Las palabras del presidente del Gobierno en el debate sobre el estado de la nación no han servido para detener la inflación pero sí para hacer bajar la bolsa. Las medidas anunciadas tienen un tinte electoralista nada bueno porque de aquí a las elecciones queda muchísimo tiempo y hay que hacer mucho más que lograr un titular o parecer rojo rojísimo para capturar cuantos más votantes mejor del espacio de Podemos, espacio en transformación por no decir división acelerada.
Subvencionar los trenes de cercanías está muy bien, para quienes los usan claro, que son, sobre todo ciudadanos de la periferia de Madrid y de Barcelona, unos 800.000 en el primer caso y 500.000 en el segundo. Una medida estrella para 1,3 millones sobre una población de 47 millones no parece una gran cosa. Y, además, mete presión a los gobiernos autonómicos que, como el catalán o vasco, cuentan con empresas de transporte propias (Ferrocarrils de la Generalitat o Euskotren).
Confiscar beneficios de grandes empresas puede sonar progresista pero el disparate de precios de la energía lo marcan, sobre todo, los gobiernos con sus impuestos y sus sistemas de precios que tratan de acelerar la transición energética sin pensar en las consecuencias y los bancos puede que ganen algo más de dinero si suben los tipos de interés, algo que aún no ha ocurrido y no está en sus manos que suceda. En lugar de mejorar las condiciones de partida se confisca, mal mecanismo. Probablemente su incidencia en la inflación sea nula pero sí que ha impactado ya en los precios de la bolsa. Y en la bolsa no solo invierten las grandes fortunas, el ahorro del español medio está sobre todo en fondos de inversión y en planes de pensiones que hoy han sufrido un descalabro. Y, de rebote, ahuyentamos inversores internacionales.
Lo primero que hay que encarar es un pacto de rentas y éste empieza por no indexar al IPC ni pensiones ni retribución a funcionarios. No priorizar este necesario acuerdo es una oportunidad perdida que se va a materializar en horas perdidas por huelgas innecesarias en otoño. Cuanto más se tarde, peor.
La inflación no solo está desbocada por la guerra de Ucrania. Dado que van a faltar alimentos, ¿por qué no apoyar al campo español? Si las cadenas de suministro se atascan, ¿por qué no facilitar la reindustrialización? Si Rusia corta el gas, ¿por qué no saturar los almacenes de gas y las regasificadoras en España? ¿por qué no impulsar más la producción solar? España tiene una gran oportunidad por delante que no materializaremos subiendo algunos impuestos de manera precipitada.
Hacía siete años que no había un debate sobre el estado de la nación. Visto lo visto, mejor que tampoco este año lo hubiese habido porque las medidas suenan a precipitadas, electoralistas y deslavazadas. La única manera de salir de esta es un pacto de Estado, no un titular de prensa o un comentario en redes sociales.