No nos pongamos salerosos. Criticar el plan de ahorro energético del Gobierno no es ninguna insumisión; otra cosa es el fraude de ley que se permite Díaz Ayuso, llevando el decreto del Ejecutivo al Constitucional. España es un árbol poblado de delitos institucionales y recursos ante el alto tribunal. Sánchez gobierna junto a María Jesús Montero con las cartucheras colgadas, mientras la ministra Ribera dice que “el decreto es el decreto y hay que cumplirlo”.
La oposición exhibe el negacionismo de siempre, como lo hizo durante la pandemia. El PP habla por boca de los segundos y terceros escalones de las instituciones que gobierna: “Retiren el plan de ahorro energético y empiecen de cero”. Pero en la reunión celebrada el lunes entre Ribera y las CCAA, los conservadores se limitaron a repetir su negativa, sin presentar ninguna alternativa. Será que no la tienen.
Con varias semanas por delante, Sánchez recupera parte del aforo perdido frente al bloque de la derecha, que todavía no alcanza la mayoría absoluta. Núñez Feijóo tendrá que aplazar de momento su grito de hasta la vista, baby dirigido al presidente del Gobierno. Su mando en el espíritu de rebaño se pondrá a prueba en las autonomías y municipios que deben confirmar el ascenso del PP antes de llegar a las generales del año próximo. Si de verdad es moderado, el jefe de la oposición podría sacarse de la chistera un sinónimo dulce de ahorro, al estilo de “sobriedad energética” como ha hecho en Francia la ministra de Transición, Agnès Pannier-Runacher.
La perífrasis es el bombón de la política. Si a Feijóo le sale bien, podrá lanzarle un hasta la vista, baby a la señora Ayuso antes de hacerlo con Sánchez. Pero lo primero es antes y hay que responder esta pregunta británica y digna de Rafael Ramos (La Vanguardia): ¿Feijóo está con el cameronismo de David Cameron o con el johnsonismo del salvaje Boris? ¿Quiere parecerse a Mitch McConnell, el líder republicano en el Senado de EEUU, o elige a Trump como modelo? Cuando lo sepa, podrá avanzar porque la presencia de ánimo y la educación solo sirven en los prolegómenos. Feijóo tendrá que decidirse, si no quiere que las ventajas de su galleguismo implosionen.
Mientras la política atraviesa el desierto, la canícula ha terminado incendiando al Barça, una amalgama de republicanismo mainstream. Los sobrecostes de jugadores como Frenkie de Jong, Ter Stegen o Piqué (Geri) presentan indicios de criminalidad, según los abogados del club. Ahora sí: el responsable de estas renovaciones fue Bartomeu. Despedido, ¿o no? Porque si Laporta no puede inscribir a los nuevos, él será el próximo en dejarlo. Todo depende de la Liga de Fútbol Profesional, una patronal tuercebotas, cuyo presidente, Javier Tebas, aceptó el compliance de buenas prácticas sobre las renovaciones millonarias que le mostró en su momento Bartomeu.
Además, los indicios de criminalidad penden a la sombra de la forensic, que le entregó el Barça a la fiscalía sobre la anterior junta del club. Los millones prometidos a De Jong parecen la última medida de presión destinada al neerlandés: “Nos olvidamos y te marchas a la Premier”. Chantaje y hasta la vista, baby.
Si la política domina la perífrasis, el fútbol es víctima del circunloquio. Los políticos y los señores del fútbol tienen una cosa en común: actúan como Humpty Dumpty –el personaje de Alicia en el país de las maravillas—, mueven sus intereses por debajo de la mesa.