Queda mucho para una cita electoral. Aunque no tanto. Las generales son las que están más lejos en el horizonte, en manos del presidente del Gobierno, pero Andalucía parece estar a la vuelta de la esquina, es decir, en junio, y las autonómicas y municipales tienen fecha fija: 28 de mayo de 2023. Conclusión, tenemos en ciernes un nuevo periodo electoral y algunas cosas se están moviendo. Lo demuestran las tres últimas encuestas. Gad3 para Abc destacaba que la gran mayoría de ciudadanos quiere un cambio de Gobierno. Metroscopia ponía letra a esta música situando al PP con 122 diputados y al PSOE con 101, en un escenario en el que Vox es socio obligado para los populares para garantizarse una mayoría absoluta. Por último, el CIS que sin extrapolación de diputados, deja al PSOE a solo tres puntos del PP.
Sánchez pierde fuelle. La escalada de precios está desgastando al gobierno de forma exponencial, agravada por la tardanza en tomar medidas como es el caso de la huelga de transportistas que puso en jaque a la economía española. Ciertamente, la recuperación económica no es el balón de oxígeno al que Sánchez pensaba aferrarse. Habrá recuperación, se creará empleo, pero el gobierno no tiene fuelle. El presidente provocó una crisis en julio de 2021 que lo ha dejado sin ministros trinchera y sin jefe de Gabinete a los mandos del barco. Sánchez está sólo y sin gobierno, porque el ministro Bolaños se parece más a un funcionario con manguitos que a un ministro de un gobierno de izquierdas. En Madrid, de guasa, se califica a Bolaños como ministro de la UCD. Quizá no les falta razón, a tenor de los datos. En conclusión, el presidente haría bien en desempolvar una nueva carpeta de Gobierno con menos ministros y más políticos para recuperar la iniciativa y, sobre todo, tener una estrategia.
El escenario peor de lo que parece. Con el viento en contra de las encuestas, el PSOE afronta el proceso electoral maniatado. En Andalucía, las posibilidades de victoria son nulas pero, al igual que en Castilla y León, no tiene a mano una mayoría alternativa porque su izquierda es un lodazal en el que tres fuerzas dividen el voto hasta la saciedad. La pérdida de fuelle del ejecutivo se notará también en autonómicas y municipales, y el efecto Sánchez del 19 no se repetirá en el 23, lo que se traduce como una pérdida de fuelle en las grandes ciudades para los candidatos socialistas y abre interrogantes allá donde el PSOE tiene gobiernos autonómicos.
El efecto Feijóo. El PP sin moverse está teniendo con su nuevo líder un efecto balsámico. Por un lado, los populares recuperan fuerza y por otro, bajan los humos a Vox. Habrá que ver como navega Feijóo en esas aguas procelosas, pero a día de hoy, su sola llegada, el momento inaugural como definió el sociólogo Juan J. Linz, ha dado aire a un PP acogotado. Feijóo no ha hecho nada pero su llegada a inaugurado una nueva etapa en la derecha española y se aprovecha de la inoperancia de un gobierno que se parece a un pato cojo. Feijóo debe demostrar en este tiempo si el pacto de Castilla y León con Vox será tónica habitual o se abre a acuerdos con el PSOE. De momento, ha puesto encima de la mesa que gobierne la lista más votada. Una invitación para que los socialistas se agarren los machos en Andalucía, que no será mal vista por los barones socialistas.
Yolanda Díaz la preferida, y al tiempo denostada. La vicepresidenta es la que mejor valoración tiene en el Gobierno, pero su proyecto no ha nacido y lo que queda del anterior está en sus últimos esténtores. Díaz puede ser la preferida para derrotar a la derecha, pero no tiene con quién. Sus aliados actuales son en sí mismos una rémora para su candidatura y su proceso de escucha se retrasa sine die y el tiempo apremia. Además, para Sánchez que Podemos, o la marca que los reemplace, se hunda no es buen augurio porque el PSOE gobernará en coalición o no gobernará.
Los socios pasmados. La amalgama de siglas que sostiene al actual gobierno tienen sus propios problemas. Si cae el gobierno de coalición y gana la derecha habrá movimientos. Los grupos más de derechas se dejarán querer por Feijóo y se apuntarán al mantra de que gobierne la lista más votada. PNV, Coalición Canaria, Navarra Suma, candidaturas de la España Vaciada o Partido Regionalista de Cantabria, podrían sumarse al nuevo gobierno dejando a la izquierda compuesta y sin novia. Y eso si tiene los votos necesarios para gobernar. Por su parte, la izquierda periférica, BNG, Compromís, Más Madrid y ERC tendrán que recomponer sus proyectos. Pueden hacerlo antes de las generales en el caso de Compromís y Más Madrid para evitar el fiasco. El resto, sobre todo ERC, verá como se va al traste su “mientras tanto” y puede pisar el acelerador a una nueva confrontación. Lo de Junts per Catalunya es otra historia. En el fondo, a los neoconvergentes ya le irá bien un gobierno de derechas para justificar patadas de banco. Solo cabe recordar que Puigdemont y sus fieles quisieron evitar la llegada de Sánchez a Moncloa. Estaban más a gusto con Rajoy.
Las encuestas dibujan, incluida la del CIS de Tezanos, un cambio de tercio electoral que puede debilitar más al ejecutivo de Sánchez. Las elecciones andaluzas marcarán tendencia y las previsiones de crisis económica con fuerte tendencia inflacionista estarán en pleno auge el año próximo con elecciones locales y autonómicas. El escenario deseado por Casado se ha hecho realidad con Feijóo. El único que puede pulsar teclas y cambiar el ritmo es Pedro Sánchez. Lo primero que debe hacer es hacer un gobierno de verdad. Volver a antes de 2021, al PSOE que ganaba elecciones y olvidarse del PSOE que las pierde. Sería un buen comienzo para hacer que las cosas pasen y no solo contemplar que pasan cosas. El PSOE debe mover pieza y formar un gobierno activo y no solo reactivo. Estaría bien que el presidente volviera a ser arriesgado y dejar el diván.