Qué mejor distracción en este agosto caluroso y sin corbatas que volver a ver la trilogía más uno de Matrix, aderezada con sus nueve cortometrajes. También podemos ver Ready Player One de Spielberg, o incluso hacer algo tan antiguo como leer un libro. Alicia en el País de las Maravillas (Carroll - 1865) o Planilandia (Abbott- 1884) nos pueden servir, eso si no queremos estudiar al mito de la caverna de Platón (siglo IV a.c.). La imaginación creativa siempre ha anticipado invenciones, que se lo digan si no a Julio Verne o a Leonardo. El metaverso que viene se puede parecer, y mucho, a lo descrito en un buen número de películas y libros que nos muestran mundos alternativos al que vivimos. Sumergiéndonos en el metaverso nos podemos evadir y mutar en los avatares que nos gustaría ser.
De momento asociamos el metaverso a unas gafas de realidad virtual y a videojuegos, pero no tiene por qué ser así en el futuro. El metaverso será una nueva manera de interactuar con el mundo virtual, probablemente de manera muy inmersiva. Es igual que llevemos gafas, guantes o camisetas con sensores, lo que es seguro es que interactuaremos con un ordenador, o mejor dicho con una red de ordenadores, de manera más natural a como lo hacemos ahora y quién sabe si hasta llegaremos a perder el sentido de la realidad por mezclarla con información virtual. De hecho, cada vez que andamos mirando al teléfono móvil estamos mezclando realidades y algunos adictos a Instagram ya no saben ni qué cara tienen de tanto usar filtros.
En la actualidad hay muchos metaversos movidos por motores de juegos porque los videojuegos hace tiempo que crearon nuevos mundos por los cuales movernos. Lo primero que tenemos que entender es que no existe, no existirá, un único metaverso, por más que Facebook haya intentado monopolizar el concepto incluso cambiando su nombre. Habrá tantos como se quieran crear, aunque probablemente los oligarcas de internet (Google, Apple, Facebook y Amazon) harán todo lo posible por consolidar el nuevo espacio virtual para seguir con su dominio actual, comprando a sus rivales como han ido haciendo hasta la fecha.
Esta nueva evolución de internet será, es ya, un nuevo espacio para intentar hacer dinero. Se podrán vender y comprar objetos y servicios, de manera más natural y a la vez más sofisticada a como ahora conocemos el comercio en internet. Se podrá democratizar el consumo como nunca. Por ejemplo, los conciertos carecerán de aforos, hoy ya se han retransmitido conciertos en metaverso para decenas de millones de personas, algo impensable en el mundo real. Y la MTV ya se ha apresurado a crear un premio para el mejor concierto en el nuevo espacio. Pero también el metaverso permite la máxima exclusividad. Ya se están vendiendo terrenos o bienes en metaverso por auténticas millonadas. Todo virtual pero todo certificado digitalmente.
Probablemente más que despistarnos con las gafas y los videojuegos deberíamos pensar en un entorno más realista, tipo matrix, eso será el metaverso del futuro. Y, como todo, podrá tener un buen o mal uso. Podremos, por ejemplo, transportarnos a lugares inaccesibles, generando experiencias únicas sin necesidad de coger un avión o escalar una montaña haciendo posible visitar cualquier lugar a cualquier persona, independientemente de su condición física o económica. Pero también será muy sencillo alienar a la población, haciéndola dependiente de su enganche con el mundo virtual, siendo todavía más manipulable.
El ser humano siempre ha tratado de evadirse de la realidad, solo que la tecnología actual y, sobre todo, la que está a punto de llegar, permitirá evadirse de tal manera que se podrá llegar a perder la noción de quiénes somos. Necesitamos más pronto que tarde un código de ética y hasta normas jurídicas para regular lo que se puede y lo que no se puede comercializar y a quién en el nuevo espacio. La nueva realidad puede acabar siendo tan adictiva como cualquier droga y como con las sustancias químicas, lo mejor es prevenir.