El comunicado de Elon Musk a los ejecutivos de Tesla recordándoles la obligatoriedad de trabajar un mínimo de 40 horas de forma presencial, en oficinas “oficiales” de Tesla (aclaraba el propio Musk), está provocando un interesante debate. Un debate que abarca mucho más que la propia dicotomía: trabajo presencial versus teletrabajo.
Un debate y reflexión que, sin previo aviso, se inició hace dos años cuando muchos trabajadores y profesionales se vieron obligados a teletrabajar durante los meses de obligado confinamiento en la primavera de 2020. Restricciones que, de alguna forma, han seguido hasta hace solo unos meses (por ejemplo, estableciendo cuotas máximas de presencialidad en muchas oficinas).
Estos dos años de pandemia y restricciones han supuesto un gran ensayo para muchas empresas y trabajadores, los cuales han podido experimentar de forma masiva el teletrabajo. Y, en general, el experimento ha resultado positivo. De hecho, muchas empresas de todo el mundo y de diferentes sectores han adoptado políticas de teletrabajo de forma general y hasta indefinidas, dando cierta libertad a los trabajadores cuyas funciones, lógicamente, se pueden desarrollar en remoto; con ordenador e internet. De igual forma, muchos trabajadores aprecian y valoran teletrabajar unos días a la semana para ahorrarse atascos, tiempo, estrés o para poder conciliar mejor vida laboral y personal.
Sin embargo, Musk insistía: ninguna empresa innovadora lo ha sido desde el teletrabajo. No le falta razón. Matizable, sí, pero no le falta razón.
La creatividad, según nos explican muchos estudios y especialistas (Where Good ideas come from, de Steven Johnson), surge de la interacción física, del intercambio de conocimientos y experiencias de forma presencial. Sin embargo, ello no es incompatible con la combinación con momentos y espacios de estudio y reflexión personal, privada, en solitario, los cuales se conectarán posteriormente con la experiencia y conocimientos de otros en encuentros presenciales. En la máquina de café o en un encuentro informal en el pasillo, las empresas innovan y crecen.
Por lo tanto, si a creatividad e innovación nos referimos, una fórmula ideal sería justamente la de combinar momentos y espacios compartidos, con momentos de trabajo individual, como pudiera ser el teletrabajo. No son incompatibles, al contrario, se necesitan.
Igualmente, en las empresas, la presencia e interacción física sirve a su vez para poder crear y desarrollar algo tan fundamental como es la propia cultura de la organización. Es decir, el sistema de valores, principios, hábitos o tradiciones de la empresa, que la definen y que la dotan de personalidad y que tanto afecta a su objeto social, forma de trabajar y productividad. La cultura no puede crearse ni desarrollarse por videoconferencia o mails. Eso está claro. Requiere de interacción física, de presencia, sobre todo para los trabajadores más jóvenes y/o con menos antigüedad. En esto, de nuevo, Elon Musk tiene razón.
Pero este debate tiene muchas aristas y consecuencias a valorar. En primer lugar, desde un aspecto profesional y personal, se ha demostrado que ciertas cuotas de teletrabajo no han perjudicado a la productividad y que, al contrario, han ayudado a la retención de profesionales, los cuales han experimentado mayor calidad de trabajo al combinar mejor el siempre complejo equilibrio trabajo-vida personal y familiar. Mayor libertad y autonomía para los profesionales cuyas funciones, repito, puedan realizarse en remoto, que siempre serán positivos para la calidad y productividad del trabajo. Y que ayudará a la empresa a retenerlos. Solo hay que examinar la “gran resignación” que ha sacudido el mercado laboral en Estados Unidos. A mayor rigidez en la empresa, mayores salidas de profesionales. Con el coste y desgaste que supone para cualquier organización reemplazar a un trabajador.
Pero más allá de la libertad y autonomía de que la pudiera disfrutar el trabajador, el teletrabajo tiene unas consecuencias indirectas muy positivas para la sociedad. Me refiero a la movilidad en las ciudades y al impacto en el medio ambiente.
En Europa, el 70% (aproximadamente) de la población es urbana. Nuestras ciudades, en constante crecimiento, están experimentando los efectos de su crecimiento y densificación, con ventajas y oportunidades, sin duda, pero también con los inconvenientes de mayores problemas de movilidad, atascos y contaminación.
La transición gradual hacía ciudades con menos tráfico de vehículos contaminantes es una necesidad. En eso, de nuevo, Tesla, es un actor principal, toda vez que sus vehículos son todos 100% eléctricos. Ahora bien, Tesla y Musk también deberían tener en cuenta este factor a la hora de tomar medidas tan drásticas como la de exigir un 100% de presencialidad. Acaso, y aquí viene la letra pequeña, Musk simplemente quería pegar un golpe en la mesa, porque también es cierto, en su defensa, que en su propia misiva dejaba abierta la posibilidad de teletrabajar para aquellos casos especiales que necesitasen o lo justificasen.
En mi modesta opinión, en los casos en que sea posible, uno o dos días a la semana de teletrabajo (para perfiles con cierta experiencia) no solo es posible, sino que puede ser muy beneficioso para todos, para los tres: trabajadores, empresa y sociedad.