Llevamos semanas escuchando dos afirmaciones que al mismo tiempo no pueden ser ciertas. La primera, que el acuerdo firmado por PSC, ERC, Junts y comuns el pasado 24 de marzo de modificación de la ley de política lingüística servía para adecuar la legislación catalana a la sentencia que obliga a impartir un mínimo de 25% asignaturas en castellano en la enseñanza obligatoria. La segunda, lo contrario, que pretendía burlarla, “blindando” (expresión que los nacionalistas invocan con la fuerza de un conjuro) el modelo de escuela monolingüe. Los socialistas sostenían lo primero, mientras el resto de los firmantes, lo segundo, por lo menos públicamente. La prueba del algodón la dio Junts al desmarcarse al cabo de unas horas de lo que habían rubricado, pues el texto explicitaba que el castellano pasaba a ser lengua de aprendizaje, es decir, vehicular en la enseñanza. Nótese la diferenciación que algunos pretendían hacer entre lengua de aprendizaje o lengua vehicular, cuando es lo mismo. Al igual que ocurre con la fórmula ahora nueva de “curricular”.
La negativa de Junts (en medio de su crisis interna), la denuncia que hizo la CUP del fin de la inmersión, y el enfado mayúsculo de las plataformas lingüísticas hispanófobas dejó claro que la modificación de la ley respondía a facilitar la aplicación de la sentencia a los centros educativos porque también sobre sus direcciones podrían recaer las consecuencias legales de una posible desobediencia. La ruptura del acuerdo entre los dos partidos del Govern dejó el asunto embarrancado, mientras el consejero Josep González-Cambray tenía esperanzas en burlar la ejecución efectiva de la sentencia si: uno, la Abogacía del Estado (que depende del Gobierno español) se desentendía (para contentar a ERC); y, dos, el TSJC no reconocía la legitimidad de la Asamblea por una Escuela Bilingüe como parte demandante. Lo primero se cumplió, pero afortunadamente no lo segundo, de manera que el tribunal dio un último plazo para cumplir la interlocutoria, fecha que se cumple el 31 de mayo. La victoria de la AEB es realmente histórica, no está de más repetirlo.
A ERC le entraron las prisas y presionaron de nuevo a Junts para que se uniese a un acuerdo “a favor del catalán”, aun reconociendo que la respuesta política no podría garantizar “el 100% del modelo inmersivo”. Tras muchas negociaciones sobre el sexo de los ángeles y un nuevo giro semántico, ayer tarde se registró una nueva ley que irá al pleno de este miércoles, y que se aprobaría este viernes por el mecanismo de lectura única. Sustancialmente dice lo mismo que en marzo: el catalán es el centro de gravedad del sistema educativo, etc., pero eso se hace compatible con el castellano como lengua… “curricular”. Ya no la califica de vehicular o aprendizaje, porque eso a los más hispanófobos les duele mucho, pero, obviamente, es lo mismo. Creerán así que han establecido dos categorías de lenguas, la vehicular (solo el catalán) y la curricular (el castellano). Pretenden salvar el tipo con este giro semántico, pero hacen el ridículo. Aunque la nueva ley no recoja ningún porcentaje, dicho planteamiento ratifica el giro en la política lingüística que se predicaba y practicaba (con excepciones) hasta ahora. Es una derrota de los postulados hispanófobos del modelo inmersivo, que trataba al castellano como una lengua extranjera, una denuncia que solían hacer desde PP o Cs, y que ayer también hacía suya la portavoz del PSC, Alícia Romero.
A la ley le acompañará un decreto con el que el Govern pretende dar cobertura a las direcciones de los centros educativos. Será un texto que no podrá alejarse de la ley, aunque la propaganda incidirá en que se refuerza el catalán como lengua normalmente utilizada, de acogida para el alumnado recién llegado, e impondrá un veto a cualquier referencia a porcentajes lingüísticos para hacer ver que nada tiene que ver con la sentencia del TSJC. En realidad, si hiciéramos algunas consultas veríamos que muchos centros escolares a estas alturas ya han decidido discretamente que el año próximo darán como mínimo una asignatura (¿Matemáticas?) en castellano, y punto. Los problemas educativos en Cataluña son otros, nada tienen que ver con la obsesión de los hispanófobos, que finalmente han tenido que envainársela, aunque para no decir vehicular digan curricular.