Hace unos años, la gente que tenía dinero anónimo hacía viajes con maletas a Andorra, Luxemburgo, Suiza o, los más globales, vía transferencia y empresas puente a las Islas Caimán, como paraísos fiscales.
Pronto hubo países que vieron en los incentivos fiscales y facilidades de todo tipo cómo podían convertirse en business friendly como Irlanda, Israel, Estonia o Hong Kong, cada uno con sus peculiaridades o los hubs de startups y emprendimiento, startup del mundo como el Silicon Valley.
Con la irrupción del blockchain, que globaliza transacciones, y la aceleración de la transformación digital y los nuevos descubrimientos han surgido los destinos tecnológicos con un concepto más allá de lo económico.
En este sentido, Arabia Saudí decidió antes de la pandemia y la crisis del petróleo crear Neom, un paraje compuesto por ciudades del futuro para nómadas posdigitales, creadas de cero con las mejores tecnologías para poder vivir, disfrutar y trabajar teniendo presente el concepto human-centric, o las diferentes necesidades de las personas en el centro. Según dicen, Neom será un destino, un hogar para las personas que sueñan en grande y quieren ser parte de la construcción de un nuevo modelo para la vida sostenible (con la mayor planta de hidrógeno renovable del mundo), el trabajo y la prosperidad.
El Salvador decidió jugársela y apostar por ser el primer país del mundo en adoptar el bitcoin como moneda de curso legal para entre otras cosas atraer y generar bitcoiners. Veremos si le siguen sus vecinos, Honduras y Guatemala. Más prudentes, pero en el sentido de utilizar activos intercambiables globalmente, no es coincidencia que las economías más competitivas como Japón, EEUU, Corea del Sur, Inglaterra, Suecia, los Países Bajos o Dinamarca son las que mayor uso hacen del bitcoin o los criptoactivos.
En un nivel más turístico, se organizan viajes de criptografía y cruceros para entusiastas del blockchain y los criptoactivos con escalas para conocer por ejemplo el Valle de Crypto en el centro de Suiza, es el criptoturismo. Hoy en día, se buscan personas interesadas en habitar la isla Satoshi (nombre del creador del bitcoin) en el Pacífico Sur. Según sus promotores, la isla Satoshi está lista para convertirse en una criptoeconomía del mundo real y una democracia basada en blockchain, un nuevo Luxemburgo.
Estos lugares son clubes exclusivos de personas con intereses y niveles económicos similares pero la verdad es que estas personas necesitan al resto porque su mercado es el mundo y hoy en día todo está interconectado.
En medio de una pandemia, una crisis por las materias primas, una invasión rusa, la aceleración de todo, el factor principal de competitividad es la innovación porque es lo que permite a personas, empresas y países reinventarse. Decía Steve Jobs que la innovación no va de dinero sino de personas y esta es la próxima pugna y, por tanto, el mayor tesoro y el mayor reclamo es una cuna de talento.
El talento es una mezcla de conocimiento, actitud y aptitudes sobresalientes respecto de un grupo que sobresale teniendo éxito y en eso sí que podemos tener alguna posibilidad. Lo que hará de nosotros un lugar competitivo es nuestra capacidad para generar, cuidar y proteger el talento y lo que se deriva como capital intelectual porque no serán ni las materias primas ni la energía ni los incentivos ni bitcoins ni tan siquiera los datos porque o no tenemos o no son competitivos.
Lo que sí tenemos son personas con una actitud creativa, crítica e innovadora, un entorno inigualable, una sociedad feliz y la posibilidad de centrar los esfuerzos en el talento interno o externo para que puedan crear empresas, innovar, crecer y conectarse con el mundo desde aquí, creando un paraíso para el talento, y en eso sí somos buenos, como país de acogida, de generosidad para una vida buena, un verdadera cuna de talento.
PD: En la era del humanismo tecnológico, cuidado con los tóxicos, troyanos y trolls y rodearos de sinergentes que siempre suman aptitudes, equipo y valores.