La mayoría de la población de nuestro entorno vive en municipios donde la consciencia de carestía, sequía y falta de agua no existe. El grifo abastece y, por tanto, el problema no se ve.
Las inversiones que se han realizado, especialmente, a partir del último y grave incidente que vivimos en el verano del 2007 con la imagen del barco trasportando agua en el Puerto de Barcelona sirvió de acicate para desarrollar unas plantas desalinizadoras, denostadas en aquella época, pero que en la actualidad son nuestro colchón de oxígeno.
Hace pocos días, el titular de varios medios de comunicación alertaba de las dificultades de un municipio de 7.082 habitantes y 2.000 piscinas, situado a 25 kilómetros de Barcelona, cuya población dispone de agua potable a través de una cuba, debería generarnos algunas reflexiones.
Si al dato reciente del municipio, le añadimos los niveles de los embalses, tanto de la Confederación Hidrográfica del Ebro, al 61% de su capacidad, como el de la Cuenca interna de Cataluña al 57%, tomamos en consideración la época del año en que estamos y que el periodo de pluviometría generoso no se espera a corto plazo, las reflexiones y alertas sobre la falta de agua y la sequía deberían estar a punto de saltar y generar una alarma social.
El consumo humano, el industrial, el agrario y el ecológico son los destinos principales de los caudales acumulados, pero en estos momentos no están asegurados por la sequía del invierno pasado.
La buena noticia nos llega por parte de la tecnología, que está acompañando la reutilización del agua de muchos usos, entre ellos el industrial y el doméstico.
El caudal ecológico de los ríos es esencial para mantener la biodiversidad en gran parte del territorio. La vida vegetal y natural que se ha generado en el trayecto de todos los ríos no se entendería sin este caudal. En el ámbito agrario el reto de la modernización es también imprescindible. Los nuevos regadíos ya llevan la sostenibilidad en su ADN, en su diseño y concepción.
La agricultura es el sector que más agua necesita y clave para el mantenimiento de la vida de las personas y del entorno. En ese proceso de modernización agrario, los canales de regadío han sido un factor clave, siendo, el más significativo por su extensión e historia el canal de Urgell, regando más de 700.000 hectáreas y dando servicio a más de 75.000 habitantes, con una vida de más de 150 años y recorriendo unos 144 kilómetros. Este es un ejemplo como el que representa la ribera del Ebro, el Delta del Ebro, el Pinyana y el Bajo Ter.
Todos los regadíos o infraestructuras hidráulicas citados y otros, han vertebrado el territorio, pero ante el reto global del cambio climático y el reto europeo de suficiencia alimentaria, los actores públicos-privados y el mundo urbano-rural debería fijar prioridades de riego para determinados cultivos. Igualmente, el mantenimiento, la limpieza y las obras de mejora deberían ser prioritarios.
La transferencia tecnológica es decisiva para incrementar la rentabilidad de las explotaciones agrarias, en el camino hacia una mayor suficiencia alimentaria. Aprovechemos las posibles ayudas que se puedan generar desde Europa. La modernización es lenta, compleja y costosa, pero cuando más tardemos será peor. El relevo generacional es la gran losa para la mayoría de las explotaciones agrarias. Si no hay futuro de modernización a corto plazo, el reto de dar vida a muchos territorios se quedará en pura potencialidad de deseo.
Con todos los respetos, no poder llenar una piscina es una incomodidad, pero no poder regar los campos de cultivo es un drama.