El Parlament abre sus sesiones esta semana. Sobre la mesa, multitud de temas. Desde la crisis energética, la inflación, los problemas para desplegar las energías limpias en el territorio, el gaseoducto del Midcat o la conexión marítima con Livorno, el paro y la creación de empleo, el pacto industrial, las inversiones extranjeras, el desarrollo de nuevas tecnologías... Sin embargo, en la cámara catalana no se hablará de todas estas cosas, sino que volveremos al tema recurrente de la más baja estofa política: la situación de Laura Borràs.
No entiendo cómo a esta señora no se le cae la cara de vergüenza. Está acusada, y con evidencias más que sobradas en emails y en conversaciones de mensajería, de echar un cable a un amiguito del alma suyo a través de la asignación de contratos que se reducían en tamaño para evitar el concurso público. La gran defensora de "la patria" cayó de patitas tras una investigación a su amiguito del alma por un caso de tráfico de drogas por el que ha sido condenado.
No entiendo que no se le caiga la cara de vergüenza diciendo que todo lo que pasa es por las cloacas del Estado. Es verdad, son cloacas pero las suyas. Ahora el juez dictaminará pero, mientras tanto, todo el país está pendiente de sus cuitas y el Parlament dedicado a este tema como si no hubiera temas que tratar.
No entiendo que no se le caiga la cara de vergüenza cuando vejó a las víctimas del atentado de Las Ramblas. Se puede ser un fervoroso partidario de la teoría de la conspiración, es normal que los haya porque la ignorancia es atrevida, pero boicotear un acto en recuerdo de las víctimas para dar pábulo a perogrulladas que los Mossos han desmentido por activa y por pasiva es de sinvergüenzas. Así, ni más ni menos. Y que esta señora, que ya no es nadie, se ponga al frente de la manifestación es trumpismo puro y duro.
No entiendo que no se le caiga la cara de vergüenza cuando teoriza que la Guerra Civil fue una guerra de España contra Cataluña. Insisto, la ignorancia es atrevida y en este caso es además indecente. Es la reinterpretación de la historia para jalear sus postulados mintiendo descaradamente.
No entiendo que no se le caiga la cara de vergüenza cuando desde sus púlpitos defiende posturas radicales para alcanzar la independencia, no para gestionar la autonomía, pero no se le conoce ninguna hazaña en este sentido. Es la desobediencia de escaparate, se pone ufana para contentar a los más radicales y para azuzar la frustración a la que ella contribuyó.
Y por cierto, no entiendo que no se le caiga la cara de vergüenza con su discurso antipartidos cuando es la presidenta de un partido. Si tan antipartido es, ya tarda en dimitir y marcharse.
No entiendo que no se le caiga la cara de vergüenza cuando se pone a defender al mosso independentista Albert Donaire, que su máxima es insultar a todos aquellos que no comulgan con sus postulados de independentismo de salón.
Espero, sinceramente, que la Mesa del Parlament la vuelva a enviar al rincón de pensar, que su partido deje de hacer aspavientos y coja el toro por los cuernos y se deje de contemplaciones, y que el juzgado fije fecha y le saque los colores.
De personas como esta se puede prescindir perfectamente porque no se les cae la cara de vergüenza. Vive en su mundo y miente más que habla porque conjuga a la perfección la falta de vergüenza y la ignorancia.