Todo parece indicar que con la ley del solo sí es sí al Gobierno le ha salido lo que viene siendo un pan como unas hostias. Y no es de extrañar si tenemos en cuenta quién es la principal responsable de la iniciativa, Irene Montero, peculiar feminista que debe su cargo de ministra a ser (o haber sido) la novia del mandamás de su partido, Pablo Iglesias, aparentemente retirado de la política y consagrado ahora a la docencia y el periodismo. Basta con oírla hablar dos o tres minutos para llegar a la conclusión de que la señora Montero no es una persona especialmente brillante, por lo que todo lo que pueda salir de su caletre es susceptible de ser puesto en duda (aunque ella parezca tener una idea muy elevada de sí misma). En cualquier caso, la ley de marras, que pretendía de forma muy razonable incrementar las penas a quienes cometieran abusos sexuales, ha conseguido hasta el momento exactamente lo contrario, como demuestran los más de 500 sujetos que se han salido de rositas tras sus respectivos juicios. Lo normal sería reconocer que la ley se diseñó mal y ha tenido unos efectos opuestos a los deseados. Es lo que haría cualquiera que no fuese Irene Montero, quien sigue insistiendo (de manera harto cansina) en que su ley es impecable y en que la culpa de la rebaja de condenas a los violadores la tienen los jueces, que son unos machistas heteropatriarcales (aunque más de la mitad de la judicatura española esté compuesta por mujeres) y un poquito fachas que malinterpretan voluntariamente su estupenda ley para hacerle la puñeta a ella en particular y al feminismo en general.
La cosa ha llegado a tal punto de delirio que Pedro Sánchez se ha visto obligado a meter baza y a prometer que se revisará la ley del solo sí es sí para evitar que los responsables de abusos y agresiones sexuales salgan a la calle a manadas (nunca mejor dicho). Pero Montero, partidaria del célebre sostenella y no enmendalla, se ha rebotado ante la actitud paternalista del presidente del Gobierno y sus respectivos partidos andan a la greña por un quítame allá ese consentimiento. El mensaje que envía Sánchez a la opinión pública, eso sí, va con segundas: aunque le interesa mantener el Gobierno de coalición con Podemos, el hombre nos está diciendo subliminalmente que los socialistas se han tenido que poner a arreglar el desaguisado porque las ideas de bombero de Podemos pueden conducir fácilmente a situaciones tan molestas como las de la aplicación de la ley promovida por el Ministerio de Igualdad. El subtexto es: “Me obligáis a cohabitar con los de Podemos y pasa lo que pasa”. Entre la petulancia de Montero y el paternalismo de Sánchez, ya tenemos armado el cirio. En Podemos se sienten ofendidas y, encima, no encuentran en Yolanda Díaz las muestras de sororidad que tal vez esperaban de ella, cosa lógica, por otra parte, si tenemos en cuenta que Díaz está construyendo su propio partido y está por ver que acuda junto a Podemos en las próximas elecciones generales.
La manera más sencilla de solucionar este molesto clusterfuck sería que Montero y sus secuaces se bajaran del burro, reconocieran que no tienen ni repajolera idea de Derecho y dejaran el redactado de la ley en manos de gente más familiarizada con la materia. Pero parece que eso es mucho pedir. De ahí que la señora Montero, azuzada por la señora Belarra, insista en que la ley es estupenda, pero los jueces, que son unos fachas (aunque las sentencias favorables a los abusones provienen tanto del sector conservador de la judicatura como del progresista), la aplican como Dios les da a entender, dando así muestras de una actitud pueril y dada al berrinche que no nos hace ningún favor a nadie en general ni a las mujeres abusadas en particular.
De hecho, no cuesta tanto reconocer que has metido la pata y aceptar que te enmienden la plana los que dominan más el asunto en el que te metiste. A no ser que seas Irene Montero, en cuyo caso recurres a explicaciones inverosímiles, a quejas absurdas y a todo lo que encuentres para mantenerte en tus trece. Soy consciente de que la ley del solo sí es sí era una buena manera de convencer a los españoles de que el Ministerio de Igualdad sirve para algo más que garantizarle un buen sueldo a alguien que no ha llegado donde ha llegado por sus propios méritos, que son escasos y discutibles (y para recordárselo no hace falta llegar a los extremos de ese del PP que se ha marcado un tuit contra ella de una grosería más que notable).
Cuando una ley consigue los efectos contrarios a los deseados, hay que retirar o arreglar esa ley cuanto antes. Es lo que pretenden los socialistas y su jefe, Pedro Sánchez, quien es muy probable que estos días esté recordando aquello que dijo hace unos pocos años de que no podría dormir tranquilo gobernando a medias con los de Podemos. Realmente, con Irene Montero cerca, no hay quien pegue ojo.