En noviembre del año pasado publiqué una pieza titulada Materias primas, logística y transferencia tecnológica. Permítanme continuar esa reflexión con dos elementos más. Una es el libro de Vaclav Smil Energía y civilización, y la otra es la sexta edición del Industrial Meeting organizado por Foment del Treball.
En este lapso de tiempo, de noviembre a mayo, creo que se ha ampliado el foco del debate. La agenda de la COP26 de Glasgow, con compromisos y decisiones en relación con los objetivos de cambio climático y el proceso de descarbonización, se mantiene totalmente vigente y reafirmada. Aun así, un elemento que se intuía en aquel momento, por la posible carencia de materias primas, en la actualidad ha cobrado mucha más fuerza. La seguridad de los suministros energéticos, es ahora esencial. Sin energía, sea del tipo que sea, no hay industria, y sin esta no hay nada. Desde la época del colector-recolector al tiempo de internet, siempre hemos utilizado y avanzado en el uso de las energías disponibles.
Me podrán llamar alarmista. Pero no nos engañemos, la crisis de Ucrania ha destapado las carencias de Europa en un mundo interconectado e interdependiente. Europa ha vivido muy bien durante muchos años, aplazando debates que le podrían generar controversias internas. El gas y las nucleares son ejemplos de estos debates. Pero de repente, el telón del teatro ha subido y el espectador ha descubierto atónito que no podíamos garantizar ciertos estándares de calidad de vida. El ruido en la platea ha subido de tono.
La crisis de suministros de energía evidencia que no podemos continuar posponiendo ciertos debates. La prioridad ideológica debe ir acompañada de datos y evidencias, además de estudios claros sobre los impactos sociales y económicos que conlleva la falta de energía.
Al calendario que necesitamos para conseguir la descarbonización, debemos añadir todos los elementos en juego: costes, riesgos de suministros y períodos de ejecución.
Se plantean deseos y voluntades, pero me temo que hasta la actualidad ha imperado un relato ideológico/ecológico, frente al cual nos estamos encontrando con una realidad energética que nos obligará a tomar decisiones difíciles. Aun así descarbonización, sí.
¿Cómo? ¿Cómo hacemos el tránsito manteniendo una suficiencia energética?
Seamos honestos, no podemos olvidar la energía nuclear. Miremos a Francia. La eólica y solar: ¿cómo compensamos el territorio de los impactos en el paisaje? Las conexiones del gas: con la crisis del este de Europa, han quedado claras nuestras debilidades. Las capacidades del hidrógeno y la geotermia: ¿hasta cuándo y cómo? El petróleo...
Tenemos miedo de la reacción de la gente, de los apriorismos ideológicos. Al decir “de acuerdo, pero no el patio de mi casa”. Las dificultades ideológicas las acompañamos con batallas electorales territoriales. Por consiguiente, nadie quiere asumir los costes de impulsar determinadas políticas.
Buscar un acuerdo de transición energética debe incluir a todos los partidos y territorios, si no, es un arma de desgaste que nadie quiere asumir. Si deseamos tener unos márgenes de autonomía en la toma de decisiones, asumamos los deberes.
La soberanía energética se la pueden permitir muy pocos. Europa, coordinando todos sus recursos, obtendría unas ciertas capacidades. Está empezando, pero vamos con retraso.
Pero la pregunta es: ¿Qué costes estamos dispuestos a asumir? Si pensamos que esto no nos pasará factura a nosotros, más nos vale comprar muchas velas y que cada uno las dirija a quien considere más oportuno.
En un mundo urbano que demanda y un mundo rural que hace de almacén de la demanda, ¿cómo afrontamos la reindustrialización? No la desindustrialización, sino la llamada industria 4.0 que puede ser un camino de avance. Hay que buscar la equidad, pero sin dejar de ser competitivos y eficientes. Los desarrollos normativos de la transición energética han de ser claros; deben generar seguridad jurídica y estar acompasados entre las ofertas y las posibles demandas.
Tal vez el amigo Putin sea el nuevo malo que nos haga tomar las decisiones necesarias que de otra forma no sabríamos como adoptar.