El tonto más fosforescente del 2022 fue Spencer Elden, ciudadano de los Estados Unidos. En el año 1991, cuando tenía cuatro meses de edad, le sacaron una fotografía para la portada del disco Nevermind de Nirvana. Ahí se ve al bebé Spencer desnudo, bajo el agua, cerca del anzuelo de una caña de pescar que lleva como cebo un billete de dólar. Su padre cobró 200 dólares por esa foto. Cuando Spencer creció estaba tan (absurdamente) orgulloso de haber protagonizado la imagen de un disco famoso que se tatuó en el pecho el logo de Nevermind.
Pero el tiempo pasa y la gente cambia y con los años el orgullo se fue trocando en despecho. El treintañero Spencer se dio cuenta de que los músicos, el fotógrafo, la casa discográfica, todos los que estuvieron involucrados en Nevermind, ganaron con ese disco mucho dinero; todos, menos él. “Todos se han hecho ricos menos yo”, se lamentaba. Queriendo poner remedio a tal disgusto, insistía, adoptando el papel de víctima: “Todos me han visto desnudo siendo un bebé. Han pasado por encima de mis derechos como persona”. Finalmente ha demandado un par de veces a los músicos de Nirvana por “promocionar la pornografía infantil”, y las dos veces el juez le ha despachado con la cola entre las piernas.
Además de victimista y codicioso, Spender tiene que ser muy tonto. De ahí que el año pasado se hizo acreedor al diploma de reconocimiento al Asno Total 2022.
Este año se han manifestado como dignos aspirantes a tal distinción Leonard Whiting (72 años) y Olivia Hussey (71), que en el año 1968, cuando tenían, respectivamente, 16 y 15 años, fueron los protagonistas de la película Romeo y Julieta, de Zefirelli. Esa película (relamida, como todo lo que hizo Zefirelli, y por consiguiente perfectamente entonada con el gusto de la inmensa mayoría) hizo a aquellos adolescentes inmensamente ricos y famosos y les brindó una puerta de entrada grande a la Fábrica de Sueños.
Olivia escribió hace unos años un libro de memorias donde cuenta lo estupenda que fue la experiencia de encarnar a la Julieta shakesperiana, y lo agradecida que estaba a Zefirelli. Pero hoy, al socaire de la acentuada conciencia social sobre la necesaria protección de los menores de edad, Leonard y Olivia han descubierto que fueron víctimas de un abuso intolerable. Ya que tuvieron que rodar semidesnudos una escena de amor, y hay un momento en la película en que ella muestra un pezón, y otro en que a él se le ve una nalga. Este atropello les dejó un trauma perdurable y durante todos estos años han sufrido secuelas psicológicas, inseguridad, pérdida de sueño, ansiedad, pon lo que quieras. ¡Contra toda evidencia resulta que Olivia y Leonard lo han pasado fatal toda la vida! En compensación, ahora que son septuagenarios, reclaman a la Paramount y al hijo del difunto cineasta el monto total de los beneficios que durante estos 52 años ha arrojado la película, 500 millones de dólares.
¡Qué par de vivales! Zefirelli júnior está indignado, claro, por la asombrosa caradura de esos dos ingratos. Pero los estudios de Hollywood están a la espera de lo que el juez dictamine: si, por disparatado que parezca, le da la razón a los dos bellacos, ¡cuántos actores podrían, a su vez, descubrir que en realidad Hollywood les robó la infancia, porque les propuso rodar películas cuando no tenían suficiente conocimiento de la vida ni criterio sobre lo que les convenía, y les dio a ganar despreciables fortunas, y se hicieron asquerosamente famosos, en vez de divertirse, como los demás niños de su edad, en la escuela, escuchando los sermones de la maestra y jugando al fúnbol en el recreo.
En fin… Aparte de lo feo que está disfrazarse con el dolor de las desvalidas víctimas reales de abusos sexuales para obtener trapaceramente una compensación inmerecida, y morder la mano de quien te hizo bien, el juego de estos dos embaucadores es tan tosco y tan evidente que les hace acreedores al diploma de Asno Total 2023.
Pero mantengámonos alerta, pues el año apenas acaba de comenzar, y no cabe duda de que otros vendrán a disputarles tan preciado blasón.