Marcela Topor es una mantenida, en el sentido que la mantenemos entre todos, pagándole 6.000 euros mensuales por un programilla en una TV local que ven unas 12.000 personas. El programa viene a ser como un festival de fin de curso de algún instituto, y aun así le pagamos medio euro por cada ocioso que no tiene otra cosa mejor que hacer que verla un rato chapurreando inglés, lo cual no es una mala forma de mantenerla. Más vale eso que pedir en el metro.
A nadie escapa que una señora rumana conduciendo un programa para fomentar el inglés en una televisión catalana no cuadra mucho. Es como si en Escocia hubiera un programa para fomentar el español conducido por una presentadora danesa. Esas cosas solo se explican por el tan hispánico enchufe, es decir, porque la señora en cuestión es esposa, amante, querida o manceba de un tipo influyente. Y efectivamente, al parecer, Marcela tuvo la brillante idea de desposarse con Carles Puigdemont, que al poco tiempo la dejó con lo puesto y se largó a Waterloo. Cualquier otra mujer en su lugar se habría divorciado y se habría buscado un hombre de verdad, de los que asumen las dificultades de la vida y las capean junto a su esposa, pero Marcela prefirió seguir unida en sagrado vínculo. Bien es verdad que 6.000 euros mensuales como premio son una buena razón para seguir casada, y encima no tiene que aguantar al plasta de su marido cada día en casa. No insinúo con ello que la razón de no haber roto el matrimonio sean los 6.000 euros que se levanta cada mes --aunque vayan ustedes a saber--, sino que, si no estuviera casada con Puigdemont, a buenas horas le iba a pagar eso la Diputación de Barcelona, que es la responsable del canal televisivo que emite el programa, no recuerdo el nombre ni del uno ni del otro, para que se hagan una idea de su importancia.
Si los catalanes somos capaces de ponerles piso, sueldo y personal de servicio a todos los expresidentes, es normal que hagamos lo propio con sus esposas, eso es feminismo del bueno. Lo del programa televisivo es solo para disimular, de lo que se trata es de ingresarle a Marcela 6.000 pavos cada mes, para que se compre trapitos, cambie de coche y pueda irse de vacaciones en verano. Además, de esta manera se manda un mensaje inequívoco a todas las mujeres: si quieres vivir bien sin pegar golpe, apunta bien al casarte. Seguro que hay muchas mujeres que apenas llegan a fin de mes y creen que es injusto que Marcela viva a cuerpo de reina con el dinero de todos los catalanes. A esas mujeres envidiosas solo se les puede responder una cosa: haberos casado mejor.
Ya he comentado que no tengo ni idea del nombre del programa, probablemente no lo sepa ni siquiera Marcela, ella con pasarse por ahí una vez a la semana y conversar en inglés con quien le pongan delante ya se ha ganado el sueldo. Puesto que su función es asegurar la subsistencia de la presentadora, podría llamarse Caja de resistencia --o como se diga eso en inglés--, que 6.000 euros mensuales dan para resistir a base de bien. Para que después digan que las diputaciones no sirven para nada. Cualquier persona estaría limpiando escaleras a 14 euros la hora, 428 horas fregando para ganar lo que gana ella ahora con una hora a la semana.
El matrimonio tiene dos hijas, por fortuna todavía menores. Por fortuna para los catalanes, quiero decir, porque en cuanto tengan edad de ganarse la vida, vamos a tener que inventar un par de programas más para que los presenten, no van a ser menos que mamá.