Cuando William MacAskill empezó a estudiar en la Universidad de Cambridge era un chico al que le gustaba beber cerveza, subirse a los tejados y tocar en una banda de funk. Pero cuando, en un seminario, descubrió la obra del filósofo utilitarista australiano Peter Singer, sintió que su vida debía dar un giro. En su obra, Singer, motivado por el hambre generalizada en lo que hoy es Bangladés, expone que en un mundo amenazado por la seguridad alimentaria y el cambio climático no existe ninguna diferencia moral entre la obligación de ayudar a alguien que pasa hambre en frente de nuestra casa o a miles de kilómetros de donde vivimos. Y que las personas ricas, es decir, aquellas con trabajos mejor calificados, tienen la responsabilidad moral de ayudar a los pobres, sean los pequeños agricultores que se encargan de producir nuestros alimentos y viven sometidos al poder de las megaempresas de alimentación o los habitantes de un país subdesarrollado.
MacAskill (Glasgow, 1987), entonces ya graduado en Filosofía, empezó a reorganizar su vida en torno a los principios de Singer: en el bar, en lugar de pedir cerveza, pedía un vaso de agua, que rellenaba con cerveza de lata que se traía de casa, se hacía su propio pan, donaba parte de sus ingresos… Estaba poniendo las bases de lo que más tarde se convirtió en el “altruismo eficaz” (AE), una corriente filosófica que en los últimos años se ha vuelto popular entre la comunidad de Silicon Valley, desde programadores e inversores a emprendedores millonarios como Elon Musk y Dustin Moskovitz, cofundador de Facebook.
Una vida más ética
El AE parte de la premisa de que la gente debe hacer el bien de la manera más clara, ambiciosa y poco sentimental posible. Basándose en el rigor lógico, “los seguidores del AE creen que se puede salvar una vida en el tercer mundo por unos cuatro mil dólares”, según un reportaje publicado en agosto en The New Yorker, coincidiendo con la publicación del segundo libro de MacAskill, What We Owe the Future (“Lo que le debemos al futuro”), convertido en un fenómeno de ventas en EEUU. El libro es una guía “para llevar una vida más ética” y colaborar en la mejora del futuro de la humanidad. Porque, como apunta MacAskill en otra entrevista con The Guardian, “por extraño que parezca, somos los antiguos” de una humanidad a la que todavía le quedan muchos años por vivir. “Vivimos al principio de la historia, en el pasado más lejano”, observa.
Lo que quiere decir MacAskill es que cuando contemplamos nuestra responsabilidad moral hacia las generaciones futuras, tenemos la sensación de que se trata solamente de dejar el planeta habitable para unos pocos rezagados que quedan por venir. Pero en realidad se trata de una oportunidad para influir en el destino de casi todos los seres humanos que probablemente seguirán habitando el planeta.
Un fenómeno global
El éxito del libro es una prueba de que el AE se ha convertido en un fenómeno global, a pesar de que dista bastante de lo que en su día era un “nicho para veganos convencidos y donantes de riñón voluntarios que vivían de forma frugal para poder donar más dinero para realizar intervenciones médicas baratas en países en desarrollo”, tal y como apunta The New York Times en la crítica del libro.
“Asesorar a los multimillonarios sobre cómo donar su dinero y animarles a dar más no es, definitivamente, el camino que visualicé para mi vida”, reconoció MacAskill, actualmente profesor asociado de Filosofía en la Universidad de Oxford, a este mismo medio. Sin embargo, partiendo de que la premisa del altruista efectivo es hacer el mayor bien posible, siente que es algo útil. “Si puedo animar a la gente que tiene muchos recursos a no comprarse yates y, en su lugar, destinar ese dinero a estar mejor preparados para una nueva pandemia, a controlar la seguridad de la inteligencia artificial, a repartir mosquiteras o al bienestar de los animales, es algo realmente positivo”, dijo MacAskill.
Consejos de optimización
Los altruistas eficaces defienden que es mucho más eficaz tener un buen trabajo en el sector financiero o tecnológico y donar parte de sus ingresos, que colaborar en una organización humanitaria o benéfica. El propio MacAskill limita su presupuesto personal a unas 26.000 libras al año (unos 29.000 euros), y dona el resto a fines humanitarios.
“¿Médico, trabajador de una ONG o algo completamente distinto? Qué trabajos generan más bien”, era el título de una charla que dio MacAskill en Oxford a finales de 2011, en pleno movimiento Occupy. Ese año mismo había lanzado 80.000 Hours, una plataforma dedicada a ofrecer consejos de “optimización ética de la vida” a los estudiantes universitarios. Su consejo principal, llamado “ganar para dar” (“Earning to Give”) y dirigido principalmente a los estudiantes de alto nivel en instituciones de élite, era que uno podía convertirse en médico, irse a un país pobre y posiblemente salvar el equivalente a 140 vidas a lo largo de su carrera, pero también podía aceptar un trabajo en finanzas o consultoría y, donando inteligentemente, salvar diez veces más vidas.
La inteligencia artificial
80.000 Hours era en realidad una rama de Giving What We Can, organización creada en 2009 por MacAskill junto al filósofo de Oxford Toby Ord con el objetivo de inspirar a la gente a donar parte de sus ingresos a las instituciones benéficas más eficaces del mundo. La idea se inspiraba en filósofos éticos como Singer, con quien compartía la visión de que se podía hacer más el bien analizando y comparando organizaciones benéficas en función de los resultados obtenidos a la hora de ayudar a los demás.
En 2015, 80.000 Hours fue aceptada en Y Combinator, una potente incubadora de startups estadounidense y desde entonces la Cumbre Mundial de Altruismo Eficaz se celebra en Silicon Valley, donde se encuentran la mayoría de sus seguidores. Asimismo, uno de los temas que más preocupan a MacAskill de cara a las generaciones venideras, además del cambio climático y el riesgo de una nueva pandemia, es mejorar el control sobre la inteligencia artificial, y para ello es clave la colaboración de la comunidad tecnológica.
Donar a las instituciones más eficaces
Por otro lado, en su libro insiste en que llevar una “vida ética” a nivel personal es importante, pero en términos de utilidad lo mejor sigue siendo donar a las instituciones benéficas más eficaces: “Está bien ser vegetariano, pero donar 3.000 dólares a la organización benéfica de energía limpia adecuada supondrá una diferencia mucho mayor para el clima que toda una vida sin comer carne”, comentó a The Guardian. La conclusión de su libro, y de su filosofía en general, es que no hay que agobiarse tanto por la culpa ética –castigarse por cada elección de comida o transporte— sin elegir una forma eficaz de ayudar a los miles de millones de seres humanos que vendrán.