Memoria histórica y memoria colectiva son sintagmas que utilizamos en lengua castellana para referirnos a la tarea, consciente y sistemática, que desarrollan algunos grupos humanos para recuperar los recuerdos del pasado. El uso de esos sintagmas como conceptos historiográficos no está exento de controversia. En este sentido, Tony Judt intentó en más de una ocasión marcar la diferencia entre historia y memoria. Nos alertaba el pensador británico de los peligros que comporta sustituir la historia por una recreación del pasado políticamente correcta. Los nacionalismos son muy dados a este tipo de experimentos de cirugía estética.
Otros, teóricamente progresistas, solo bucean en el pasado alrededor de lo que les interesa para justificar su discurso del presente. La amnesia inducida, o interesada, existe y solo así se comprenden algunos olvidos. No deja de ser paradójico que políticos --pienso, por ejemplo, en Carles Puigdemont y su fantasmagórico Consell per la República-- en plena fiebre por aparecer como más republicanos que nadie, obvien referentes significativos del pasado. Deviene sorprendente su opción de Ignorar sistemáticamente a determinados medios de comunicación escrita de orientación republicana. Hoy en día el método fast food, y el usar y tirar, parece imponerse en el ámbito de la propaganda de las organizaciones políticas.
La semana pasada se cumplieron 90 años desde que el periódico republicano El Diluvio publicara, por primera vez, un ejemplar impreso en una nueva rotativa. La fecha fue recordada vía Twitter y alguien sugirió la idea de colocar una placa conmemorativa en la fachada donde estuvo ubicada la redacción, en el numero 345 de la calle Consell de Cent. La propuesta me parece excelente. Ya va siendo hora de que en este país se recupere la historia de su prensa y, en especial, de la comprometida con los valores de la democracia y la libertad.
Ignorar que desde mediados del siglo XIX hubo un periódico leído por las clases populares, tan atrevido como perseguido, no es de recibo. No crean que exagero. El Diluvio fue, hasta su cierre en 1939, el gran diario barcelonés federalista y republicano de referencia en el que publicaron sus artículos insignes pensadores de la época. Compitió en difusión con La Vanguardia y fue uno de los puntos de encuentro de las diferentes familias del republicanismo. Para más detalles les sugiero el libro de Gil Toll titulado El Diluvio, la prensa y la Segunda República.
A veces he llegado a pensar que el ninguneo de algunos prohombres de la patria hacia esta prensa, comprometida hasta las cachas con el republicanismo, viene determinada por haber estado escrita en castellano. Es tan notorio el sectarismo que emana del cenáculo de la ANC, de Waterloo y similares, que todo es posible. Los intransigentes olvidan que desde este periódico se apoyó sin fisuras el 14 de abril de 1931, se aupó a Macià y Companys y se defendió el Frente Popular. Quizás ignoran también que algunos de sus directivos fueron fusilados o terminaron en el exilio, sus talleres y rotativas expropiados. Nunca diluvia a gusto de todos.
Quizás ha llegado el momento de recuperar algo de esta memoria histórica específica contenida en las páginas de publicaciones como el mencionado El Diluvio, La Batalla o Última Hora. No iría nada mal que los mandarines de la cultura oficial se pagaran una plaquita y prestaran atención a lo que significó en el pasado nuestra prensa escrita.