No piense nadie que esa pobre señora de pelo cano que preside la ANC se hace la tonta cuando se pregunta en televisión por qué los escolares de Sevilla no estudian en catalán. No se la hace, la doña es así realmente. Para que se hagan ustedes una idea de su valía auténtica, la tal Dolors Feliu perdió las elecciones a la ANC a manos de un payaso --en todos los sentidos, incluido el laboral--, pero el curioso sistema electoral de esa entidad, diseñado para que la presida quien les dé la gana a quienes deciden, la aupó hasta la presidencia. Y ahí está, mostrando en la tele su desconcierto porque en un instituto de Jaén no leen La plaça del diamant en versión original, con lo que les gustaría a las morenazas andaluzas parecerse a la Colometa.
La buena de Gemma Nierga, que era quien la entrevistaba, la ayudó como se ayuda a un ciego a cruzar la calle, cogiéndola del brazo y acompañándola, y le recordó, tan despacito como pudo para que la dirigente nacionalista la entendiera, que en Andalucía el catalán no es oficial.
--¿Y cómo es eso? --alcanzó a responder la buena mujer.
--¿Por qué no se puede escolarizar en catalán en Andalucía? --insistió, como quien acaba de enterarse de una noticia inconcebible. Yo pensé que le daba un patatús ahí mismo, en directo, ante semejante hecho.
Gemma Nierga debería ir con más cuidado al elegir a los invitados que lleva a su programa, alguna entidad de las que trabaja con este tipo de personas podría querellarse por haber expuesto públicamente a Dolors Feliu, a todas luces con pocas ídem. Muchos televidentes pudieron sentirse incómodos, algunos incluso ofendidos, al verla tan despistada, sin saber de qué hablaba, sin entender nada de lo que allí se decía, confundiendo idiomas, en fin, pareciendo no estar en sus cabales. No quiero decir que eso sea un impedimento para dirigir la ANC, a la vista de sus últimos presidentes y presidentas más bien debe de ser un mérito, pero es indudable que tal merma no da el pego en televisión.
Es cierto que hay algunos programas en los que llevar al plató a un invitado que dé pena a los espectadores está bien considerado, puede que incluso aumente la audiencia, ejemplos los hay a patadas, ayer mismo vi en Telecinco a un hombretón llorando en directo porque conoció a su hijo. Pero Café de ideas, el programa donde apareció de sopetón Dolors Feliu preguntándose por qué un niño andaluz no puede cursar toda la primaria en catalán, es matutino. Uno espera empezar el día alegre y con buen ánimo, sin que le muestren crudamente, de golpe y porrazo, los estragos que puede causar la edad, o la enfermedad, o la genética, o qué se yo, en una persona aparentemente sana. ¿Cómo va uno a encarar bien el día después de ver a una adulta que no comprende por qué en Huelva las clases no se imparten en catalán? Uno va a trabajar con mal cuerpo, oiga. Si hay que exponer públicamente esos fenómenos, mejor hacerlo de noche, en Cuarto Milenio, por ejemplo.
Imagino que alguien esperaría a la pobre mujer a la salida de los estudios de TVE, para acompañarla hasta su casa, venga, Dolors, venga, no pasa nada, verá cómo pronto se va a hablar catalán en todo el mundo, ande, no se preocupe, ¿quiere un caramelo de fresa?, mañana la llevaré al zoo para que siga enseñando catalán a los monos, como el otro día. Sería muy triste encontrarla un día deambulando por las calles de Barcelona, completamente desorientada, preguntándole a un semáforo --como Rompetechos-- por qué razón en Almería los niños no recitan de corrido a Espriu.