El galope a Moreno Bonilla impone la ley del bloque de las derechas, mientras Núñez Feijóo se mantiene incólume en su primer cara a cara con Sánchez, en el Senado. Cataluña se descuelga del duelo bipartidista que señala una nueva etapa política, marcada por las buenas maneras, hasta conocer el alcance de Vox en Andalucía.
Andalucía y Cataluña son vasos comunicantes, desde que el andalucismo del Trienio Liberal fue una llama permanente de la inteligencia catalana comprometida frente el absolutismo de Fernando VII. Hablar de catalanismo requiere una profundidad que no tiene Junts, y aunque alguna de sus voces destaque, no representa totalmente un espacio troceado por sus dirigentes.
La metonimia es el mejor recurso de la política. Cuando Jordi Pujol fue president, su personalidad brillaba y los catalanes tomaban la parte por el todo. Ahora, no hay fondo; la presidenta de Junts, Laura Borràs, no puede utilizarse a sí misma como pantalla salvadora de un partido enfangado y roto en pedazos. Volver atrás es imposible y mirar a la gloria del pasado convergente sería como caer en el encanto de las morbideces voluptuosas de otro tiempo.
El congreso de Junts, celebrado el sábado pasado en Argelès (el Rosellón francés), sirvió para relevar a la dirección de Jordi Sànchez y Carles Puigdemont y pasar el testigo a Jordi Turull y Laura Borràs, en la primera gran cita presencial de la formación, que se fundó tras el divorcio exprés con el PDECat. Borràs promete movimiento y puerta giratoria; Turull, puro sedentarismo. La reunión entre los ex y los ex novos fue un tostonazo; está visto que, cuando sus cuadros no tienen a mano el vértigo del procés, se convierten en un grupo de plañideras.
Durante el caluroso puente de la Segunda Pascua, la juerga del Midi no tuvo lugar en Argelès; se instaló no lejos, en el coso taurino de Arlés, allí donde de vez en cuando la fiesta taurina toca a sus matadores con un gorro frigio sobre un fondo musical de Paquito, el chocolatero, entreverado por notas del Himno de Riego. En fin, diversiones de le Mair: empastre, medalla conmemorativa de los héroes de Verdún y mejillas encendidas. Los gabachos nunca se han tomado en serio lo de los Països Catalans.
La cita de Junts, en la que la formación trataba de marcar perfil político, fue solamente un ataque frontal contra Esquerra Republicana. Los soberanistas, como rebeldes sin causa, consideran que la distensión de ERC con el Ejecutivo de Pedro Sánchez es totalmente infructuosa. Un día deslocalizaron su representación institucional en Waterloo y ahora, una vez descabezado Puigdemont, tratan de evitar cualquier tipo de contagio. Les ha molestado que el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, le afeara a Jaume Asens, el presidente del grupo confederal de Unidas Podemos, sus frecuentes visitas a Puigdemont.
En eso están porque no tienen otra. ERC y Junts han perdido de vista de repente el escenario bipolar de España, abierto ayer entre Sánchez y Feijóo. El popular salva la cara diciéndole a Sánchez “olvídese del efecto Feijóo y céntrese en el efecto inflación”. Al “no estorben” del presidente, el gallego responde “no resistan”. Cataluña ha dejado de ser la prioridad. La cámara alta se va de vacaciones y el debate de julio sobre el estado de la nación se celebra en el Congreso.