Oscar Mancinas creció en Mesa, la tercera ciudad más grande de Arizona, cerca de la frontera con México, y recuerda que ya desde pequeño le gustaba mucho leer. Sin embargo, cuando intentaba leer a autores locales con raíces latinas y chicanas, como él, le parecía que no reflejaban la vida real de su comunidad.
Fue así como este estudiante de doctorado en Estudios Transfronterizos de la Universidad Estatal de Arizona (ASU) sintió el impulso de escribir su último libro, To Live and Die in El Valle (Arte Público Press, 2020), una colección de 13 historias de ficción que describen a la comunidad trabajadora de origen hispano e indígena del suroeste de Estados Unidos y las duras circunstancias fuera de su control que han moldeado sus vidas, desde la emigración en busca de una vida mejor hasta siglos de racismo sistémico y colonialismo.
Obra premiada
“Muchos de mis personajes experimentaron la sensación de pertenecer a múltiples lugares, pero también de tener que ocultar algunas partes de su cultura para protegerse”, explica Mancinas en una entrevista por correo electrónico.
Hace dos meses, su libro fue galardonado con el Southwest Book Award, el premio que otorga cada año la Border Regional Library Association, una asociación sin ánimo de lucro que promueve el servicio de bibliotecas en la región transfronteriza de El Paso-Juárez, y Mancinas tiene la esperanza de que su obra sirva de inspiración para que más jóvenes de raíces latinas e indígenas se pongan a escribir sus historias.
Contar una historia
“Aunque no crecí con otros escritores en mi familia o en mi barrio, sí crecí con familiares y vecinos que eran grandes contadores de historias. De ellos aprendí a narrar historias y a mantener el interés del público en lo que yo contaba”, comenta el autor, convencido de que la ficción es la mejor manera de contar la realidad, por mucho que sus historias estén inspiradas en su propia experiencia personal. “La vida real no encaja en las narraciones limpias, ni puede explicarse con un simple razonamiento, así que mis historias difieren bastante de mi vida real”, aclara.
Las 13 historias de ficción que componen el libro intentan retratar la crisis de identidad y de sentido de pertenencia que sufren muchos jóvenes de esta parte de Estados Unidos cuando tienen que lidiar con su identidad mexicana e indígena sin tener que renunciar a su identidad americana. Algunos optan por abandonar El Valle “antes de tener que vivir atrapado en un lugar al que no perteneces”, escribe Mancinas, pero se darán cuenta de que la vida lejos de la frontera no los libra de incomodidades. Es el caso del joven que se marcha a estudiar a una universidad de Nueva Inglaterra y se da cuenta de que se siente muy perdido cuando desde el departamento de admisiones le piden que dé un tour por la facultad a una familia mexicana y no siente ninguna conexión con ellos.
En inglés con pinceladas de español
Otros, en cambio, optan por quedarse en El Valle, como Kino, un estudiante de bachillerato que se resiste con fuerza a la constante insistencia de un amigo blanco para que solicite plaza en alguna universidad en otro Estado. “¿Crees que no seguiré siendo un espalda mojada para los de fuera? ¿Crees que tengo ganas de ser ‘tu amiguito indio’ en la Costa Este? ¿Crees que eres mejor que todos nosotros aquí?”, le replica Kino.
El libro está escrito en inglés, pero incluye algunos fragmentos de diálogos y descripciones “en el español que se habla en Arizona”, explica Mancinas, que estudió un máster en Escritura Creativa antes de iniciar su doctorado en Estudios Transfronterizos. “También he incluido expresiones y personajes de la cultura rarámuri, algo que no había visto antes en la ficción literaria de Arizona”, añade.
Etiquetas excluyentes
Nacido en el seno de una familia de inmigrantes de México con raíces indígenas —su madre es una mestiza de Monterrey, Nuevo León, y su padre es un rarámuri de Chihuahua—, el autor dice que se ha esforzado por plasmar no solo la realidad de las personas de su entorno, sino también la diversidad cultural que caracteriza a la comunidad hispana de la frontera entre Estados Unidos y México, por mucho que se les quiera englobar a todos en una misma etiqueta.
“Hay muchas etiquetas para nosotros, eso es lo complicado de tener conexiones con diferentes tradiciones, pueblos y culturas. Yo me identifico como latino, latinx, chicano, chicanx, mexicano, rarámuri e indígena”, aclara. “Y aunque cada generación trata de encontrar una etiqueta más precisa para todos nosotros, cada etiqueta tiene su propia historia de fronteras y exclusión”, añade, orgulloso de que al crecer en Mesa tuvo “la suerte de estar rodeado” de una comunidad que le cuidó y “ayudó a mantener los lazos con sus culturas”.
Las fronteras son heridas
Sin embargo, las cosas no siempre fueron fáciles: “Éramos de clase trabajadora y el racismo que nos rodeaba entonces era tan fuerte como ahora”, subraya.
“No sé cómo es crecer como latino en una gran ciudad, pero creo que las fronteras influyen a mucha más gente que no solo a las que vivimos a pocas horas de ella”, comenta, refiriéndose especialmente a los 38,5 millones de mexicano-estadounidenses (conocidos como chicanos) repartidos por todo el país. La conocida académica, escritora y activista chicana Gloria Anzaldúa escribió en su día que la frontera entre Estados Unidos y México era “una herida que sangra cuando el Tercer Mundo roza contra el primero”. Para Mancinas sigue pasando exactamente lo mismo: “Creo que durante los últimos 30 años en Estados Unidos nos han hecho sentir como si fuéramos una herida que roza contra la frontera y sangra”, concluye.