Tomás Saraceno nació en San Miguel de Tucumán, Argentina, pero cuando apenas tenía 3 años, su padre, agrónomo de profesión, fue encarcelado durante el golpe de Estado de los militares, en 1976. Entonces, su madre, botánica, decidió llevarse a toda la familia a vivir a un caserón medieval en el norte de Italia, donde el pequeño Tomás se pasaba muchas horas encerrado en el altillo, buscando telarañas. “Allí no vivía nadie, pero, si mirabas atentamente, estaba lleno de vida”, recuerda este artista argentino de 48 años afincado en Berlín en un ejemplar reciente de la revista The New Yorker.
Desde entonces, Saraceno ha mantenido una relación estrecha con arañas y telarañas, hasta convertirlas en el centro de su obra artística.
Cambiar la aracnofobia por aracnofibia
“En lugar de sacárnoslas de encima, podemos admirar su trabajo. Y podemos cambiar nuestra aracnofobia por aracnofibia”, explica el artista en el mismo artículo, coincidiendo con el estreno en Nueva York de una exposición dedicada a su trabajo con los arácnidos.
“Cierra los ojos, tápate los oídos y siente las vibraciones”, invita el artista y activista argentino antes de entrar a la exposición “Particular Matter(s)”, cuya atracción principal es una instalación interactiva que permite al visitante caminar sobre una red metálica gigante suspendida a 12 metros de altura mientras se apagan las luces y empiezan a sonar sonidos graves y vibraciones, con el fin de que pueda “sentirse” como una araña.
Sonidos y vibraciones
“Las arañas tejedoras tienen muy mala visión, pero son capaces de percibir el mundo a través de las vibraciones. Se trata de un concierto que los humanos no estamos concebidos para escuchar. Pero estoy intentando transformar el mundo de la experiencia”, añade Saraceno, conocido internacionalmente por sus obras que tratan de crear una mayor conciencia por el medio ambiente.
Durante el montaje de la exposición —que también incluye una colección de siete telarañas enmarcadas en vitrinas e iluminadas por potentes focos—, Saraceno pidió a todos los trabajadores del museo que conservaran todas las telarañas que encontrasen por el edificio. Después las señaló con una Carta abierta por los derechos de los invertebrados, que rezaba así:
“Nos gustaría empezar dándole las gracias por reconocer nuestro derecho a habitar y ser expuestas en este espacio, y por no etiquetarnos de ‘plaga urbana’ como hacen muchos otros. Esperamos que cuando termine esta exposición, considere permitirnos seguir adelante con nuestra continuada, aunque amenazada, existencia... no tenga miedo… Firmado, arañas/telarañas”.
Unión de diversas disciplinas
“La tela de araña funciona como metáfora, como analogía, para entender que de alguna forma todos estamos relacionados y hay que comprender esas relaciones, para vivir de forma distinta. Más que nada, entender la relación entre las especies y cuánto dependemos los unos de los otros”, dice Saraceno en una entrevista con Infobae.
Formado como arquitecto, Saraceno cree que los artistas y los científicos deben trabajar juntos, y en sus obras intenta disolver los límites entre las distintas disciplinas, como es el caso de los globos propulsados por energía solar hechos con materiales reciclados que ha presentado en otras exposiciones internacionales. Todas sus producciones, de hecho, se engloban en un proyecto más amplio que él mismo bautizó como Aeroceno, “una era futura sostenible –libre de combustibles fósiles– que propone reemplazar a la actual, de nocivo impacto sobre la Tierra”.
El futuro a través de las telarañas
En un vídeo documental para BBC Culture, Saraceno remarca la necesidad de volver a “sintonizar” con la Tierra, de ser capaces de detectar cuándo el planeta está vibrando a un ritmo diferente, como ocurrió durante la pandemia. “Si una parte de los humanos, el homo capitaloceno, los que vivimos en la era capitalista, de alguna forma empezamos a comportarnos de forma diferente, a cambiar de ritmo, de hábitos, igual empezamos a oír algo diferente. No necesariamente las vibraciones de las telarañas, sino toda otra red de vidas”, dice.
Partidario de aprender de la sabiduría de otras comunidades, en ocasión de la exposición en el Shed se puso en contacto con los “adivinadores” de arañas de Somié, en Camerún, una especie de chamanes que leen el futuro en estos animales de ocho patatas que tanta fobia despiertan en muchas culturas, a pesar de llevar mucho más tiempo en el planeta que la humanidad. “Hay mucha sabiduría entretejida en las culturas que aún viven, y rescatando algunas de estas narrativas que de alguna manera se están perdiendo, podríamos estar mejor. “Necesitamos aprender a movernos de otro modo —constata— o a reaprender las viejas formas de movernos”.