es magnífica y de ahí no hay quien la saque. De momento, celebra con todo tipo de aspavientos lo de su ley trans, sin que le preocupe lo más mínimo que dicha cuestión haya creado una grieta en el feminismo español, parte del cual no ve la ley como una ayuda a las mujeres, sino como un triunfo de la agenda queer que va en contra de los avances feministas de las últimas décadas. Dentro del PSOE, Carmen Calvo se ha manifestado en contra de la ley trans. Y fuera del PSOE, hay toda una corriente de pensamiento feminista que no ve muy clara la ley de marras, pues se le antoja más una salida por la tangente que una conclusión lógica de sus actividades de años. Todo eso, evidentemente, a Montero le da igual: ella sigue hablando de niños, niñas y niñes y de ahí no hay quien la mueva. Tiene un frente abierto con Sánchez, y una batalla en ciernes con todas las posibilidades de perderla, pero ella sigue a lo suyo, apoyada por grandes pensadores contemporáneos como Ione Belarra o Pablo Echenique (la primera recibió ataques de la derechona por marcar pezones en una aparición pública con su amiga Irene y el segundo, para solidarizarse con ella, tuiteó la aterradora confesión de que él tampoco llevaba calzoncillos: todo sea por participar en un debate de altura).
Los debates de Podemos también son internos. Montero y compañía se dedican últimamente a meterle prisa a Yolanda Díaz para que se aclare de una vez con el partido que está creando, Sumar, y la relación de este con las de Unidas Podemos de toda la vida. Ciertamente, la supuesta unidad de la izquierda se resquebraja con cada nueva formación política de esa línea que sale a la luz, pero cualquiera (menos Montero) se da cuenta de que Díaz le está aplicando un tratamiento muy similar al de Sánchez. Lo cual no es de extrañar: puede que Yolanda Díaz no sea Albert Einstein, pero es que Montero y Belarra están a la altura política de Manolo el del Bombo (que es el único que faltaba en las fotos de la celebración de la ley trans que se han visto en la prensa).
Yo diría que el principal problema de las actuales dirigentes de Unidas Podemos es que casi nadie se las acaba de tomar en serio. Lo de Sánchez poniéndoles cuernos con Feijóo es de aúpa. La habilidad para mirar hacia otro lado de Díaz cuando le meten prisa con lo de su partidillo también me parece muy elocuente. Pese a sus muestras de alegría, Irene Montero está más sola que la una y, pese a sus esfuerzos, no consigue soliviantar a nadie que no se soliviante solo (para eso ya están los de Vox, con los que Podemos comparte el guerracivilismo y el anclaje mental en los años 30 del pasado siglo). Puede que Montero crea estar viviendo momentos de gloria con su ley trans y su resistencia a que Sánchez le cambie la estupenda ley del solo sí es sí, echada a perder por una judicatura heteropatriarcal, pero lo suyo tiene toda la pinta de ser pan para hoy y hambre para mañana. Si el PSOE se ve obligado a gobernar con una fuerza política situada a su izquierda, me parece evidente que optará por Yolanda Díaz y su Sumar, quitándose de encima a Podemos con la misma tranquilidad con la que se deshizo de Adriana Lastra y se deshará, en cuanto le sea posible, de ERC y Bildu.
Que disfruten mientras puedan las responsables del chiquipark seudo comunista y que Echenique siga ahorrando en calzoncillos. Más pronto que tarde, acabarán todos en el basurero de la historia. Y yo que lo vea, por cierto.