Hay refranes rebosantes de sabiduría popular. Entre ellos, el clásico “ante el vicio de pedir, la virtud de no dar”, me parece insuperable. Este aforismo se ha convertido en un método infalible de autoprotección contra los abusos y el lloriqueo, un antídoto eficaz contra el “quien no llora no mama” tan en uso en este país. El dicho que les comento viene a cuento porque Rosa Romà, la presidenta de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals (CCMA), ente gestor de Catalunya Ràdio y TV3, pidió en sede parlamentaria al Govern de Pere Aragonès una aportación extra de 100 millones de euros para su corporación. La peticionaria sostiene que la televisión y radio públicas catalanas necesitan más recursos para poder funcionar correctamente.
Ante la mirada displicente de unos cuantos diputados, la señora Rosa Romà recitó un repertorio de viejas y conocidas consideraciones. No faltó la llamada patriótica a la consolidación, difusión y defensa de la lengua catalana, las críticas a una supuesta infrafinanciación crónica del ente, o la urgencia de blindarse ante la competencia feroz de otros medios de comunicación públicos y privados. En las palabras de Romà los parlamentarios no hallaron el menor atisbo de preocupación respecto a la delicada situación económica generada por la guerra de Ucrania, a la necesidad de ajustarse el cinturón o de limitar el gasto y los emolumentos de algunas de las estrellas mediáticas. Todo parece indicar que a los mandamases de la CCMA les parece lógico y normal plantear un incremento de subvención pública superior al 25% sin pasar antes el cortacésped por su jardín.
Pero más allá de este aspecto, llamémosle financiero, cabe preguntarse si como servicio público a toda la ciudadanía merecen lo que piden. Sinceramente, creo que no. Hace unos meses, algunas almas cándidas creyeron que era posible el cambio en la dinámica de la radio y la tele pública catalanas. Lamentablemente no ha sido ni es así. Continúa primando un determinado sesgo ideológico descaradamente independentista en los informativos, en la selección de los tertulianos y en la parrilla de titulares. Continúa usándose un léxico y un humor ofensivo, impropio de una radio y televisión pagadas por todos. Nadie se disculpa por nada, la impunidad de los groseros continúa y se acuerdan negocios audiovisuales millonarios con magnates opacos.
Rosa Romà, tras su carta a los Reyes Magos en la comisión de control parlamentario, concluyó diciendo: "Esperamos que el nuevo proyecto de la CCMA sea un proyecto que se haga suyo el Parlamento y que sea un proyecto de país". Mucho cuidado, señor Salvador Illa y señora Jéssica Albiach al negociar los presupuestos de la Generalitat con los contables de Pere Aragonès, el tema de los medios de comunicación contiene una trampa saducea. Las izquierdas han ejercido de pagafantas ingenuos en más de una ocasión y sería deprimente que volviera a suceder lo mismo. No quiero parecer un aguafiestas, pero para que eso tan bonito que pide la presidenta de la corpo sea factible, es imprescindible visualizar un cambio en las formas y los contenidos de TV3 y Catalunya Ràdio. No basta con un reparto de sillones en el consejo de administración de la CCMA. O se avanza por un camino con mayores cuotas de objetividad y pluralidad política, o que pague la juerga el millonario trotskista. Jaume Roures.