Estos días han estallado diversas derivadas del caso Pegasus, sobre el presunto espionaje a través de los teléfonos móviles que ha acaparado la atención mediática en nuestro país.
En un giro de guion inesperado, el lunes supimos que también habían sido espiados el presidente de Gobierno español, Pedro Sánchez, y la ministra de Defensa, Margarita Robles. Todo apunta a que previsiblemente quien podría estar detrás de esa operación es el Gobierno marroquí de Mohamed VI. Es más que probable que al monarca alauita no le gustara que el Ejecutivo español autorizara la estancia en un Hospital de Logroño del líder del Frente Polisario para tratarse del Covid-19. Cuando se recuperó, voló a la vecina Argelia, enemiga histórica de Marruecos.
En todo caso, diversos gobiernos europeos han utilizado el programa israelí Pegasus, tan de moda en la actualidad. Pero los principales dirigentes independentistas catalanes, como Oriol Junqueras o Carles Puigdemont, consideran que la denuncia del Gobierno en el sentido de que también ha sido espiado no es más que una "cortina de humo". En realidad, los secesionistas solo pretenden seguir atacando al Estado español porque, al parecer, ellos son el ombligo del mundo.
Por otra parte, todavía no ha quedado claro por qué Puigdemont deja la presidencia de Junts per Catalunya (JxCat), pero no creo que su anuncio sea una coincidencia en el tiempo con el estallido del caso Pegasus. Los que peinamos canas sabemos que las coincidencias existen en la vida, pero casi nunca en la política.
Y qué decir de Rusia. Los rusos no tienen el programa Pegasus y Putin no será envenenado, ni recibirá al Papa Francisco --pese a que el pontífice ha solicitado un encuentro-- porque el autócrata no cree en nada, es un ególatra. De hecho, Vladimir Putin ni siquiera es ortodoxo, aunque juega con la religión cristiana por su propio interés.