El consorcio del juego Inverama-Casinos, propiedad del terceto de hermanos Suqué Mateu, es una de las corporaciones catalanas de capital familiar más relevantes por el volumen de sus magnitudes económicas.
Como todo hijo de vecino, también ha sufrido en sus carnes las embestidas del coronavirus, hasta el punto de que el bienio 2020-2021 será recordado en la casa como el periodo más nocivo de sus 45 años de historia.
Inverama se constituyó en 1977 para explotar el casino de Peralada (Girona). Desde entonces, está alojado en el imponente castillo del mismo nombre, que los Suqué Mateu poseen en ese enclave ampurdanés. Inverama dio años después un golpe mayúsculo al adquirir los otros dos casinos autorizados en Cataluña.
Hoy el sector alberga cuatro establecimientos. Tres de ellos pertenecen a los Suqué. Son los de Peralada, Barcelona y Tarragona. El cuarto, ubicado en Lloret, es propiedad de Cirsa, gigante de Terrassa gobernado por el fondo de inversión Blackstone.
La saga Suqué disfruta desde hace casi medio siglo de una suerte de coto de caza cerrado a cal y canto. Es de destacar que los cuatro casinos catalanes son concesiones administrativas del Govern y proceden de adjudicaciones hechas en su día a dedo.
El juego, el alcohol y el tabaco constituyen negocios opíparos para todos los que participan en el festín recaudador. Si además ocurre que el mercado está sometido al dictado de un férreo monopolista, la gestión deviene un festival de mamandurrias.
En el caso de Inverama así aconteció desde los inicios fundacionales hasta marzo de 2020, cuando estalló la pandemia. El ramo más perjudicado por el cierre obligatorio y las restricciones fue el de las apuestas de dinero. De hecho, gran parte de la plantilla de la entidad estuvo sujeta a expedientes de regulación temporal durante la mayor parte de 2020 y 2021. La plena normalidad no se ha alcanzado hasta el año en curso.
Los guarismos hablan por sí solos. En dicho bienio registró unas pérdidas de 45 millones. Dos tercios de las 30 filiales del conglomerado contabilizaron saldos deficitarios. Los salones de entretenimiento experimentaron serias dificultades. El único que mantuvo el tipo fue el de Barcelona, sito en los sótanos del hotel Arts. Es la gallina de los huevos de oro de Inverama, pues en circunstancias normales arroja ganancias del orden de los 15 millones anuales.
En 2020 declaró unas pérdidas de 5 millones, pero el año pasado ya le dio la vuelta a los resultados y consiguió un beneficio de 4,2 millones.
En cambio, los recintos de Peralada y Tarragona continuaron en números rojos. Asimismo encajaron quebrantos los locales que Inverama controla al otro lado del Atlántico, sitos en Argentina, Chile y Uruguay.
Al margen de la ruleta, el póker y las tragaperras, los Suqué Mateu disponen de una extensa cartera de bodegas de vino y cava. Entre sus marcas más conocidas figuran Castillo de Peralada, Cims de Porrera, Viña Salceda, Bodegas Fin de Siglo y Gran Feudo. Las tres últimas no son de su propia cosecha, sino que las adquirieron un lustro atrás. Todas las firmas vitivinícolas cerraron el ejercicio 2021 con gruesas pérdidas.
Las vastas heredades del grupo incluyen también el hotel-balneario Termes Victoria de la Garriga, la marca de automóviles de superlujo Hispano Suiza y el castillo de Peralada citado más arriba.
Por último, descuella el acervo inmobiliario que atesora Inverama. Comprende un lote de edificios de viviendas y oficinas en Barcelona, dedicados al alquiler. El valor contable de los bloques ronda 300 millones.
Los propietarios Javier, Miguel e Isabel Suqué Mateu son poco amantes de la publicidad y de las alharacas mediáticas. Observan escrupulosamente un perfil periodístico bajo y rara vez se asoman a la prensa, salvo con ocasión del célebre festival de música que congregan anualmente en Peralada.
El valor patrimonial de su emporio quedó dañado por los avatares del Covid. Quizás el epígrafe que refleja mejor el menoscabo soportado es el de los recursos propios. Menguaron de 545 a 465 millones. El boquete no es desdeñable. Pero en cualquier caso, los Suqué Mateu son titulares de una fortuna enorme y, además, el casino de Barcelona vuelve a facturar este 2022 a todo trapo, como antes del coronavirus.
Los ricos también lloran de vez en cuando, aunque a juzgar por los guarismos que esa dinastía maneja, queda claro que duelos con pan, son menos.