Si algún día Pedro Sánchez y Yolanda Díaz llegan a pasearse juntos por la acera del Retiro, el Madrid del marqués de Salamanca pondrá el grito en el cielo. Y si no lo hacen pronto se cumplirá el vaticino de Iván Redondo: siete millones de votantes para el PP y seis para el PSOE. La carrera electoral de 2023 empieza con ventaja para Feijóo. Mientras, en Cataluña ya hay pistoletazo de salida para la primera vuelta con la gran alianza presupuestaria entre ERC y PSC.
El tinte de la política llega a la cabalgata de Reyes de Igualada, la más antigua de Cataluña, con un rey Baltasar blanco, pintado de negro, acompañado de centenares de pajes, todos tintados. Allí pasan del blackface. No ven posible reemplazar a sus entusiastas vecinos por 900 pajes negros y recuerdan que esta incapacidad ya les hizo perder un directo en TV3, en 2019. Los organizadores reconocen que los colectivos de afrodescendientes se han dirigido a ellos para buscar pajes; pero quienes manejan la fiesta dicen que lo suyo “no son actuaciones teatrales, sino voluntarios que transmitan el sentimiento de la noche de Reyes”. Será el sentimiento exclusivo de los de casa. Una excusa de lo más singular en pleno resentimiento blanco esparcido por Ron DeSantis, el gobernador de Florida. En fin, la cabalgata de Igualada será de lo más antiwoke.
Como ocurre cada año, el género Minstrel, marcado por la transformación del otro en clave de humor, está extendido por toda España; los pajes y reyes pintados de negro, en Madrid y Alicante, son estos días un ejemplo. Detrás de esta práctica grotesca se nos dirá que no hay ninguna intención racial y posiblemente no la hay de forma conspicua; pero esto es como lo de la mujer del César: serlo y parecerlo es lo mismo.
En la imagen hipotética del parque del Retiro resulta que, de repente, Sánchez y Yolanda han visto a una dama vestida con la Orden de Mérito del Tribunal Constitucional. Es la nueva ponente del alto tribunal, María Luisa Segoviano, convencida de que el derecho a la autodeterminación “es un tema complejo” que, llegado el momento, cabría “estudiar”. Dice estudiar “sin apartarnos del texto constitucional, muy bien resuelto” por los padres de la Carta Magna. Pero, si la duda se instala en el tribunal de garantías, subirán los decibelios y renacerá la calle peleona. El Dios de Nietzsche se ha metido en la piel de Segoviano, antes incluso de que empiece el año electoral, y antes incluso de contestar esta pregunta: ¿a quién destinará la jueza su voto de desempate a la presidencia del TC, el próximo día 9? ¿Al ex fiscal general, Conde-Pumpido, o a la constructivista del no al dictado, María Asunción Balaguer? Su silencio se corta a cuchillo; es muy relevante.
En cualquier caso, ¿cómo se le ha ocurrido a la magistrada relativizar el asunto de la consulta, cuando estaba tan claro que el queso es queso? No sé qué pensarán los altos dignatarios de la UE convocados por Sánchez en junio para celebrar la presidencia española de turno, en Barcelona, “faro de una Cataluña en paz”. Una cosa está clara: Sánchez quiere que se sepa, de una vez, que debatir sobre una consulta, que él rechaza, no significa delinquir.
Iván Redondo ya puede añadir un millón más en los votos del PP, aunque en el tinte de Feijóo pintan bastos. Al otro lado, me pregunto si la versatilidad de Sánchez da para ofrecer zanahoria a la oposición, un día sí y el otro también. Francamente, son ganas de vivir en el abismo.
En el país de Baltasar, el rey pintado, la noche de Reyes de los políticos se celebra detrás de vitrales biselados; con Feijóo proponiendo su último amago en el CGPJ y Sánchez dispuesto a conceder prebendas a la Cataluña montaraz, antes de reinar en Bruselas.