Quienes lean, aunque sea ocasionalmente, mis columnas en este magnífico digital, conocerán mi propensión a abordar la actualidad política desde el humor y la ironía. Porque la vida ya es bastante lamentable como para no tomarse a chirigota los dislates que protagoniza a diario nuestra vergonzosa clase política. Así que lo que sigue es, tal y como rezan las películas, pura guasa ficticia, y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Como saben, ha comenzado la filmación de una serie de televisión de carácter documental --se habla de cuatro capítulos de aproximadamente una hora de duración cada uno-- que contribuirá notablemente a "potenciar la proyección internacional de nuestro país en el mundo, ofreciendo una imagen atractiva de España". Quien así opina es su protagonista y actor principal, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez.
Lo que ahora les explicaré lo he sabido a través de un amigo, cuyo primo es novio de la hermana de uno de los máximos responsables de contenido y programación de la principal plataforma de streaming de nuestro país. Por lo visto sus directivos llevan tiempos muy preocupados, porque pierden suscriptores a patadas, una verdadera sangría, y porrillones --es decir: un porrón de millones-- de euros anuales. Y eso que en su parrilla se amontonan irresistibles series coreanas, culebrones de todas las latitudes del orbe y películas británicas en blanco y negro, de serie B, de los años cuarenta y cincuenta. No es nada nuevo, los de Disney están también desesperados.
Pero la huida de la clientela no tiene nada que ver con el hecho de que sean capaces de darle una doble capa de betún de judea a Ana Bolena como si tal cosa, o con que un japonés encarne al general George Armstrong Custer si se trata de una de indios, o con que Giacomo Casanova sea eliminado de una película sobre su vida por follar sin mucho consentimiento. Todo sea por la fraternidad, la paridad racial, la igualdad de género, el rollo patatero de las creencias religiosas, y los derechos sexuales de medio centenar de colectivos. A la mierda la realidad y la asunción de la historia. Las cosas ocurren como yo digo. Todo muy orwelliano. Si conviene cambiarlo, se cambia y santas pascuas.
Intentando subsanar la debacle, se reunieron los de la plataforma y sus principales productoras, y se encerraron en un chorra-storming de ideas, a ver si se les ocurría algo brillante. Y les dio por pensar en series sobre políticos españoles. Como son todos ellos para tirar al contenedor de la orgánica, optaron, como mal menor, por elegir a Pedro Sánchez, que para eso es presidente, manda mucho, y es muy querido por todos. Imagínense una serie sobre Gabriel banderita tu eres roja Rufián, Pablito roomba Echenique, Yolanda ven que te como tol morro Díaz o Alberto a la rica cucaracha Garzón. Qué horror. Quita, quita, centrémonos en Sánchez, que además el ICO nos subvenciona con más de 17 millones de euracos.
Las reuniones y negociación con Pedro Sánchez, el narciso, y sus 162 asesores de imagen, fueron arduas. Al presidente el proyecto le gustó casi desde el primer momento, al entenderlo como un escalón más en su empeño de pasar a la posteridad como el político que fue capaz de regenerar España; aunque eso sí, siempre y cuando se cumplieran una serie de requisitos indispensables, a saber: la imagen final transmitida por la serie --no olviden que se estrenará coincidiendo con la campaña electoral de las generales de 2023-- deberá ser la de un estadista de formidable talla; en la posproducción y montaje de cada episodio se incluirán no menos de cuatro o cinco tomas breves, en primer plano, de sus manos, con esos dedos esculpidos por el mismísimo Lorenzo Bernini, cruzados y en actitud reflexiva; también inserts fugaces de su mirada estilo Zoolander, escrutando el horizonte colectivo para que nadie quede atrás; y, por supuesto, tomas de sus morritos fruncidos para embobar al colectivo de sesentonas socialistas. Y, ah, sí, el Falcon, que debe ser elemento omnipresente en la serie como símbolo de su alto rango, poder y proyección internacional. Todo como en “El ala oeste de la Casa Blanca”, pero mejor.
Todo lo exigido en cuanto a imagen fue aceptado a regañadientes por los directivos de las productoras. La parte más jodida del pliego de condiciones llegó cuando se encontraron con la negativa rotunda a que pudieran usar imágenes de hemeroteca o vídeos de archivo que pusieran en evidencia las flagrantes incongruencias de Pedro Sánchez como político. Ni hablar de utilizar su célebre y reiterado "No es no, y siempre será no, porque cuando yo digo que no es que no", verbalizado en incontables debates en referencia a hipotéticos pactos futuros con Bildu, con Podemos, con el golpismo catalán y con lo peor de cada casa. Falsedad palmaria que ha condicionado la vida política española convirtiendo a Pedro Sánchez en un mentiroso de tomo y lomo. Del mismo modo se les prohibía la utilización de imágenes del Presidente lamiéndole la chepa a Joe Biden; discursos ante auditorios vacíos, o fotografías que pudieran evidenciar su soledad en posados corporativos en cumbres de líderes de la Unión Europea. Lo único que podía ser documentado y permanecer en el recuerdo era su lucha contra la pandemia, el volcán y el conflicto bélico en Ucrania. Y lo de Marruecos ni mentarlo, que para cuando se emita la serie ya nadie se acordará de esa minucia.
Todas esas exigencias estuvieron a punto de dar al traste con el proyecto, porque ningún periodista, por código deontológico, puede jamás renunciar a la objetividad ni a dejar de ofrecer en su trabajo una visión periférica de la realidad. Y así hubiera acabado la cosa de no ser por una idea brillante, surgida en plena desesperación. En una reunión un agotado guionista dio con la solución al echar un cubito de hielo en su Coca-Cola caliente. "¡Eureka, lo tengo!", exclamó alborozado, chasqueando los dedos como Arquímedes de Siracusa en su tina. “¡La clave está en Carmen Calvo!", balbuceó. Sí, en Carmen Calvo, cuando ante una de esas supinas incongruencias le había disculpado argumentando que eso no lo había dicho el presidente sino "su persona".
De la perplejidad pasaron al júbilo de sopetón. Se trataba de encontrar al Pedro su persona Sánchez, que en algún lugar del multiverso o metaverso debía vagar en su encarnación pretérita, cuando lo despojaron de todos sus cargos y prerrogativas en el partido y cayó en total desgracia. Tras innumerables consultas con asesores en física cuántica y con guionistas de El Ministerio del Tiempo, lograron introducir en el pasado, por un agujero de gusano, a un equipo de cámaras y técnicos de sonido. Lo que había hecho Sánchez, casi día a día, estaba bien documentado. Aun así les costó Dios y la madre dar con su paradero.
Le localizaron con su Peugeot 407 del año 2005 en una gasolinera. Había parado a repostar en su agotador periplo por todo el país, a fin de convencer a la militancia de base del partido de que sólo él podría devolver al PSOE la gloria de antaño. Estaba montando un pollo de mucho cuidado, manguera en mano. "¡La de 95 a un euro 15 el litro, medio punto más de inflación; este país se va irremisiblemente a la mierda, vamos directos al desastre, maldito PP!", bramaba, dándole patadas al surtidor. ¿Era él, era posible un milagro así?, se preguntaron todos sin dar crédito a sus ojos. Salieron de dudas cuando se aproximaron y le preguntaron si era él, y qué hacía allí. "¡Claro que soy Pedro Sánchez, hombre, aquí estoy, haciendo trabajo de zapa por todo el país; llevo dos días en Huesca y ahora me voy a Aragón pasando por Albacete!". Al equipo casi le da un infarto. Un cenutrio así solo podía ser Pedro Sánchez.
Le convencieron sin mucho esfuerzo de que estaban allí dispuestos a ayudarle a recuperar el liderazgo del partido y conducirlo a La Moncloa. Y le siguieron discretamente por todo el país. A "su persona" la filmaron con Begoña, empujando el carrito de la compra por una gran superficie, dejando productos aquí y allá, así se aproximaban a la caja. "¡Lo de la cesta de la compra es inasumible, o comemos arroz hervido con aceite y sal cada día o no hay economía que resista esto!", rugía fuera de sus casillas. Cuando le preguntaban por las condenas y los hipotéticos indultos a los viciosos sediciosos independentistas catalanes en caso de dar un golpe de Estado, se encendía: "¿Indultos? ¡Mis cojones treinta y tres! ¡A la trena con ellos! ¡Y el 155 con sabor largo-largo hasta que canten en gregoriano!". Y si le interpelaban acerca de posibles pactos con Podemos, se subía a la parra: "¡Pero en qué cabeza cabe que yo me encame con Pablo Iglesias y con esa patulea populista de ultraizquierda, eso sería un sinvivir, no pegaría ojo!".
De este modo, el equipo de Pedro Sánchez, ese hombre, ese prócer --¡o como leches se acabe titulando ese panegírico subvencionado a mayor gloria del peor presidente de este país, y mira que tenemos a unos cuantos disputándose la prez!-- regresaron al espacio-tiempo actual un mes después, cargados de material. Solo serían necesarios unos cuantos retoques digitales, añadir unas cuantas canas, arrugas y ojeras, aquí y allá, a la hora de insertar en la serie un discurso inédito que, de una manera u otra, está grabado a fuego en la memoria colectiva de toda España por mucho que lo maquillen o desvirtúen.
Pues ya les he hecho el spoiler de la serie. Sean felices y nunca le compren las mentiras a nadie.